
Cuando se habla de longevidad, generalmente se asocia con la pérdida: memoria, fuerza, agilidad… No obstante, el envejecimiento también puede ser un camino de sabiduría, propósito y sentido. En una reciente entrevista con José Viña, catedrático de Fisiología y especialista en longevidad, se habla de cómo la sociedad está perdiendo “cerebros útiles” debido a prejuicios, de qué forma podemos extender la salud más allá de los años, y de cómo hacer de los últimos capítulos de la vida capítulos con sentido. Estas reflexiones invitan a repensar la vejez como una oportunidad de crecer y no como el obstáculo al que se suele asociar.
EL VALOR DE LOS CEREBROS MAYORES

Una de las ideas más inquietantes que traslada Viña es que se “pierden cerebros con unas características que son muy especiales y muy útiles por ser mayores.” Él mismo señala y expone este enunciado, contundente, puesto que se denuncia así una forma de discriminación sutil pero persistente que es el edadismo. Traducción en la práctica: aquellos muchos adultos con una experiencia de varios decenios desde el ámbito intelectual, del emocional, del creativo no consiguen salir del engranaje de la invisibilidad, de la infravaloración o de la exclusión directa.
Viña pone de manifiesto que no es que todo se pierda con la edad: sino que se gana juicio, empatía, serenidad y lo que él llama gerotrascendencia. “Con la edad te centras en lo que es trascendente, y te olvidas de las bobadas” dice con firmeza. Estas habilidades se mantienen incluso cuando la memoria comienza a fallar, y pueden ser de gran utilidad en los diversos frentes.
¿Por qué no aprovechamos más este capital humano? Viña apunta que parte de la culpa queda en una cultura laboral y social en la que muchos trabajos requieren vigor físico y muchos prescinden de las personas que han alcanzado determinada edad, aun siendo su aportación intelectual completamente extraordinaria. La respuesta de él es clara: no todos los trabajos requieren juventud; hay algunos que requieren criterio y experiencia, del diálogo.
Para poder transformar esta realidad, él mismo considera que los medio de comunicación y el discurso público tienen mucho por hacer en esta dirección; una de sus frases que lo acompañan es “es grande ser mayor”.
CUIDAR EL CUERPO PARA LA LONGEVIDAD

Si la vejez puede ser una etapa rica en sentido, ello depende también del cuidado físico. En su texto La ciencia de la longevidad, Viña no se queda en la mera teoría, sino que también se expresa en forma de un menú de hábitos concretos que son los que él mismo aplica, inspirándose en décadas de observación y estudio. La consigna es tan sencilla como exigente: vivir más y vivir mejor.
Primero, el ejercicio. No solamente hay que dar paseos: el ejercicio debe ser personalizado, multicomponente, adaptado a cada etapa de la vida. Viña combina musculación, entrenamiento aeróbico y actividad comunitaria. Insiste en que el músculo se pierde progresivamente con los años, y que esa pérdida es precisamente la que abre la puerta a la fragilidad, la dependencia y la bajada de calidad de vida.
Junto al movimiento, la nutrición juega un rol fundamental en el día a día. Dormir lo suficiente, gestionar la relación con el estrés y con el entorno social son piezas clave del rompecabezas. Además, Viña es consciente de que tiene dificultades para dormir, pero compensa con prácticas de estudio, de ocio y de control emocional consciente. En el fondo, la práctica de gestionar el estrés es uno de los aspectos que mejor podría explicar por qué España es uno de los países más longevos del mundo.