La empatía también tiene su ciencia. Para explicar el TDAH, el Dr. Storage recurre a una metáfora que cualquiera puede entender: la ley de la oferta y la demanda.
“El cerebro con TDAH funciona bien, pero su ‘suministro’ de flujo sanguíneo y energía hacia la corteza prefrontal —la parte que controla la atención, la planificación y las emociones— no siempre alcanza a cubrir todas las demandas del día a día.” Para él, la empatía no es solo una consecuencia de este tipo de mente, sino su núcleo: la empatía hacia los demás, la empatía hacia uno mismo y la empatía hacia el propio cerebro, que no está roto, sino diseñado para sentir más, percibir más y conectar de otra manera.
Y cuando las exigencias se acumulan, llega la sobrecarga. “Si vieras mi escritorio ahora mismo”, dice entre risas, “verías unas sesenta carpetas abiertas al mismo tiempo. Así se siente tener TDAH: todo está abierto, todo importa y todo reclama atención al mismo tiempo.”
Esa imagen refleja lo que viven muchas personas: el estrés constante de intentar mantener el orden en medio del caos mental. Pero para Storage, el problema no es el cerebro, sino el entorno. “Nuestro cableado evolucionó para detectar peligros y reaccionar rápido. Ese mismo instinto que antes salvaba vidas, hoy se ve saturado por pantallas, alarmas y mil tareas simultáneas.”
Mujeres con TDAH: la realidad invisible

Uno de los temas que más le preocupa es el diagnóstico tardío en mujeres adultas.
“En las niñas, el TDAH no siempre se manifiesta con hiperactividad”, explica. “Muchas veces se expresa como distracción, soñar despierto o una ansiedad silenciosa que pasa desapercibida.”
Durante años, esas niñas crecen sin saber qué les ocurre, creyendo que son despistadas, flojas o demasiado emocionales. Al llegar a la adultez —especialmente con la maternidad, donde todo exige estructura, rutina y atención constante—, el sistema colapsa.
“Ahí es cuando muchas mujeres dicen: ‘Ahora entiendo lo que me pasaba toda la vida’”, señala.
El resultado, añade, suele ser baja autoestima, sobreesfuerzo y agotamiento crónico. Y aunque se las haya diagnosticado erróneamente con depresión o trastorno de la personalidad, el verdadero origen siempre estuvo en el TDAH no reconocido.
La mente, el cuerpo y la comida

Su enfoque va más allá del diagnóstico. El Dr. Storage es psiquiatra, pero también defensor de una visión integral del bienestar.
“Hay estrategias naturales tan efectivas como la medicación,” afirma. Y una de ellas es la alimentación.
“La comida es medicina para el cerebro. Lo que comemos influye directamente en cómo pensamos, dormimos y sentimos.”
Evita el azúcar refinado, el gluten y los ultraprocesados porque, dice, la inflamación cerebral empeora los síntomas. “Si una parte del cerebro está hiperactiva, la inflamación la acelera más; si otra está apagada, la adormece todavía más.”
Por eso promueve una vida más sencilla: descanso real, luz natural, y menos pantallas. “No hace falta nada exótico: solo volver a lo que el cuerpo siempre ha sabido hacer bien.”
Tareas, relaciones y un corazón que siente más

A la hora de organizar la mente, recomienda herramientas prácticas como la Matriz de Eisenhower, que ayuda a clasificar las tareas según su urgencia e importancia. Pero su mirada va más allá de la productividad.
“El cerebro con TDAH busca conexión, no control”, dice.
Esa necesidad de conectar explica también su gran empatía. “Las personas con TDAH suelen tener niveles más altos de empatía,” asegura. “Cuando alguien interrumpe o dice ‘a mí también me pasó’, no es egocentrismo, es una forma de decir ‘te entiendo’.”
Sin embargo, en las relaciones de pareja esto puede malinterpretarse. “La comprensión es la primera cura. No es falta de interés, es una mente que simplemente funciona distinto.”
De la exigencia a la autocompasión
El perfeccionismo, según Storage, es una trampa. “Surge del miedo a fallar, de sentir que si cometes un error, decepcionas.”
Por eso invita, sobre todo a las madres, a bajar el listón. “Una cosa a la vez”, repite. “Tus hijos recordarán más cómo se sintieron contigo que lo organizada que estabas.”
Y al final, deja un mensaje que resume toda su filosofía:
“El TDAH no se cura, se comprende. Se abraza, se adapta y se convierte en una forma profundamente valiosa de mirar el mundo.”