martes, 14 octubre 2025

La desagrable nueva etapa de Banco Sabadell y BBVA

Los directivos y los empleados de Banco Sabadell serán los primeros en caer.
El arraigo de la marca con su tierra natal desaparecerá tarde o temprano.
Los beneficios económicos de la operación podrían no darse.

La operación más relevante de los últimos años en España, la OPA (Oferta Pública de Adquisición) lanzada por BBVA para comprar Banco Sabadell, podría haber llegado a su desenlace. Sin embargo, lo que dista mucho de concluir es la montaña rusa que viven inversores, accionistas, directivos y empleados de ambas entidades. Ya sea porque el banco bilbaíno haya logrado su objetivo, porque se haya quedado a medias y deba lanzar una nueva OPA —opción que el mercado considera la más probable— o porque la oferta haya sido rechazada, a partir de esta semana el panorama financiero español cambiará por completo.

El próximo viernes 17 de octubre es la fecha marcada en rojo para el desenlace de la OPA. Ese día se conocerá el porcentaje de aceptación de la oferta de BBVA y, en consecuencia, la decisión que adoptará su cúpula directiva. A priori, el mercado prevé que el resultado se sitúe por debajo del 50%, lo que obligaría al banco bilbaíno a decidir si rompe su promesa —BBVA siempre se ha mostrado reticente a hablar de una segunda vuelta— para tomar el control restante de Banco Sabadell. En ese escenario, se da por hecho que la entidad seguirá adelante, iniciando un nuevo proceso que podría prolongarse durante seis meses.

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A pesar del impacto mediático del evento, su efecto práctico será limitado, ya que, de un modo u otro, marcará el inicio de la absorción de Banco Sabadell. Y es precisamente ahí donde aparecerá la parte más amarga del proceso. Los primeros en notarlo serán los accionistas de BBVA, que verán caer el valor de sus títulos, seguidos por los directivos y empleados de Banco Sabadell, cuya presencia en la nueva entidad se irá diluyendo progresivamente.

El adiós a Banco Sabadell

En los últimos años, España ha sido testigo de varias fusiones y absorciones bancarias, y en todas ellas el banco más pequeño ha acabado desapareciendo. Hace apenas un año, José Ignacio Goirigolzarri abandonó voluntariamente la presidencia de CaixaBank y fue sustituido por Tomás Muniesa, vicepresidente de la entidad. Con ese movimiento se extinguió el último vestigio de Bankia en la nueva CaixaBank.

Algo similar ocurrió cuando Manuel Menéndez, consejero delegado de Unicaja, presentó su dimisión tras la fusión con Liberbank. Su salida, motivada por los desacuerdos con la Fundación Unicaja, supuso el final del legado de Liberbank dentro del nuevo grupo. Ambos casos se produjeron en fusiones amistosas, por lo que el escenario resultante de una operación más hostil —como la de Banco Sabadell y BBVA— podría ser todavía más tajante.

BBVA se queda cerca de los 5.000 millones de beneficios en el primer semestre, casi un 30 % más
Presidente de BBVA, Carlos Torres Vila.

Aunque las salidas de altos cargos suelen acaparar los titulares, las mayores consecuencias las sufren los trabajadores. La integración entre CaixaBank y Bankia provocó la salida de casi 7.000 empleados, la mayoría procedentes de la entidad absorbida. Del mismo modo, Banco Santander eliminó más del 80% de la plantilla de Banco Popular tras su adquisición. Si se repite el patrón, el futuro de muchos empleados de Banco Sabadell podría quedar en entredicho.

¿Habrá beneficios económicos tras la absorción de Banco Sabadell?

Más allá del impacto humano, la absorción de Banco Sabadell por parte de BBVA implicaría costes significativos. Se estima que podrían producirse unas 5.000 salidas, con un coste total similar al de la fusión entre CaixaBank y Bankia, que requirió provisionar cerca de 2.000 millones de euros. En este caso, la inflación salarial podría incrementar todavía más la factura de reestructuración.

Otro obstáculo es que BBVA no podrá recurrir al llamado badwill, un ajuste contable aprobado por el BCE que permite compensar pérdidas cuando una entidad compra otra por debajo de su valor en libros. Banco Sabadell, sin embargo, cotiza por encima de ese valor, lo que elimina esta ventaja contable que sí pudo aprovechar CaixaBank en su día.

Tampoco está claro que la fusión vaya a generar valor real para los accionistas de BBVA. El ejemplo de Banco Santander, que hoy vale menos —ajustado por inflación— que la suma de Santander y Banco Popular en sus momentos álgidos, o el de Unicaja, cuyo rendimiento bursátil ha sido el más débil del sector, evidencian que las integraciones no siempre traen beneficios inmediatos.

En definitiva, tras el ruido mediático de la OPA llega una etapa aún más incierta: la de la integración por absorción. Esto no solo podría significar el fin de la marca Banco Sabadell, sino también la pérdida de sus equipos, su cultura corporativa y su arraigo territorial, por mucho que BBVA trate de mantenerlo en un primer momento. A ello se sumará, previsiblemente, la intervención del Gobierno, interesado en el impacto laboral y financiero de la operación. Al final, tras tantos discursos y promesas, podría aflorar la cara más dura de las grandes fusiones bancarias en España.


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