El cáncer cambia vidas, pero también despierta vocaciones. Cuando la doctora Ingrid Flandes Aguilar habla de su trabajo, lo hace con la serenidad de quien lleva años luchando batallas difíciles y con la humanidad de quien nunca ha olvidado por qué empezó.
Egresada de la Universidad Anáhuac México Norte, con especialidad en cirugía general, hoy forma parte del Departamento de Cirugía Oncológica del Hospital Central Militar de la Sedena y también es cirujana oncóloga en el Hospital Ángeles de Acoxpa.
Aun con tantos títulos a cuestas, no pierde la sencillez. “La oncología —dice— es una disciplina que nunca se trabaja en soledad. Detrás de cada caso hay un equipo enorme: oncólogos, radiólogos, cirujanos, enfermeras, gente que pone el corazón todos los días.”
Su tono se suaviza cuando intenta explicar qué significa, realmente, dedicarse al cáncer. “La oncología trata todo lo que tiene que ver con los tumores, generalmente malignos, aunque también vemos algunos benignos o premalignos. Pero más allá del diagnóstico, lo que enfrentamos son historias humanas, familias enteras que de pronto se ven golpeadas por algo que no esperaban.”
Crioterapia: una esperanza que no duele tanto

En los últimos años, la doctora Flandes Aguilar ha impulsado un tratamiento que, dicho por ella, “ha devuelto tranquilidad a muchos pacientes”: la crioterapia, también conocida como criablación o criocirugía.
“Básicamente —explica— consiste en llevar el tumor a temperaturas extremas para que las células mueran sin necesidad de una cirugía mayor.”
Lo dice con la naturalidad de quien lo ha visto funcionar. A través de agujas muy delgadas, se inyectan gases como nitrógeno u óxido de argón, que enfrían el tejido a temperaturas de entre –30 y –40 grados Celsius. Puede hacerse guiado por ultrasonido, por laparoscopía o incluso durante una operación abierta.
“La diferencia es que el paciente no necesita anestesia general. Solo anestesia local. Entra, se trata y muchas veces se va a casa el mismo día”, comenta.
No es difícil imaginar el alivio que eso representa. Recuperaciones más rápidas, menos dolor, menos sangrado. Y lo más importante: una opción segura para quienes, por otras enfermedades, no pueden pasar por quirófano.
“Pensamos especialmente en esos pacientes —explica—, los que tienen problemas de corazón, de riñón o de pulmón, y que no resistirían una cirugía tradicional. Para ellos, la crioterapia no solo es una alternativa: es una oportunidad.”
Cuando prevenir también es curar

Entre todo el despliegue técnico, la doctora insiste en algo básico pero poderoso: la prevención.
“Fortalecer la medicina preventiva es vital”, repite con firmeza. “Porque la crioterapia tiene más sentido cuando el cáncer se detecta a tiempo.”
Esa palabra —tiempo— parece acompañarla en todo momento. Tiempo para actuar, tiempo para escuchar, tiempo para no rendirse.
“El cáncer, al final, no es solo una enfermedad del cuerpo. Es una enfermedad familiar. Todos la combaten: el paciente, su pareja, sus hijos, los amigos. Si no están en la misma sintonía, es mucho más difícil sobrellevarlo.”
Por eso defiende una comunicación abierta, directa, sin rodeos. “Es importante que el paciente sepa todo: su diagnóstico, su pronóstico, las ventajas y los riesgos. No se trata de infundir miedo, sino de devolver control.”
Tecnología con alma

Cuando la conversación se mueve hacia el futuro, la doctora Flandes Aguilar sonríe. Habla de robots, de inteligencia artificial, de nuevas herramientas que ayudan a diagnosticar antes. Pero enseguida aclara: “La tecnología es maravillosa, pero no sustituye la mirada humana. Aunque tengamos robots, alguien tiene que manejarlos. Lo clínico, lo quirúrgico… eso sigue necesitando corazón.”
Antes de despedirse, se toma un momento para hablarles a los estudiantes de medicina. “No le tengan miedo a la oncología”, dice. “Es dura, sí, pero también es una de las ramas más humanas que existen. Lean, aprendan, acérquense a la gente. No hay mejor lección que escuchar.”
Su voz se vuelve más suave, casi un susurro:
“El cáncer no solo se combate con bisturís. Se combate con empatía, con trabajo en equipo, con paciencia. Curar, al final, es un acto de ciencia… pero también de amor.”