domingo, 12 octubre 2025

La estafa del «pan de masa madre» del supermercado: «Es un insulto a la panadería», sentencia el maestro panadero Jordi Pons (56)

El reclamo "masa madre" esconde a menudo una verdad incómoda en la sección de panadería. No todo lo que parece artesanal lo es, y la diferencia se nota en la primera mordida.

Ese irresistible olor a pan recién hecho en el pasillo del supermercado podría esconder un secreto no tan agradable. Compramos su promesa de tradición y sabor auténtico, pero ¿qué hay de verdad en esas hogazas etiquetadas como «de masa madre»? La realidad es que muchos panes industriales apenas contienen trazas de una masa madre inactiva, utilizada más como un reclamo publicitario que como el alma de un buen pan. Es un atajo de la industria que desvirtúa por completo un proceso milenario.

Te acercas, lees la etiqueta y todo parece correcto, pero la magia de la verdadera panadería no está ahí. La clave de un pan genuino es un proceso lento y paciente, pero la gran distribución ha encontrado la forma de imitarlo, y la adición de levaduras comerciales es la práctica habitual para acelerar la producción y ofrecer un producto de apariencia artesanal a gran escala. Esto no solo afecta al sabor, sino que nos aleja de los beneficios reales de un pan bien hecho.

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EL ALMA DEL PAN: ¿QUÉ ES REALMENTE LA MASA MADRE?

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Puede que te sorprenda saber que el pan de verdad solo necesita tres ingredientes básicos: harina, agua y sal. Entonces, ¿de dónde sale esa magia que lo hace crecer y le da ese sabor profundo y ligeramente ácido? La respuesta está en la masa madre, un cultivo vivo de levaduras salvajes y bacterias que nacen de la fermentación natural de la harina y el agua. No hay más truco, la masa madre es un ecosistema de microorganismos que trabajan lentamente para levar la masa y transformarla por completo.

Olvídate de los procesos industriales que duran un suspiro. Crear y mantener una masa madre es un arte que requiere paciencia y mimo, un compromiso diario del panadero con su creación. Este fermento natural no solo aporta volumen, sino que descompone parte de los azúcares y el gluten de la harina, lo que da como resultado un pan mucho más digestivo y con un índice glucémico más bajo. Por eso, un buen pan de masa madre no solo sabe mejor, sino que también cuida de ti.

EL SECRETO ESTÁ EN LA CALMA: LA FERMENTACIÓN LENTA

Imagínate un proceso sin prisas, donde la naturaleza marca el ritmo durante horas, a veces incluso días. Así es como la masa madre despliega todo su potencial, en una fermentación larga y sosegada que es el corazón de un pan de calidad. Este tiempo es crucial, porque permite que se desarrollen sabores y aromas complejos que son imposibles de conseguir con levaduras rápidas. Es la diferencia entre una sinfonía de matices y una nota simple y plana.

Este baile pausado de microorganismos hace mucho más que dar sabor. Durante la fermentación lenta, las bacterias lácticas y las levaduras predigieren la harina, liberando nutrientes y haciendo el pan más asimilable para nuestro organismo. Lo que ocurre es que este proceso natural reduce compuestos como el ácido fítico, que dificultan la absorción de minerales. Por eso, cuando disfrutas de una rebanada de pan artesano, no solo estás comiendo algo delicioso, sino también más nutritivo.

LA TRAMPA DEL MARKETING: «SABOR TRADICIONAL» A PRECIO DE ORO

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Aquí es donde empieza el gran engaño en el lineal de tu supermercado habitual. La industria alimentaria, consciente del creciente interés por lo artesanal, ha adoptado el término «masa madre» como una poderosa herramienta de marketing. La trampa es sutil: utilizan una cantidad mínima de masa madre, a menudo deshidratada e inactiva, solo para poder incluirla en la lista de ingredientes, y el verdadero trabajo de levado lo realizan levaduras industriales que acortan el proceso a unas pocas horas.

El resultado es un producto que, aunque legalmente pueda llevar esa mención, no ofrece ni el sabor, ni la textura, ni los beneficios de un pan fermentado lentamente. El consumidor paga un sobreprecio por una idea, por una promesa de autenticidad que no se cumple. El problema es que la normativa actual en España permite esta práctica, dejando una puerta abierta a la confusión y a la competencia desleal con los panaderos que sí dedican el tiempo y el esfuerzo necesarios.

CÓMO DISTINGUIR EL ORO DE LA IMITACIÓN

A simple vista, puede ser difícil diferenciarlos, pero hay pistas que no fallan. Un auténtico pan de masa madre tiene características muy definidas: una corteza gruesa, oscura y crujiente, y una miga húmeda y elástica con agujeros irregulares, conocidos como alveolos. Si el pan que tienes delante es demasiado ligero y uniforme, sospecha. Además, su sabor debe tener un punto de acidez característico, pero agradable y equilibrado.

Pero la prueba definitiva está en su duración y en la etiqueta. Un pan de verdad se conserva fresco y en buen estado durante varios días, mucho más que un pan industrial. Y al leer los ingredientes, la lista debería ser corta y clara: harina, agua y sal. Si encuentras aditivos, mejorantes o incluso «levadura» como un ingrediente separado, es una señal inequívoca de que estás ante un producto industrializado que imita el estilo artesanal, lejos de ser una compra saludable y honesta en el supermercado.

LA RESISTENCIA DEL OBRADOR: UN ASUNTO DE RESPETO

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Frente al avance del pan industrializado que encontramos en cualquier gran superficie, la figura del maestro panadero cobra más importancia que nunca. Estos artesanos no solo venden pan, sino que defienden un patrimonio cultural, un saber hacer que se ha transmitido durante generaciones y que está en riesgo. Elegir comprar en un obrador local en lugar de en el supermercado es un gesto que apoya la economía de proximidad y preserva un oficio fundamental.

Puede que el precio sea algo más elevado, pero lo que se obtiene a cambio no es comparable. Compras un alimento con nombre y apellidos, elaborado con ingredientes de calidad y con el tiempo como principal aliado. La próxima vez que busques una buena hogaza, piensa en lo que hay detrás: no se trata solo de alimentarse, sino de disfrutar de un producto honesto, saludable y con alma, un pequeño lujo diario que marca una gran diferencia y que ningún supermercado podrá replicar jamás.


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