Desde pequeño, Santi se sintió atraído por el sonido del agua y el chisporroteo de las tuberías. Lo que para muchos sería solo un oficio, para él se convirtió en una pasión que lo acompañaría durante toda su vida. Hoy, con más de 20 años de experiencia, este fontanero madrileño representa un ejemplo de vocación, constancia y amor por un trabajo muchas veces infravalorado, pero esencial para el día a día de todos.
Su historia no es solo la de un trabajador, sino la de un joven que decidió seguir su propio camino. Abandonó los estudios temprano, motivado por la curiosidad y las enseñanzas de su primo, también fontanero, y con apenas 14 años comenzó a aprender el oficio de la manera más práctica posible: con las manos en la obra y el corazón puesto en cada tarea.
2El valor de la experiencia y la transmisión del oficio de fontanero

Para Santi, el verdadero aprendizaje de un fontanero no está solo en la teoría, sino en enfrentarse a la realidad de la obra: cada pared, cada tubería y cada imprevisto es una lección en sí misma. Prefiere la obra nueva a las reformas porque le permite ver el proceso completo, desde la estructura hasta la instalación final, y asegura que esta visión integral forma a un fontanero completo.
Entre las herramientas indispensables en su día a día, menciona la picoloro, el soplete, la radial y el taladro, pero más allá de la técnica, valora la creatividad, la paciencia y la capacidad de resolver problemas con ingenio. “Ser fontanero no es solo arreglar tuberías; es garantizar que una familia tenga agua caliente, es darle confianza a alguien que necesita ayuda”, dice.
Santi también reconoce que el oficio ha cambiado. Antes se valoraba la experiencia en plomo y cobre; hoy, el multicapa y los sistemas modernos son la norma, pero el espíritu sigue siendo el mismo: precisión, dedicación y amor por un trabajo que, aunque muchas veces invisible, es fundamental.