En algunas oficinas tecnológicas de Reino Unido y Silicon Valley, una tendencia curiosa está cambiando la forma de trabajar: empleados que dejan los zapatos al entrar y se mueven solo en calcetines o pantuflas. Lo que podría parecer un gesto caprichoso responde al objetivo claro de transformar el lugar de trabajo en un espacio de bienestar que potencie la creatividad y reduzca la ansiedad. Esta práctica, aún minoritaria, comienza a consolidarse como un símbolo de cultura laboral contemporánea.
La idea de trabajar sin zapatos tiene un respaldo más allá del confort. Según varias start-ups británicas y estadounidenses, quitarse el calzado contribuye a mejorar la concentración, relajar el cuerpo y generar un entorno más humano. En oficinas donde se busca fomentar la innovación y el pensamiento creativo, pequeños cambios en la rutina diaria pueden marcar una gran diferencia en el rendimiento.
Bienestar y productividad: el impacto de quitarse los zapatos

Natalie James, fundadora de helloSKIN, implementó en 2024 la política de solo calcetines en su oficina. “Las oficinas son, por naturaleza, entornos estresantes. Si un gesto como quitarte los zapatos te hace sentir más cómodo y, por tanto, más creativo, es una decisión evidente”, afirma. La norma incluye algunas reglas: los pies no deben estar descalzos, los calcetines deben estar limpios y sin agujeros, y el calzado sigue siendo obligatorio en zonas comunes como la cocina o los baños.
Gary Byrnes, CEO de Tao Climate, coincide en que trabajar en un ambiente más relajado impacta directamente en la productividad. “Cualquier iniciativa que haga la oficina más llevadera mejora el bienestar, la concentración y la creatividad”, asegura. La práctica también ofrece beneficios tangibles: los empleados reportan sentirse más calmados, más conectados con su entorno y capaces de trabajar de manera más eficiente durante la jornada.
Trabajar cómodo: Una tendencia que cruza fronteras

El fenómeno no se limita al Reino Unido. Start-ups estadounidenses como Cursor, Speak y Whop han adoptado políticas similares, considerando que trabajar cómodo influye en la innovación y en la cohesión de los equipos. Andy Hague, CEO de Tech West Midlands y persona neurodivergente, lo explica con claridad: “Llevar zapatos me desconecta del suelo y afecta mi concentración. Solo puedo trabajar al 70%; el resto de mi atención se centra en la incomodidad”.
En entornos tecnológicos donde se imponen jornadas maratonianas, cualquier estrategia que reduzca la tensión se convierte en un factor estratégico. Anita Williams Woolley, profesora de comportamiento organizacional en Carnegie Mellon, señala que crear espacios de trabajo más cómodos puede generar ventajas importantes en creatividad y colaboración. Así, trabajar sin zapatos no es solo un capricho estético, sino una herramienta para mejorar la salud mental, el rendimiento y la innovación dentro de la oficina.