El preinfarto no siempre avisa con el dramatismo de las películas, ese dolor fulminante en el pecho que nos han enseñado a esperar. A veces, su primer susurro es tan sutil como una molestia en la mandíbula, un mensaje que la mayoría ignoramos. El Dr. Julián Peñas, a sus 61 años, lo tiene claro, y es que según su experiencia un error de interpretación de los síntomas cuesta vidas cada día, un drama silencioso que se podría evitar con la información correcta. ¿Y si la señal de alarma más importante no estuviera donde todos miramos?
La advertencia del Dr. Julián Peñas resuena con una lógica aplastante: «Sigues esperando un dolor en el pecho mientras el preinfarto te avisa en la mandíbula». Esta demoledora afirmación pone el foco en un problema real y es que nuestro imaginario colectivo sobre el aviso cardíaco está peligrosamente sesgado. Desoír estas señales atípicas de nuestro cuerpo nos lleva a perder un tiempo vital que es la barrera entre la vida y la muerte, un tiempo que juega en nuestra contra mientras la verdadera emergencia pasa desapercibida.
¿POR QUÉ IGNORAMOS LAS SEÑALES MÁS EVIDENTES?
Nos hemos acostumbrado a la imagen del infarto de Hollywood, con la mano en el pecho y el gesto de dolor extremo. Sin embargo, la realidad de un problema coronario es infinitamente más compleja y silenciosa. Como recalca el Dr. Peñas la cultura popular ha creado un arquetipo de infarto que nos impide reconocer las señales reales, dejando a miles de personas vulnerables ante un peligro que no saben identificar. Esta disonancia cognitiva es nuestro peor enemigo en la lucha contra el tiempo.
El mecanismo de negación es una respuesta humana muy común ante una señal de alerta coronaria que no encaja en nuestros esquemas. ¿Un dolor de muelas o de espalda como aviso de algo tan grave? Suena ilógico. Es precisamente esta falta de correspondencia lo que nos hace posponer la llamada a urgencias, como bien insiste el Dr. Julián Peñas, ya que pensar «no puede ser a mí» o «ya se me pasará» es una trampa mortal cuando el corazón está pidiendo auxilio de una forma poco convencional.
LOS OTROS MENSAJEROS: LA MANDÍBULA, LA ESPALDA Y EL ESTÓMAGO

Ese dolor que parece una simple neuralgia mandibular o una contractura en la espalda puede ser en realidad una isquemia miocárdica. El Dr. Peñas es muy gráfico en su descripción, «el preinfarto te avisa en la mandíbula», pero las señales no acaban ahí. Hay que entender que el dolor irradiado es un fenómeno común en los ataques cardíacos, donde el cerebro localiza erróneamente el origen del impulso nervioso. Una indigestión persistente o un dolor agudo entre los omóplatos jamás deben ser subestimados.
Mucha gente no sabe que un cansancio extremo y repentino, sin causa aparente, es uno de los síntomas de infarto más frecuentes. Se suele achacar al estrés o a la falta de sueño, pero podría ser el corazón claudicando. Esta fatiga abrumadora impide realizar las tareas más básicas y cotidianas con normalidad, y es una señal de que el músculo cardíaco no está recibiendo el oxígeno que necesita para funcionar. Es otro de esos mensajeros silenciosos que debemos aprender a escuchar.
¿Y SI ERES MUJER? EL AVISO QUE LLEGA DE FORMA DIFERENTE
El patrón clásico de dolor opresivo en el pecho es más común en hombres. En las mujeres, el preinfarto a menudo se camufla con síntomas que se confunden con ansiedad, reflujo o agotamiento. Por eso, el mensaje del Dr. Julián Peñas es aún más crucial para ellas porque la falta de especificidad de los síntomas femeninos provoca que muchas mujeres no busquen ayuda a tiempo. Náuseas, mareos, sudor frío o una sensación de pánico inexplicable son piezas de un puzle que hay que saber unir.
Esta diferencia de género en la sintomatología tiene consecuencias devastadoras, ya que la salud cardiovascular femenina ha sido históricamente menos estudiada. Un preinfarto en una mujer puede manifestarse simplemente como una sensación de malestar general. Esta vaguedad hace que incluso el personal sanitario pueda minimizar los síntomas inicialmente, atribuyéndolos a causas menos graves. Reconocer esta realidad es el primer paso para cambiar las estadísticas y salvar más vidas.
EL TIEMPO ES VIDA: QUÉ HACER ANTE LA MÍNIMA SOSPECHA

Si experimentas alguno de estos síntomas, atípicos o no, la regla de oro es no esperar. La frase del Dr. Julián Peñas sobre el error que cuesta vidas se materializa en cada minuto que se pierde. No intentes conducir hasta el hospital. Lo primero es llamar a los servicios de emergencia para recibir asistencia médica inmediata y especializada, ya que ellos pueden empezar el tratamiento de camino al centro sanitario. Sentarse y mantener la calma mientras llega la ayuda puede marcar una gran diferencia.
El miedo o la vergüenza a una falsa alarma hacen que muchas personas duden antes de pedir ayuda, pero es un riesgo que no vale la pena correr. Cuando hablamos de un posible preinfarto, es infinitamente mejor pecar de precavido que lamentar las consecuencias. Recuerda que los médicos prefieren atender cien falsas alarmas que llegar un minuto tarde a un infarto real. Tu vida es lo más importante, y la rapidez de tu reacción es tu mejor aliada en ese momento crítico.
ESCUCHAR A TU CUERPO: LA MEJOR HERRAMIENTA DE PREVENCIÓN
Adoptar un estilo de vida saludable es la base para proteger nuestro corazón, pero la prevención también consiste en estar informados y vigilantes. Conocer estas señales de alerta del corazón te convierte en un agente activo de tu propia salud. La próxima vez que sientas algo fuera de lo común no lo descartes sin más y pregúntate si podría ser algo más serio, porque esa simple pregunta puede iniciar la cadena de acciones que te salven.
La experiencia del Dr. Julián Peñas nos deja una lección imborrable sobre la importancia de desaprender lo que creíamos saber. No se trata de vivir con miedo, sino de vivir con conocimiento. El verdadero cuidado empieza por prestar atención a los detalles, a esas molestias que parecen insignificantes, ya que el cuerpo rara vez se equivoca cuando envía una señal de que algo no va bien. Escucharlo no es un acto de hipocondría, sino de pura supervivencia.