El caldo de huesos no es solo alimento, es medicina lenta. Caldo de huesos que nutre, repara y abraza desde dentro. El caldo de huesos de Mercé: cuando la nutrición se convierte en un acto de amor. Hay alimentos que parecen simples, pero esconden una historia. En el caso de Mercé, su caldo de huesos no es solo una receta ancestral, sino una declaración de principios: cuidar, nutrir y sanar desde lo más profundo.
Su creación —una mezcla de ciencia, tiempo y alma— se ha convertido en una referencia entre quienes buscan bienestar físico y emocional sin renunciar a lo natural. Detrás de cada frasco, hay una intención: devolver al alimento su poder original.
Una filosofía que trasciende la cocina

Mercé no se considera una productora al uso. Se define como una buscadora, alguien que no se conforma con alimentar, sino que busca ofrecer a los demás aquello que haría por la persona que más quiere.
“No solo alimento el cuerpo, también intento nutrir el alma”, dice con la calma de quien cocina despacio, sin mirar el reloj.
Su caldo se prepara bajo una filosofía que une nutrición y energía. En su taller no hay prisa, pero sí intención: el agua que utiliza —filtrada a través de un dispositivo llamado Índalo— se transforma en agua estructurada, más pura y ordenada.
Debajo del recipiente donde se cocina, coloca una Flor de la Vida con una intención escrita: “salud perfecta”.
“Todo importa”, asegura. “La energía, la geometría, incluso el lugar donde está la olla. El alimento guarda esa vibración.” Cada gesto, dice, es una forma de respeto hacia lo que luego va a entrar en tu cuerpo.
Huesos que cuentan una historia

La base de todo está en la calidad de los huesos. “No todos los huesos sirven para sanar”, repite Mercé con convicción.
Utiliza únicamente piezas de animales criados en libertad, preferiblemente ecológicos, porque —como ella misma advierte— “los huesos de granja industrial acumulan antibióticos y metales pesados, y eso termina en el caldo”.
En sus ollas hay huesos de rodilla de ternera, ricos en tendones y ligamentos, a los que añade tuétano, tendón de Aquiles, pie de cerdo y carcasa de pollo. Cada pieza cumple su papel: el tuétano nutre, el tendón aporta textura, el pie de cerdo suma colágeno, y la carcasa une todo en un equilibrio perfecto.
Un proceso que pide tiempo, paciencia y cariño
El método es simple, pero exige respeto.
Primero, coloca los huesos en una olla con agua filtrada. Al hervir, los limpia de impurezas. Luego, baja el fuego y deja que la alquimia suceda. Treinta horas después, el resultado es un caldo dorado, denso y con un aroma que reconforta solo con olerlo.
“La sal se pone al final, para que no altere el equilibrio natural del caldo”, explica. El resultado final contiene 6,2 gramos de colágeno por cada 100 gramos, y una taza puede aportar hasta 30 gramos de colágeno puro, totalmente asimilable.
“A diferencia de los suplementos, aquí el cuerpo lo reconoce como alimento”, dice con orgullo.
Beneficios que se sienten (y se notan)

Las historias de quienes lo consumen hablan por sí solas. Pacientes que se recuperan más rápido tras una cirugía, deportistas que lo toman para regenerar sus músculos o personas con gastritis que logran volver a comer sin dolor.
Uno de los casos que más la marcó fue el de un paciente con cáncer intestinal que hizo ayuno solo con el caldo antes y después de una operación. “Los médicos no daban crédito a su recuperación”, recuerda.
También futbolistas de primera división lo incluyen en su dieta diaria para prevenir lesiones. Otros lo usan en procesos de gripe o cansancio.
Y hay experiencias más personales, como la de Laura Gámez, una consumidora habitual: “Pasé dos días bebiendo solo caldo. Se me fue la hinchazón y la retención de líquidos. Me sentí ligera, con energía y en calma.”
Mercé incluso lo adapta para los más pequeños: una versión sin sal, ideal para mezclar en purés, postres o helados. “Así los niños toman colágeno sin darse cuenta”, dice entre risas. “Un helado de plátano y caldo, y listo.”
Más que un alimento, una intención
Para Mercé, este caldo es mucho más que nutrición: es un recordatorio de que lo hecho con amor conserva su poder.
“Vivimos corriendo, comiendo rápido, sin pensar. Yo quiero que cada cucharada te devuelva un poco de presencia”, confiesa.
Y en tiempos donde todo se acelera, este caldo parece recordarnos una verdad sencilla: la salud también se cocina despacio.
Y cuando pruebas este caldo de huesos, entiendes por qué vuelve otro y otro día a tu mesa: porque ningún otro caldo de huesos logra cuidarte como este, ningún otro caldo de huesos sabe tanto a hogar.