domingo, 19 octubre 2025

Sigues cayendo en la trampa para turistas de las Cíes. Un marinero de Vigo destapa cuál es la mejor playa (y no, no es Rodas)

La playa de Nosa Señora se revela como una joya escondida, una cala tranquila de aguas turquesas ideal para quienes buscan una experiencia auténtica y sin multitudes. Para disfrutar de verdad de las Islas Cíes, es clave visitar el archipiélago fuera de los meses de verano y solicitar con antelación el permiso de acceso de la Xunta de Galicia.

La gran trampa de las Islas Cíes tiene nombre y apellidos: se llama playa de Rodas y fue bautizada como la mejor del mundo. Millones de viajeros acuden cada año a este paraíso gallego buscando esa imagen de postal caribeña sin saber que, como me confesó un viejo marinero de Vigo, el verdadero tesoro está en otra parte. Este engaño visual, alimentado por las redes sociales, nos ha hecho creer que Rodas es el único destino posible en las islas, pero la realidad que esconde el archipiélago es mucho más rica y solitaria.

Todos los veranos se repite la misma escena que me describía Xosé, el marinero: barcos atestados de gente que desembarca y corre a plantar la sombrilla en el mismo arenal. Pero, ¿y si te dijera que sigues cayendo en un cebo para turistas mientras a solo un paseo se encuentra una cala casi secreta? Xosé sonreía mientras lo contaba, porque la mejor playa de las Cíes no aparece en las guías más famosas, y ese es precisamente su encanto. Prepárate para descubrir por qué has estado mirando en la dirección equivocada.

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EL ESPEJISMO DE LA PLAYA MÁS BONITA DEL MUNDO

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Desde que en 2007 el periódico The Guardian le colgara esa medalla, la fama de Rodas se disparó como la espuma. Lo que parecía una bendición se convirtió en una idea preconcebida que atrae a multitudes ingentes, y como bien apunta Xosé, “la fama no siempre hace justicia a la verdad”. Para este lobo de mar, la popularidad masiva le ha robado el alma salvaje a este arenal, convirtiéndolo en un destino predecible y a menudo abarrotado.

El principal inconveniente de su fama es la masificación, sobre todo en julio y agosto. Esta es la verdadera trampa de Rodas: llegas esperando un paraíso virgen y te encuentras con una estampa muy diferente a la soñada, donde la tranquilidad brilla por su ausencia. El murmullo constante y la lucha por un metro cuadrado de arena te alejan de la conexión con la naturaleza, porque según me aseguraba Xosé, el auténtico lujo de las Cíes es precisamente el silencio frente al Atlántico.

¿Y SI TE ESTUVIERAS PERDIENDO LO MEJOR?

El error de novato más común es quedarse donde te deja el ferri, sin explorar más allá del muelle de Rodas. Las Cíes son mucho más que una sola playa; son un conjunto de senderos, miradores y calas escondidas que invitan a perderse. “El que no camina, no descubre”, me decía Xosé, insistiendo en que la magia de las islas se revela a quienes se atreven a dejar atrás a la multitud. Un simple paseo de apenas quince minutos cambia la perspectiva por completo.

A medida que te alejas del bullicio inicial, el paisaje se transforma y el aire huele más a pino y a salitre. Este es el truco para escapar de una visita decepcionante y sentir que has encontrado algo único. No hay ninguna trampa en este consejo, solo la promesa de una recompensa. Mientras avanzas por el camino que bordea el camping, la isla empieza a susurrarte sus secretos a través de pequeñas calas que aparecen y desaparecen con la marea, preparándote para lo que está por venir.

NOSA SEÑORA: EL SECRETO QUE VIGO NO QUERÍA CONTAR

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Xosé me lo confesó casi en un susurro: la playa de Nosa Señora. Esta pequeña concha de arena blanca y aguas increíblemente turquesas, protegida del viento y rodeada de rocas, es su refugio personal. Aquí no hay trampa, no hay multitudes ni ruido, solo el sonido de las olas y alguna gaviota curiosa. Es una joya escondida que ofrece una experiencia mucho más íntima y auténtica que su famosa hermana mayor, un lugar donde el tiempo parece detenerse.

El sentimiento al llegar a Nosa Señora es el de haber descubierto un paraíso secreto. Mientras Rodas es un espectáculo para las masas, esta cala es un poema para el alma. Como me explicaba el marinero, aquí entiendes por qué los romanos llamaron a estas islas las «islas de los dioses». Es el lugar perfecto para sentir la energía del Parque Nacional, lejos de cualquier distracción, y vivir esa postal que tenías en la cabeza.

EL MANUAL DEL BUEN VISITANTE: CUÁNDO Y CÓMO IR

El mejor consejo que me dio Xosé, y que vale oro, es elegir bien el momento para tu escapada a la Costa del Sol gallega. Evita la trampa del gentío y planifica tu visita en junio o, mejor aún, en septiembre. En esos meses, las islas recuperan su calma, el clima suele ser muy agradable y la luz del atardecer tiñe el paisaje de colores mágicos. Disfrutarás de los senderos y las playas con una tranquilidad que es imposible encontrar en plena temporada alta.

Además del billete del barco, hay un paso crucial que muchos olvidan: la autorización de la Xunta de Galicia. Este permiso es gratuito y obligatorio para acceder al Parque Nacional, y es un secreto guardado para controlar el aforo. Gestionarlo con antelación es la única forma de asegurarte la entrada y no caer en la trampa de quedarte en tierra. Es un pequeño trámite que garantiza la preservación de este entorno único y te permite planificar tu viaje sin sorpresas de última hora.

LA DESPEDIDA DEL PARAÍSO: MÁS ALLÁ DE UNA FOTO

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Este archipiélago no es un decorado para conseguir una foto viral, es un ecosistema frágil que merece ser respetado y sentido. Olvida la turistada de presumir de haber estado en «la mejor playa del mundo» y busca tu propio rincón especial, porque esa es la verdadera esencia de esta aventura. La gran trampa es pensar que la experiencia se mide en likes, cuando en realidad el mejor recuerdo será la sensación de paz que te lleves contigo al volver al puerto.

Al marcharte, no te lleves conchas ni arena, pero sí la imagen de las aguas cristalinas de Nosa Señora y el consejo de aquel viejo marinero. La última trampa que debes esquivar es la de no volver; porque, como asegura Xosé, «el que prueba las Cíes fuera de temporada, siempre repite». Este lugar te cambia, te enseña a valorar el silencio, la belleza en lo pequeño y la autenticidad de un paraíso que se descubre andando.


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