Alex Gómez Marín, doctor en física y neurocientífico, nunca imaginó que una experiencia personal cambiaría por completo su visión de la vida y la muerte. Todo comenzó con un sangrado en el estómago que lo llevó a una experiencia cercana a la muerte (ECM).
“Vi unos seres al final de un pozo. Miraba hacia arriba y me estaban esperando tres seres, con una luz amarilla que venía del otro lado. Sentí de inmediato que si aceptaba su ayuda a cruzar, me moriría. Lo supe. No lo pensé ni lo creí, lo supe”, recuerda Gómez Marín. Un instante breve, pero lo suficientemente intenso como para transformar su manera de ver la existencia y la ciencia.
Hasta ese momento, llevaba más de 20 años dedicado a la investigación y tenía un doctorado en física, pero nunca se había planteado la gran pregunta: ¿hay algo después de la muerte? Tras esa experiencia, comenzó a explorar cómo integrar lo que vivió desde la física y la neurociencia, descubriendo lo que él llama “una cara oculta de ambas disciplinas que nadie nos había contado”. Hoy sostiene que muchos científicos deberían admitir que, en realidad, no saben lo que ocurre después de la muerte, aunque durante siglos negaron y ridiculizaron a quienes relataban experiencias similares.
La herida fundacional de la ciencia

Gómez Marín habla de lo que él llama “la herida fundacional de Galileo”, o el divorcio entre lo que se puede medir y lo que no. Mientras la física y la matemática avanzaban, cuestiones esenciales para los seres humanos —el amor, la memoria, el miedo, la consciencia— quedaron relegadas al olvido.
“Al humano lo que le importa es: ¿qué hago aquí? ¿qué pasará cuando me muera? Esa es la gran pregunta que todos tenemos”, dice con un brillo en los ojos. La ciencia, con apenas 400 años de historia, apenas ha empezado a rozar lo que tradiciones milenarias ya exploraban con profundidad.
El Modelo Receptor de la Consciencia

Para explicar cómo la mente puede seguir activa incluso si el cerebro falla, Gómez Marín propone el Modelo de las Dos P:
- Cerebro Productivo (PP): La consciencia se genera en el cerebro; si este se apaga, todo se termina.
- Cerebro Permisivo o Receptor (PP): El cerebro actúa como un filtro, permitiendo que la mente se manifieste en el mundo. Incluso si el cerebro falla, la consciencia puede continuar.
Este modelo ayuda a entender fenómenos como la lucidez terminal, donde personas con enfermedades graves recuperan claridad mental poco antes de morir, algo que la hipótesis tradicional no puede explicar.
Márgenes de la consciencia

Gómez Marín se adentra en lo que llama los márgenes de la consciencia: experiencias que no encajan en la ciencia convencional pero que muchas personas viven. Telepatía, sueños precognitivos, mediumnidad o niños que recuerdan vidas pasadas son algunos ejemplos.
Respecto a la vida después de la muerte, se muestra cauteloso pero esperanzado: “Tiene buena pinta. No puedo demostrarlo científicamente, pero las evidencias apuntan hacia allí”. Incluso fenómenos más extraordinarios, como la retrocausalidad en visión remota, sugieren que la mente puede percibir información del futuro. “Vi con mis propios ojos cómo alguien parecía arrastrar un trocito del futuro y plasmarlo en el papel”, relata.
Ciencia, espiritualidad y unidad
Para entender por qué estos temas han sido ignorados, utiliza la metáfora del taburete de la ciencia, con tres patas: teoría, datos empíricos y contexto sociopolítico. Aunque tengamos teoría y datos, la pata sociopolítica determina qué se acepta y qué se ignora.
Gómez Marín insiste en que la ciencia no ofrece verdades absolutas sobre Dios o la vida después de la muerte; sus hallazgos son móviles, parciales. Por eso propone buscar la unidad entre ciencia, espiritualidad y tradición, dejando atrás las pequeñas guerras entre bandos que, en esencia, buscan lo mismo: comprender nuestra existencia.