La próxima vez que entres en una habitación de hotel, la limpieza que percibes podría ser solo una ilusión bien ejecutada. Carmen Ortega, con 61 años y una vida entera como gobernanta a sus espaldas, lo sentencia sin rodeos: ese sello de papel en la puerta o el inodoro es puro teatro. ¿Y si te dijera que, según ella, los protocolos de higiene actuales son más una estrategia de marketing que una garantía de salud? Esa pegatina es fácil de poner, pero lo que esconde detrás podría cambiar tu forma de viajar para siempre.
Esa promesa de una estancia segura se desvanece al escuchar la cruda realidad que narra Carmen. Durante más de treinta años ha visto cómo la presión y la falta de tiempo desvirtúan por completo el concepto de higienización en la mayoría de establecimientos. Prepárate para descubrirlo, porque te están exponiendo a riesgos graves sin que ni siquiera lo sospeches. Lo que Carmen Ortega desvela no te dejará indiferente y te hará mirar con otros ojos cada rincón de tu próximo destino vacacional.
¿QUÉ ESCONDE ESA FAJITA DE PAPEL?

Esa fajita es, en palabras de Carmen Ortega, un truco psicológico que nos hace bajar la guardia desde el primer minuto. Se coloca tras un aseo superficial, porque la mayoría de las veces no garantiza en absoluto una desinfección profunda y real. Romper ese sello nos da una falsa sensación de ser los primeros en usar el espacio tras un saneamiento exhaustivo, pero la realidad, según la ex-gobernanta, es muy distinta y preocupante.
El objetivo no es tu salud, sino tu percepción. Los hoteles saben que la pulcritud es uno de los factores más valorados y han encontrado en este simple gesto una herramienta de marketing tremendamente efectiva. Carmen lo ha visto mil veces, ya que el personal apenas tiene tiempo para cumplir con lo básico, menos aún para un protocolo de esterilización. Es un símbolo vacío que funciona a la perfección para dar el pego.
LOS PUNTOS NEGROS QUE NUNCA SE TOCAN

¿Cuándo fue la última vez que se lavó esa colcha decorativa sobre tu cama? Carmen Ortega te diría que probablemente hace demasiado tiempo. Esos elementos, junto a las cortinas o los cojines, rara vez entran en la lavandería entre un huésped y otro. Lo mismo ocurre bajo la cama, porque se prioriza lo que se ve a simple vista para que la habitación parezca impoluta. Un simple vistazo no es suficiente para juzgar el verdadero estado de la habitación.
La misma suerte corren los filtros del aire acondicionado, los interruptores de las lámparas de noche o incluso el interior de los armarios. Son los grandes olvidados en el aseo diario de las habitaciones. Carmen insiste en que, si los huéspedes supieran lo que se acumula en esos rincones, muchos se pensarían dos veces el caminar descalzos o dejar su ropa sobre el sofá. La apariencia de orden no siempre es sinónimo de una higiene real.
EL MANDO A DISTANCIA: UN FOCO DE BACTERIAS

El mando de la televisión pasa por decenas de manos cada mes y rara vez se desinfecta correctamente. Es uno de esos detalles que, como confirma Carmen Ortega, delatan la calidad de un saneamiento. Por sus ranuras y botones, acumula una cantidad de gérmenes que podría competir con la de cualquier superficie de un baño público. Y ahí está, sobre tu almohada, esperando a que lo cojas para cambiar de canal antes de dormir.
Pero no es el único. El teléfono, los pomos de las puertas y el secador de pelo son otros focos de riesgo biológico que a menudo solo reciben una pasada superficial con una bayeta. La ex-gobernanta advierte que es en estos pequeños objetos donde reside el peligro, porque una higiene profunda de estos elementos requiere un tiempo y unos productos específicos que no se usan. Esta es una de las razones por las que Carmen habla de «riesgos graves».
EL TIEMPO ES ORO, Y TU SALUD PLATA

Imagina tener que dejar una habitación perfecta en menos de media hora. Esa es la realidad para la mayoría de las camareras de piso, una presión que, según explica Carmen Ortega, hace inviable cualquier protocolo serio. Las rutinas de aseo se convierten en una carrera contrarreloj, porque se les asigna un número de habitaciones por jornada que obliga a sacrificar la calidad en favor de la cantidad. No es mala praxis, es una consecuencia directa de la precariedad.
Este sistema obliga a reutilizar bayetas más de lo debido o a usar los mismos productos para superficies muy distintas, como el baño y el mobiliario. Carmen lo sabe bien, pues ha luchado contra ello toda su vida. Afirma con rotundidad que la dirección de muchos hoteles es plenamente consciente de que una desinfección real es imposible con esos márgenes, pero el modelo de negocio se impone sobre el bienestar del cliente.
UN CONSEJO DE EXPERTA PARA DORMIR TRANQUILO

No se trata de obsesionarse, sino de ser prácticos. Su consejo es llevar siempre en la maleta un pequeño bote de espray desinfectante o unas toallitas antibacterianas. Antes de instalarte, dedica dos minutos a repasar esas superficies de alto contacto, ya que tú mismo puedes higienizar el mando a distancia, los interruptores y los pomos para tu propia tranquilidad. Este simple gesto, asegura Carmen, puede marcar una gran diferencia en tu exposición a gérmenes.
La próxima vez que viajes, quizás recuerdes las palabras de Carmen y veas esa habitación con otros ojos, prestando atención a los detalles que antes pasaban desapercibidos. Su experiencia nos enseña que una verdadera sensación de pulcritud no viene de un sello de papel. La auténtica limpieza reside en una conciencia crítica, porque la salud es un asunto demasiado importante como para dejarlo en manos de una promesa de marketing hotelero.