Miguel Lago ha vuelto a demostrar en televisión que, detrás de su habitual sentido del humor, se esconde una profunda sensibilidad hacia los temas que verdaderamente importan. El humorista, conocido por su franqueza y su estilo directo, sorprendió a los espectadores de Y ahora Sonsoles al confesar que su familia ha vivido de cerca el drama del acoso escolar, un problema que, según él, sigue sin recibir la atención ni la respuesta que merece. Durante la emisión del 15 de octubre, Miguel Lago interrumpió la conversación habitual de la mesa de actualidad para compartir una experiencia personal que emocionó a los presentes y reavivó un debate necesario sobre la violencia que se ejerce en los colegios.
3Miguel Lago habla de sus hijos
El humorista también reconoció que no todos reciben bien sus críticas hacia los colegios y las instituciones. “Luego me dicen cosas por redes sociales porque señalo a los centros. Pero es que a ellos les confiamos lo más valioso que tenemos: nuestros hijos”, recordó. Para él, el cambio solo será posible si los adultos —padres, profesores, políticos y comunicadores— asumen su parte de responsabilidad y dejan de mirar hacia otro lado. “Hay que hablar, denunciar, intervenir. El silencio no ayuda a nadie”, insistió.
El relato de Miguel Lago ha sido recibido con una ola de apoyo por parte de los espectadores y de muchos compañeros de profesión, que han elogiado su valentía al exponer un asunto tan personal. No es la primera vez que el colaborador se muestra especialmente sensible con temas relacionados con la educación o la infancia. En anteriores ocasiones ha hablado también de su hermano, con discapacidad intelectual, y de cómo su familia ha aprendido a enfrentarse a las dificultades con amor y humor, dos valores que dice haber heredado de sus padres. En esta ocasión, sin embargo, su tono fue distinto: más grave, más consciente de que hay historias que no admiten bromas.
Con esta confesión, Miguel Lago ha conseguido que el país vuelva a mirar de frente un tema que a menudo se esquiva por incomodidad o desconocimiento. Lo hizo desde la emoción, pero también desde la responsabilidad, consciente de que su voz puede servir para visibilizar el dolor de tantas familias. “No quiero compasión, quiero compromiso”, afirmó antes de despedirse, dejando al público reflexionando sobre la magnitud del problema. Y es que, en un tiempo en el que la comedia parece reinar en los platós, Miguel Lago ha demostrado que la risa y la verdad pueden compartir espacio, siempre que el corazón esté dispuesto a escuchar.








