El Dr. Carlos Zenalmor, psiquiatra y psicoterapeuta, no solo estudia el estrés y el burnout laboral: lo ha vivido en carne propia. Sufrió dos crisis graves de burnout, una trabajando en un gran hospital de Madrid y otra al iniciar su consulta privada. “Mi infancia fue la de un niño muy estudioso, que ponía mucho peso en el trabajo y mucha identidad en el trabajo”, confiesa. Esa necesidad de cumplir y complacer se convirtió en un patrón que lo acompañó hasta la vida adulta. ¿Te suena familiar? Muchos de nosotros cargamos con algo parecido.
Qué es realmente el burnout

Para Zenalmor, el burnout no es solo cansancio; es un colapso progresivo de cuerpo y mente. La OMS lo reconoce como un problema de salud que afecta al 30% de los trabajadores, más que la depresión o la ansiedad. “El burnout al final es… te has saturado de trabajo, de responsabilidades, y tu mente dice ‘No puedo más’”, explica. Y uno siente casi esa presión en el pecho mientras lo escucha.
Cómo se manifiesta

El burnout suele aparecer en tres frentes:
1. Agotamiento físico: te despiertas sin energía, aunque hayas dormido bien. El cuerpo grita y, si no lo escuchas, pueden aparecer problemas serios: infartos, digestiones alteradas, dolores musculares… un verdadero aviso de que algo está fuera de control.
2. Agotamiento mental: tu cabeza está como envuelta en niebla. No te concentras, procrastinas, olvidas cosas. El cansancio extremo puede derivar en ansiedad o depresión. Es como intentar conducir un coche con los frenos fallando: sabes que algo no funciona, pero no puedes controlarlo.
3. Desconexión emocional y pérdida de sentido: lo que antes te motivaba ahora te deja frío. “Te vas desconectando emocionalmente de tu trabajo… tu mente sabe que te está haciendo daño y te pone una barrera. En psiquiatría lo llamamos despersonalización”, explica. Esa pérdida de propósito y realización personal es silenciosa, pero devastadora.
En casos extremos, la tensión acumulada puede provocar síntomas físicos dramáticos, desde pérdida temporal de memoria hasta parálisis de extremidades, que solo desaparecen con descanso y recuperación real.
Quiénes son más vulnerables

Zenalmor identifica dos perfiles que sufren más burnout:
• Perfeccionistas: buscan la excelencia en todo y les cuesta delegar. “El perfeccionista no es solo quien quiere hacerlo todo perfecto… necesita un 10, nunca le vale un 9”, dice. La frustración es constante porque la lista de tareas nunca termina y la perfección es inalcanzable.
• Salvadores: personas que sienten la obligación de ayudar a todos y no saben decir ‘no’. “Necesitan sentir que son los que ayudan a los demás”, apunta. Este comportamiento puede transformarse en una sobrecarga crónica.
Y ojo, incluso la vocación y la pasión, si se llevan al extremo, no protegen del burnout, sino que pueden convertirse en un arma de doble filo.
Estrés, descanso y la culpa de parar
El estrés no es el enemigo; es natural y necesario. Lo que duele es el exceso. Demasiado poco estrés provoca apatía; demasiado, te quema. Zenalmor recomienda balancearlo con descanso y regeneración. Pero muchos sienten culpa por parar, y eso se convierte en otro obstáculo. “Tienes que atravesar la culpa; es la señal que te avisa de lo que sí necesitas hacer”, dice, con una mezcla de firmeza y comprensión.
Recuperación y tratamiento
La buena noticia es que el burnout se puede superar. Zenalmor dirige un programa intensivo de tres meses, donde la recuperación puede comenzar incluso en las primeras semanas. Eso sí, advierte: la medicación es solo un parche temporal. “Si no haces un trabajo interno profundo, la medicación no arregla la raíz del problema; solo es un apoyo momentáneo”, explica.
El descanso, subraya, no es solo para poder seguir produciendo: activa el sistema nervioso parasimpático, regenera cuerpo y mente y también nutre la creatividad, la espiritualidad y la conexión con otros. Al final, la responsabilidad es personal: ‘La solución empieza por ti; si esperas a que cambie el sistema, tardará años’.
Zenalmor nos deja una reflexión que se siente cercana y real: cuidarte no es un lujo, es sobrevivir y vivir plenamente. Aprender a decir “basta”, priorizar tu bienestar y escuchar tu cuerpo no es opcional; es vital.