sábado, 18 octubre 2025

Álex Manejo (32 años), especialista en adicciones: «Para mí el adicto es el que consume cuando no quiere consumir después de decir que no lo va a volver a hacer»

Cada vez más personas enfrentan adicciones que se disfrazan de ocio. El consumo de fin de semana, lejos de ser inofensivo, encierra un ciclo silencioso de dependencia emocional y pérdida progresiva del control personal.

En una sociedad donde el consumo de sustancias se ha normalizado como parte del ocio y la diversión, las adicciones siguen creciendo silenciosamente. Lo preocupante es que, en muchos casos, sus víctimas no se reconocen como tales. Bajo la apariencia de un “consumo controlado”, se esconde una dependencia emocional y mental que va deteriorando poco a poco la voluntad.

El especialista en adicciones Álex Manejo (32 años) lo resume con crudeza y claridad: “Para mí el adicto es el que consume cuando no quiere consumir después de decir que no lo va a volver a hacer”. Con esta frase, el terapeuta pone el foco en un tipo de consumidor cada vez más común: el adicto de fin de semana.

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El espejismo del control: cuando la diversión se convierte en dependencia

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Según Manejo, el consumo recreativo que muchos asocian al descanso o la celebración encubre una de las adicciones más difíciles de identificar. “Vivimos en un país donde desde pequeños nos enseñan a relacionar el ocio con las drogas. El problema es que la adicción es evolutiva, siempre va a más”, advierte.

El adicto de fin de semana cree tener el control porque su consumo está limitado a determinados días. Sin embargo, el ciclo que vive es constante: ansiedad los días previos, euforia al inicio y depresión al terminar. En ese proceso, su mente gira en torno a una única idea: cuándo volverá a consumir. El placer ya no está en el encuentro, sino en la expectativa de ese momento.

Las adicciones, señala Manejo, no solo destruyen el cuerpo, sino también la capacidad de disfrutar de la vida cotidiana. El afectado deja de enfocarse en lo que realmente desea y comienza a organizar su semana en función del consumo. “El viernes llega y todo se transforma: la alegría no es por descansar, sino por saber que podrá colocarse. Ahí está la trampa”, explica.

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Fuente: agencias

El patrón se repite una y otra vez. El lunes llega el arrepentimiento, el martes la falsa sensación de normalidad y, hacia el jueves, la mente ya empieza a buscar excusas para repetir el ritual. Este tipo de adicciones funcionan como un reloj emocional que domina la voluntad sin que el individuo lo perciba.

Para Manejo, la adicción de fin de semana es una de las más difíciles de tratar, precisamente porque el afectado no se considera enfermo. “El autoengaño es brutal —señala—. Creen que, como trabajan, pagan sus cuentas y no consumen entre semana, no tienen un problema. Pero están hipotecando su vida, su tiempo y su dinero a cambio de unas horas de euforia”.

El especialista en adicciones también advierte sobre el impacto social de este tipo de comportamientos. Detrás de cada consumidor funcional hay una pareja que sufre, una familia preocupada y una rutina alterada por los altibajos emocionales. Además, el riesgo de accidentes o decisiones impulsivas se incrementa en cada episodio.


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