martes, 14 octubre 2025

Diego Soler (46), exdirectivo adicto a la cafeína, cuenta qué le pasó al dejar el café a primera hora: “Pensé que no podría rendir sin café”

El momento óptimo para tomar café y aprovechar al máximo su efecto estimulante es entre las 9:30 y las 11:30 de la mañana, cuando el cortisol desciende. Retrasar la primera taza de café puede resultar en una mayor claridad mental, energía más sostenida durante el día y una menor dependencia y ansiedad.

La cafeína que Diego Soler (46) ingería cada mañana nada más levantarse era, según él, el único motor que le permitía arrancar. Este exdirectivo vivió durante años convencido de que sin esa primera taza humeante su cerebro simplemente no se activaría, una creencia que, como descubriría más tarde, no solo era falsa, sino contraproducente. Lo que no sabía entonces es que la ciencia demuestra que el café a primera hora puede generar tolerancia y reducir su efecto real, una revelación que cambió por completo su rutina y su energía.

Su historia, resumida en una frase que repetía como un mantra, “pensé que no podría rendir sin café”, es el reflejo de una sociedad que ha normalizado el consumo de esta bebida estimulante como un acto casi reflejo al sonar el despertador. ¿Y si el secreto para aprovechar su poder no estuviera en la cantidad, sino en el momento exacto de tomarlo? La respuesta se esconde en nuestro propio cuerpo y sincronizar el consumo de café con nuestros ritmos biológicos es la clave para obtener un impulso real y evitar la ansiedad.

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¿POR QUÉ ESE PRIMER CAFÉ NO TE ESTÁ SALVANDO LAS MAÑANAS?

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Lo que Diego Soler creía que era una necesidad imperiosa era en realidad una respuesta de su cuerpo pidiendo algo que ya no le funcionaba como antes. Aquella primera taza de café, lejos de ser un impulso, se había convertido en una simple formalidad para calmar una dependencia que él mismo había creado sin saberlo. Se dio cuenta de que el efecto estimulante que buscaba desesperadamente se había desvanecido con el tiempo, obligándole a aumentar la dosis para sentirse mínimamente despierto y funcional.

Esta carrera por conseguir un chute de energía mañanero le llevaba a un estado de nerviosismo poco productivo a media mañana, seguido de un bajón de energía por la tarde. El exdirectivo confiesa que llegó a pensar que algo no iba bien con su capacidad de concentración, sin sospechar que la raíz del problema estaba en su ritual más sagrado. Lo que ignoraba es que el cuerpo desarrolla una tolerancia a la cafeína cuando se consume en momentos de máxima alerta natural, saboteando así su propósito original.

EL SECRETO QUE TU CUERPO TE OCULTA CADA AMANECER

La cronofarmacología nos enseña que el cuándo es tan importante como el qué, y en el caso de la cafeína, esta regla es fundamental. El cuerpo humano tiene su propio estimulante natural, y darle una dosis externa en el momento equivocado es como echar agua a un vaso que ya está lleno. Fuente: Freepik
La cronofarmacología nos enseña que el cuándo es tan importante como el qué, y en el caso de la cafeína, esta regla es fundamental. El cuerpo humano tiene su propio estimulante natural, y darle una dosis externa en el momento equivocado es como echar agua a un vaso que ya está lleno. Fuente: Freepik

Cada mañana, nuestro organismo produce de forma natural una hormona llamada cortisol, conocida popularmente como la hormona del estrés, pero que en realidad es la responsable de activarnos. ¿Te has parado a pensar por qué te despiertas de forma natural incluso antes de que suene la alarma? Es el cortisol trabajando. Precisamente, entre las 8 y las 9 de la mañana los niveles de cortisol alcanzan su punto máximo de forma natural, proporcionándonos el empuje necesario para empezar el día.

El problema surge al introducir cafeína en ese pico de cortisol, como le ocurría a Diego Soler. Al hacerlo, no solo estamos desaprovechando el impulso del café, sino que le estamos enseñando a nuestro cuerpo a producir menos cortisol y a depender del estímulo externo. En esencia, el consumo de un estimulante cuando el cuerpo ya está en su máximo estado de alerta interfiere con los ritmos circadianos, lo que a la larga provoca una mayor sensación de fatiga y dependencia.

LA HORA DORADA: ¿CUÁNDO TOMAR CAFÉ PARA QUE SÍ FUNCIONE?

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La ciencia sugiere esperar a que los niveles de cortisol comiencen a descender de forma natural para que el café tenga un impacto real y efectivo en nuestro estado de alerta. Este momento mágico, que los expertos denominan la «ventana de oportunidad», suele situarse unas horas después de despertarnos. Para la mayoría de las personas con un horario convencional, el intervalo ideal para tomar café se encuentra entre las 9:30 y las 11:30 de la mañana, cuando el cuerpo es más receptivo a sus efectos.

Esperar a media mañana para esa primera taza permite que la cafeína actúe como un verdadero potenciador de energía, en lugar de un simple sustituto del cortisol que nuestro cuerpo ya no produce eficientemente. El resultado es un estado de concentración más claro, sostenido y sin el nerviosismo asociado al consumo temprano. Es entonces cuando el café despliega su verdadero potencial sin crear una dependencia hormonal a largo plazo, ofreciendo un rendimiento mental óptimo y un bienestar general.

“PENSÉ QUE NO PODRÍA RENDIR SIN CAFÉ”: LA TRANSFORMACIÓN INESPERADA

El cambio de hábito de Diego Soler no fue instantáneo, pero los resultados que obtuvo al retrasar su consumo de cafeína superaron todas sus expectativas. Los primeros días fueron un desafío a su fuerza de voluntad, una lucha contra un hábito arraigado durante décadas. Fuente: Freepik
El cambio de hábito de Diego Soler no fue instantáneo, pero los resultados que obtuvo al retrasar su consumo de cafeína superaron todas sus expectativas. Los primeros días fueron un desafío a su fuerza de voluntad, una lucha contra un hábito arraigado durante décadas. Fuente: Freepik

«Los tres primeros días fueron duros, no voy a negarlo», confiesa Diego. Su cuerpo estaba acostumbrado a recibir su dosis nada más levantarse y la sensación de letargo era intensa. Sin embargo, aguantó y, para su sorpresa, al cuarto día algo empezó a cambiar. Notó que retrasar su primer café hasta las diez de la mañana le proporcionaba una claridad mental que no recordaba haber tenido en años, un efecto mucho más potente y duradero.

A las pocas semanas, la transformación era evidente. Ya no experimentaba los picos de ansiedad ni los bajones de energía vespertinos, y su sueño había mejorado notablemente. La frase que tanto repetía, «pensé que no podría rendir sin café», se convirtió en el recuerdo de una creencia limitante que había superado. Descubrió que la cafeína, bien administrada, era una aliada mucho más poderosa, y que el verdadero control sobre su energía residía en entender y respetar los ritmos de su propio cuerpo.

REDESCUBRIR EL PODER DE UNA TAZA Y ESCUCHAR A TU CUERPO

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El café pasó de ser una muleta indispensable a un placer consciente para Diego. Ahora disfruta de un buen expreso a media mañana no por necesidad, sino por el puro disfrute y el impulso de concentración que le aporta en el momento justo. Este cambio le ha permitido liberarse de una dependencia que ni siquiera sabía que tenía, mejorando su productividad y su estado de ánimo. Dejó de ser un esclavo de la taza para convertirse en un estratega de su propia energía, usando el café como una herramienta de precisión.

La clave, al final, no está en demonizar la cafeína, sino en entender su funcionamiento para usarla a nuestro favor. La historia de Diego nos enseña que, a veces, los cambios más significativos provienen de las decisiones más pequeñas, como esperar una hora más para ese primer sorbo. Escuchar a nuestro cuerpo nos permite optimizar nuestros recursos naturales, y descubrir que a menudo tenemos más energía propia de la que creemos, una lección valiosa en un mundo que nos empuja constantemente a buscar soluciones rápidas fuera de nosotros mismos.


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