
Partiendo de este escenario, también en la Comunidad de Madrid se ha presentado una propuesta pensada para el colectivo de personas mayores de 60 años de la que en este caso se trata de una nueva tarjeta que proporciona un carnet senior de descuento. La tarjeta, además de crear un conector entre el deseo de participar y la realidad diaria de muchas personas mayores, ofrece no solo un descuento cultural sino también acciones formativas y asesoría en trámites. No sería sólo facilitar algo, sino potenciar la madurez con ventajas reales.
CÓMO FUNCIONA EL CARNET SÉNIOR

Lo primero que conviene señalar es que el Carnet Senior se emitirá tanto en formato digital como físico, para facilitar su uso según las preferencias de cada uno. Ese doble formato puede entenderse como un guiño a la diversidad generacional y tecnológica, de manera que aquellas personas que no se llevan bien con pantallas seguirán teniendo una opción tangible.
Las personas mayores de 60 años y más podrán beneficiarse de descuentos en eventos culturales, así como de la participación en cursos y talleres dedicados. Entre estas formaciones puede tonar forma jurídica, económica, derechos del consumidor, seguridad vial, hábitos saludables o lucha contra la brecha digital. No se trata pues únicamente de entretenimiento: se trata de apuesta por la autonomía, por el conocimiento y por la integración permanente.
Por el contrario, el carné también integrará servicios de asesoramiento gratuito en trámites, por ejemplo, en la supresión de barreras arquitectónicas en comunidades vecinales. Y las personas portadoras tendrán prioridad en oficinas de atención a la ciudadanía. En definitiva, se trata de eliminar obstáculos administrativos que muchas veces se convierten en barreras invisibles.
Así, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en la Comunidad de Madrid hay más de 1,6 millones de personas de más de 60 años: 404 511 personas entre 60 y 64 años; 329 303 personas entre 65 y 69 años; y así sucesivamente.
IMPACTO SOCIAL DE ESTA MEDIDA

Cuando las personas mayores tienen un acceso sencillo a la cultura, la formación y la movilidad, se refuerza la argumentación de que el envejecimiento no tiene por qué ser sinónimo de aislamiento. La sociedad ganaría si cada uno de los grupos de edad aporta y recibe. En este sentido, el Carnet Senior puede revitalizar el entramado comunitario: más asistencia a conciertos, teatros o charlas de todo tipo, más participación en los cursos de la población, más encuentros intergeneracionales.
Además, los talleres relacionados con la brecha digital o derechos de los consumidores disminuirían la vulnerabilidad de muchas personas mayores frente a determinadas estafas o al riesgo de exclusión tecnológica. Ya no sería solamente un beneficio pasivo, sería una inversión en una resiliencia individual.
En cambio, ninguna medida pública es perfecta de entrada. ¿Cómo lograr que quienes lo necesiten más —como puede ser el caso de personas con limitaciones de movilidad— puedan, de un modo sencillo, hacer uso del carnet? Ni el acceso físico ni el digital deberían ser un nuevo filtro excluyente. Sería crucial que, para lograr una atención y orientación a los usuarios, el cuerpo de los centros municipales y los puntos de información se coordinen.
También hay que velar por la existencia de una oferta cultural y formativa suficiente en todos y cada uno de los distritos y municipios. Si el carnet es de papel —pero no existen espectáculos, ni cursos cerca del camino—, el beneficio efectivo se diluiría de inmediato.