domingo, 19 octubre 2025

Dr. Alejandro Crespo, pediatra puericultor: “Los niños menores de seis años pueden enfermarse entre seis y once veces al año, y es completamente normal”

- El pediatra Alejandro Crespo ofrece pautas claras y humanas para afrontar las urgencias infantiles más frecuentes sin pánico ni confusión.

Cuando un niño se enferma, el miedo suele apoderarse de los padres antes incluso de saber qué ocurre. El pediatra y puericultor Alejandro Crespo habla con esa mezcla de serenidad y claridad que solo tienen quienes han pasado años escuchando las preocupaciones de los padres. Entre ejemplos cotidianos y consejos prácticos, comparte su visión sobre cómo actuar ante algunas de las situaciones que más angustia generan en la infancia: la fiebre, la deshidratación, los atragantamientos y los golpes en la cabeza. Su mensaje es sencillo pero poderoso: en la mayoría de los casos, la calma y el conocimiento son las mejores medicinas.

La fiebre: una señal del cuerpo, no un enemigo

niños
La fiebre no siempre es enemiga: entenderla ayuda a actuar con serenidad. Fuente: Canva.

Pocos temas despiertan tanta alarma como la fiebre. Apenas el termómetro marca una cifra alta, el miedo se apodera de los padres. Sin embargo, Crespo insiste: la fiebre no es una enfermedad, sino un signo de que el cuerpo está haciendo su trabajo. “Fiebre es 38 o 38,5 en adelante. Por debajo de eso, se habla de febrícula, pero esos términos no tienen base científica”, aclara con tono didáctico.

Publicidad

Recuerda, además, que los viejos termómetros de vidrio deben quedar en el pasado. “En los más pequeños recomiendo medir por la axila con un termómetro digital. Es seguro y evita accidentes”, comenta. Y con una sonrisa añade: “Los que se pegan en la frente… mejor ni hablar. No sirven, y la gente termina tirando el dinero”.

En cuanto a los medicamentos, Crespo desmonta un error común: el objetivo no es bajar el número, sino aliviar el malestar. “Si el niño tiene fiebre pero está tranquilo, no hay que estar dándole medicina a cada rato”, señala. Lo que sí nunca debe faltar es el suero oral, porque la fiebre deshidrata con facilidad.

Y nada de baños fríos. “Eso puede ser peligroso. Las academias recomiendan acetaminofén, líquidos y paciencia. Enfriar demasiado puede provocar hipotermia, y eso sí es un problema.”

Su advertencia final es clara: la fiebre en bebés menores de tres meses es siempre una emergencia. “Ahí no hay que esperar, hay que ir al médico. Es una etapa muy delicada de la vida.”

Diarrea y vómito: el enemigo silencioso es la deshidratación

Actuar con calma Merca2.es
El suero oral y los pequeños sorbos pueden evitar complicaciones graves. Fuente: Canva.

Cuando un niño vomita o tiene diarrea, lo más urgente no es cortar el síntoma, sino mantener el cuerpo hidratado. “El tratamiento real es el suero oral. Nada de agua de coco ni bebidas deportivas, porque pueden empeorar la deshidratación”, explica el doctor con firmeza.

El secreto está en la paciencia: pequeños sorbos, despacio, sin forzar. “Si un niño pesa diez kilos, no le des de golpe los cien mililitros que le tocan. Dale poco a poco, durante una hora. Es la mejor forma de que lo tolere.”

Crespo defiende el uso del suero oral por encima de muchos medicamentos. “No solo hidrata, también modifica el pH del intestino y reduce los vómitos. Los electrolitos y el zinc ayudan muchísimo tanto para la diarrea como para el vómito.”

Los signos de alarma son fáciles de identificar si se observan con atención: ojos hundidos, piel seca, ausencia de lágrimas, somnolencia o apatía. Y deja una regla de oro: “Si el niño vomita todo lo que toma —cuatro o más veces en una hora—, hay que ir a urgencias sin pensarlo.”

Atragantamientos y golpes: moverse rápido, pero pensar despacio

Fiebre sin miedo Merca2.es
En atragantamientos o golpes, mantener la calma puede salvar vidas. Fuente: Canva.

Los atragantamientos son uno de esos momentos que ponen el corazón a mil. Crespo lo sabe bien y, con calma, explica qué hacer. “Si no puedes sacar el alimento con la mano, coloca al niño boca abajo sobre tu antebrazo, inclinado hacia adelante, y dale golpes secos entre los omóplatos. Es la versión infantil de la maniobra de Heimlich, y salva vidas.”

En el caso de los golpes en la cabeza, pide prudencia antes de correr al hospital. “Si el niño está tranquilo, juega, come o duerme bien, solo hay que observarlo. Vigílalo durante seis horas y sigue pendiente por dos días más. Si todo va bien, no hace falta radiografías ni tomografías.”

Sobre las convulsiones febriles, uno de los mayores temores de los padres, el doctor prefiere desdramatizar: “Ocurren por predisposición genética. Si un niño va a convulsionar con fiebre, lo hará, hagamos lo que hagamos. No es culpa de nadie.”

Y antes de terminar, deja un consejo muy práctico para los sangrados nasales, tan comunes como mal atendidos: “Nunca eches la cabeza hacia atrás. Así solo tragan sangre. Hay que inclinarse un poco hacia adelante, poner frío en la frente y presionar la nariz unos minutos hasta que pare.”

Información, paciencia y menos miedo

YouTube video

Al final, todo su discurso se resume en una frase que podría servir de lema para cualquier padre primerizo:
“La mayoría de estas situaciones no son emergencias si se actúa con información y calma.”

Porque, como bien dice Crespo, la educación de los padres es una forma de prevención. Saber qué hacer en casa —y cuándo ir al médico— puede marcar la diferencia entre un susto y un verdadero riesgo.

Y en pediatría, como en la vida, a veces la mejor medicina es mantener la cabeza fría y el corazón tranquilo.


Publicidad