lunes, 6 octubre 2025

«Este tonto síntoma ya nos alerta de un posible cáncer de páncreas» Jordi Lopes (45), oncólogo, y una alerta que nos preocupa a todos

Una señal en la piel y los ojos que muchos ignoran podría ser el primer aviso de una enfermedad silenciosa. El oncólogo Jordi Lopes lo define como un "tonto síntoma" por lo fácil que es pasarlo por alto en sus fases iniciales.

La aparición de un primer síntoma de cáncer de páncreas a menudo se disfraza de algo sin importancia, una anécdota que contamos con una media sonrisa. Es lo que el oncólogo Jordi Lopes, a sus 45 años, ha bautizado en su consulta como «ese tonto síntoma», una alerta que, según él, nos preocupa a todos por su sutileza, ya que la ictericia puede manifestarse de forma tan leve al principio que la confundimos con cansancio o una mala noche. ¿Y si nuestro cuerpo nos estuviera enviando un mensaje crucial que decidimos ignorar?

Esa primera señal, ese cambio de color casi imperceptible en la piel o en el blanco de los ojos, es el inicio de una carrera contrarreloj. La advertencia de Lopes resuena con fuerza porque apunta directamente a nuestra tendencia a posponer la visita al médico, convencidos de que no será nada grave hasta que el problema es demasiado evidente. Esta enfermedad pancreática no suele avisar con un gran estruendo, sino con un susurro que debemos aprender a escuchar antes de que se convierta en un grito desesperado.

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¿UN CAMBIO DE COLOR? LA PIEL GRITA LO QUE EL PÁNCREAS CALLA

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La ictericia, ese fenómeno que nos tiñe la piel de un tono amarillento, no es una enfermedad en sí misma, sino la consecuencia directa de un problema interno. Imagina que el hígado produce una sustancia llamada bilirrubina para digerir las grasas, un pigmento que normalmente se elimina sin más, pero de repente, un tumor en la cabeza del páncreas puede obstruir el conducto biliar como si fuera un dique, impidiendo su paso y provocando que se acumule en la sangre. Es el chivato silencioso de un posible cáncer de páncreas.

Lo más desconcertante de esta señal es que, en la mayoría de los casos, aparece sin venir acompañada de dolor, lo que alimenta esa falsa sensación de seguridad. Es fácil pensar que ese color amarillento es culpa del estrés o de algo que hemos comido, una simple anécdota que comentamos con amigos pero a la que no damos la importancia que merece, sin ser conscientes de que podría ser la primera manifestación visible de un adenocarcinoma pancreático que crece sin hacer ruido, oculto en la profundidad del abdomen y alejado de nuestra percepción.

EL ENEMIGO INVISIBLE: ¿POR QUÉ NO DA LA CARA ANTES?

El páncreas es un órgano discreto, escondido y vital, cuya enfermedad a menudo pasa desapercibida durante demasiado tiempo. Su naturaleza sigilosa es, precisamente, el mayor de los desafíos a los que se enfrenta la medicina moderna. El principal motivo por el que el cáncer de páncreas es tan difícil de detectar en sus etapas iniciales es su ubicación, ya que se encuentra alojado detrás del estómago y delante de la columna vertebral, un lugar recóndito donde un tumor puede crecer considerablemente sin presionar otros órganos y, por tanto, sin generar síntomas claros.

Esta condición de «asesino silencioso» se ve agravada porque las primeras molestias, cuando aparecen, son increíblemente vagas y fáciles de confundir con dolencias cotidianas. Un ligero dolor de espalda, una digestión algo más pesada de lo normal o una sensación de hinchazón abdominal son achaques que todos hemos sentido alguna vez, por lo que rara vez los asociamos con una patología tan seria como un tumor en el páncreas y los atribuimos al ritmo de vida, a una mala postura o a la última comida copiosa.

MÁS ALLÁ DEL AMARILLO: ESAS MOLESTIAS QUE NUNCA ASOCIARÍAS

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Aunque la ictericia es la señal más llamativa, no es ni mucho menos la única. La pérdida de peso inexplicable es otro de los grandes indicios que deberían hacer saltar todas las alarmas. Perder kilos sin estar a dieta ni haber aumentado la actividad física nunca es una buena noticia, ya que suele indicar que el cuerpo está consumiendo sus propias reservas de energía para luchar contra un proceso interno, y en el caso del cáncer de páncreas, este adelgazamiento puede ser rápido y muy notorio, dejando una sensación de debilidad generalizada.

A esta lista de síntomas difusos se suman otros cambios que afectan directamente a nuestro sistema digestivo y que merecen toda nuestra atención. La aparición de heces de color claro o arcilloso, acompañada de una orina mucho más oscura de lo habitual, es una consecuencia directa de esa obstrucción biliar, mientras que la pérdida de apetito o la aparición repentina de una diabetes tipo 2 en adultos sin factores de riesgo también pueden ser señales tempranas de que la salud pancreática está comprometida y requiere una revisión médica urgente.

¿ESTÁS EN EL PUNTO DE MIRA? FACTORES QUE INCLINAN LA BALANZA

Nadie está completamente a salvo, pero es innegable que ciertos hábitos y condiciones aumentan la probabilidad de desarrollar esta enfermedad. El tabaquismo se sitúa a la cabeza de los factores de riesgo modificables, puesto que los componentes tóxicos del humo del tabaco dañan directamente el ADN de las células pancreáticas, multiplicando las posibilidades de sufrir un cáncer de páncreas. Del mismo modo, la obesidad y un estilo de vida sedentario también juegan un papel crucial, alterando el equilibrio hormonal y metabólico del organismo.

Por otro lado, existen factores que no podemos controlar, como la genética o la edad. Tener antecedentes familiares de primer grado con esta enfermedad o ser portador de ciertas mutaciones genéticas incrementa notablemente el riesgo, así como el simple hecho de superar los 60 años, edad en la que se diagnostican la mayoría de los casos. Conocer estos elementos no debe generar angustia, sino conciencia para estar más atentos a las señales y promover un diagnóstico precoz del cáncer de páncreas cuando aún hay margen de maniobra.

LA MEJOR ARMA ES TU INTUICIÓN: ESCUCHA A TU CUERPO, GANA TIEMPO

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En una era de autodiagnósticos en internet y de minimizar cualquier molestia, el mensaje de los especialistas es unánime: debemos reaprender a escuchar nuestro cuerpo. La intuición, esa voz interior que nos dice que algo no va bien, es una herramienta poderosísima, especialmente cuando se trata de síntomas persistentes que no tienen una explicación lógica y que alteran nuestra normalidad. No se trata de vivir con miedo, sino con una actitud proactiva hacia nuestra propia salud, donde la prevención y la atención temprana son los pilares fundamentales para combatir esta lucha contra esta enfermedad.

Al final, ese «tonto síntoma» del que hablaba el oncólogo Jordi Lopes no es más que la punta del iceberg, la primera pista visible de un problema complejo y oculto. Ignorar una piel amarillenta, una pérdida de peso sin justificación o un dolor de espalda que no se va es darle ventaja a la enfermedad, un tiempo precioso que la investigación oncológica ha demostrado que es absolutamente crucial para mejorar el pronóstico del cáncer de páncreas. La verdadera batalla no empieza en un hospital, sino en el momento en que decidimos hacer caso a esa primera señal y pedir ayuda.


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