miércoles, 15 octubre 2025

Santiago Regaliza (38), experto en adicciones: “Tú consumes porque lo necesitas; lo que pasa es que te autoengañas pensando que te apetece.”

- Una historia real que revela el lado más humano y desconocido de las adicciones, contada por quien logró salir del abismo.

Adicciones: la epidemia silenciosa que roba vidas sin hacer ruido. Santiago Regaliza sabe de lo que habla. Durante 16 años vivió atrapado en el consumo y lleva casi siete sin probar nada. Por eso, cuando afirma que la adicción es una epidemia silenciosa, no habla desde la teoría, sino desde la cicatriz. Según él, “afecta a muchas más casas de lo que la gente se imagina”. Y lo dice con una calma que solo tienen quienes han estado al borde y han vuelto.

Hoy, convertido en experto y divulgador, trata de explicar lo que durante años ni él mismo entendía. “La adicción en sí es una enfermedad mental, pero como la copa de un pino”, repite con firmeza. No es un vicio, ni una falta de voluntad: es un secuestro. Un enemigo invisible que toma el control del cerebro y lo convence de que el consumo es la única forma posible de alivio.

El autoengaño: el corazón de la adicción

adicciones
La adicción se disfraza de control y acaba robando la libertad. Fuente: Canva.

Regaliza la llama “la enfermedad del autoengaño”. Y la frase, aunque suene dura, encierra la esencia de lo que él vivió. “El adicto vive en su propia mentira constantemente”, confiesa. No se trata de maldad, sino de supervivencia: el cerebro adicto crea una historia para justificar el consumo. “Tú consumes porque lo necesitas —explica—, pero te autoengañas pensando que te apetece”.

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En ese proceso, el cerebro coloca la sustancia por encima de todo: del trabajo, de los amigos, de la familia. “La droga te roba el alma”, dice sin rodeos. “Te quita ese brillo, esa chispa que te hace único… lo que los demás disfrutan de ti”. Lo describe casi como si hablara de un viejo amor, y no es casualidad. “La droga fue el gran amor de mi vida, y mi cerebro la recordará siempre”, admite.

Una enfermedad que se disfraza

Renacer tras la adiccion Merca2.es
Superar una adicción es morir en vida y volver a nacer. Fuente: Canva.

La adicción tiene otra cara cruel: se esconde bien. “El adicto en sí no sabe que es adicto”, explica. Minimiza su problema, lo compara con el de otros y siempre encuentra una excusa: “solo los fines de semana, no es para tanto”. Pero ese autoengaño tiene un precio.

Regaliza pone un ejemplo que golpea: “¿Por qué intentas controlar algo si ese algo no te controla a ti? Todo lo que intentas controlar ya te está controlando”. Cuando el pensamiento gira en torno al consumo, la libertad ya está perdida. Luego llega el ciclo de culpa y arrepentimiento, seguido, inevitablemente, por la recaída. Basta una excusa cualquiera: un gol del Madrid, un cumpleaños, una mala semana.

El camino de vuelta

El peso del autoengano Merca2.es
El trabajo, el móvil o el deporte también pueden ser adicciones. Fuente: Canva.

Dejar la droga no fue fácil. “El mayor error es intentar hacerlo solo. Eso es imposible”, insiste. Y lo dice con la convicción de quien lo ha probado todo. Para Regaliza, la recuperación empieza cuando uno aprende a mirar hacia adentro, a descifrar los trucos de la enfermedad y a reconstruir la vida desde cero.

“Dejar la droga es morir en vida y volver a nacer literalmente”, dice. Pero renacer trae un regalo inmenso: la paz. “Volver a estar bien contigo mismo, no deberte nada, sentirte en calma… eso es el mayor tesoro que existe.”

Adicciones invisibles

Más allá de las drogas, Regaliza lanza una advertencia que suena incómoda: el mundo está lleno de adicciones disfrazadas. El trabajo, el deporte, el móvil, las redes sociales. “Todas buscan lo mismo: una dosis de dopamina que nos evada de lo que duele dentro.”

Habla también de la coadicción, esa dependencia emocional de quienes rodean al adicto. “Las parejas o las madres acaban girando en torno al adicto, igual que el adicto gira en torno a la droga.”

Una sociedad anestesiada

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Su reflexión final deja un eco inquietante: “Si elimináramos todas las adicciones de golpe, se desataría una guerra mundial”. Lo dice con una media sonrisa, pero en el fondo hay verdad. “Vivimos anestesiados. Las adicciones son nuestra forma de soportar lo que no sabemos mirar: nuestras carencias, inseguridades y sombras.”

Santiago Regaliza no pretende moralizar. Lo que busca es comprensión. Que dejemos de ver la adicción como un estigma y empecemos a verla como lo que realmente es: una enfermedad que roba la libertad, pero de la que también se puede salir. Con ayuda, con consciencia y, sobre todo, con la valentía de mirarse de frente.


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