La salud oral en las personas de edad avanzada no es un tema baladí: poder conservar una boca sana puede llegar a ser un elemento que marca la diferencia entre una vejez digna o una vejez limitada. Pero el contexto actual nos presenta unos datos nada optimistas: la atención odontológica que suele recibir esta población es lamentablemente muy baja. También es cierto que, si bien se han producido cambios y mejoras importantes en las últimas décadas, los obstáculos que persisten son tan relevantes que el camino por recorrer es enorme.
1EL ABANDONO ODONTOLÓGICO EN LA VEJEZ

Cuando hablamos de que muchos mayores no van al dentista, no nos referimos solo a “falta de ganas”. Detrás de esa no asistencia hay múltiples barreras: económicas, culturales, de acceso, etc. Así por ejemplo, las estadísticas muestran que se tratan aproximadamente 1 de cada 4 dientes dañados por caries en este grupo, ya que la mayoría de las lesiones quedan activas.
Una parte importante del problema es el gradiente social: los mayores con peores condiciones económicas presentan más enfermedades bucodentales y son objeto del menor número de tratamientos. En la economía baja, el índice de restauraciones y/o dientes tratados con respecto a dientes afectados se sitúa en el 18 %, frente al 41 % de los de nivel más alto. En cuanto a las personas completamente desdentadas, el porcentaje llega al 8,5 % en las de menor clase social, frente al 0,1 % en niveles económicos altos.
El siguiente factor es la costumbre o educación: solo la mitad de los mayores se cepillan con la frecuencia recomendada, y en muchos casos la falta de información sobre técnicas de higiene, el desconocimiento de las relaciones entre la boca y la salud sistemática, o la idea de que “ya no vale la pena cuidar de dientes viejos” actúan como barreras psicológicas.
Finalmente, el propio sistema sanitario y las políticas públicas constituyen un cuarto factor importante.