El Dr. Pedro J. Benito (51 años), catedrático en la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y Deporte de Madrid (INEF), advierte sobre los riesgos del sedentarismo y no solo es un experto en entrenamiento de fuerza y salud; también transmite pasión por la idea de que el ejercicio puede ser medicina. Con 175 publicaciones, 26 libros y más de 40 proyectos de investigación dirigidos, su trayectoria es impresionante, pero lo que más destaca es cómo conecta la ciencia con la vida cotidiana de las personas. Para él, mover el cuerpo no es solo entrenar, sino cuidar de uno mismo desde dentro hacia afuera.
Ética y ejercicio: un deber más que una opción

Pedro J. Benito no deja lugar a dudas: prescribir ejercicio no debería ser opcional, sino un deber ético para los profesionales de la salud. “La obesidad tardó años en considerarse una patología; dentro de unos años, el sedentarismo también lo será, y la actividad física será su tratamiento principal”, comenta con esa mezcla de firmeza y cercanía que hace que sus palabras calen.
Pero ojo, aclara algo importante: no es lo mismo ser sedentario que inactivo. Puedes entrenar en el gimnasio tres horas al día y luego pasar el resto del tiempo sentado frente al ordenador; aún así, eres un “sedentario activo”. Por eso insiste en algo que parece sencillo, pero que mucha gente olvida: cada día tenemos 1.440 oportunidades para movernos. Subir escaleras, pasear al perro, levantarse a tomar agua, incluso moverse mientras hablas por teléfono cuenta, y todo suma para tu salud.
Entrenamiento de fuerza: más allá de quemar calorías

Si crees que levantar pesas solo sirve para verse bien en el espejo, Benito te hará cambiar de perspectiva. El entrenamiento de fuerza es salud pura, especialmente en personas con diabetes tipo 2, donde la masa muscular funciona casi como un órgano endocrino, consumiendo glucosa y protegiendo frente a complicaciones metabólicas. Y aunque el gasto energético sea bajo —menos de un tercio del que produce correr— lo importante no es quemar calorías. “Entrenamos fuerza por su relación con la salud y con la musculatura, no por adelgazar”, explica, con esa claridad que solo da la experiencia.
Y ojo a esto: los tratamientos farmacológicos para perder peso, como los análogos de GLP1, deben acompañarse siempre de fuerza. Si no se trabaja la musculatura, el famoso “efecto rebote” al dejar la medicación aparece casi con seguridad.
Sarcopenia, dinapenia y por qué la fuerza manda

Pedro J. Benito distingue claramente entre sarcopenia —pérdida de masa muscular— y dinapenia —pérdida de fuerza—, y deja muy claro que la fuerza es lo que realmente importa para la salud y funcionalidad. “Para mí, la fuerza es la única cualidad que existe”, afirma, con esa contundencia que te hace asentir sin pensarlo. Mantener la fuerza desde joven hasta mayor permite moverse con autonomía, protegernos frente a enfermedades y conservar la independencia en la vida diaria.
Filosofía de entrenamiento: ciencia y arte
Para Benito, entrenar no es solo seguir una fórmula; es un arte que se combina con ciencia. Para hipertrofia, recomienda 40 a 70 repeticiones por grupo muscular, pero lo clave son las “series efectivas”, esas que realmente llevan al músculo al límite de forma segura. Además, la concentración es vital: focalizar la mente en la contracción muscular puede aumentar la eficacia en más del 20%, un detalle que pocos entrenadores subrayan.
Para quienes buscan longevidad, su propuesta es sencilla y flexible: entre 20 y 60 minutos diarios de actividad física vigorosa, con al menos dos días de fuerza y tres de cardio semanal. La idea es integrar la fuerza de manera constante, como un hábito de vida, protegiendo cuerpo y mente y evitando enfermedades crónicas.
El mensaje de Pedro J. Benito es claro: el ejercicio no es un lujo, es un tratamiento y un estilo de vida. Prescribir actividad física debería ser tan natural como recetar un medicamento, y entrenar fuerza correctamente no es opcional: es un pilar imprescindible para mantenernos sanos, fuertes y funcionales durante toda la vida. Y lo mejor de todo, nos da control sobre nuestro propio bienestar, algo que ningún medicamento puede reemplazar por completo.