El envejecimiento es una trayectoria común, y el modo de llegar a esa etapa depende de nuestras elecciones diarias. Durante su charla TED, el profesor y artista Rodolfo Collado transmite un mensaje contundente: ser adulto mayor no es ser invisible, sino que, al contrario, hay que ser activo, ser creativo, ser feliz. A sus 79 años, Collado es, por lo tanto, no solo un referente de la vitalidad, sino también un claro ejemplo de reinvención después de la jubilación.
2LOS ABUELOS DE CHILE, UN PUENTE GENERACIONAL

Si las palabras pueden inspirar, las acciones son transformación. Con “Los Abuelos de Chile”, Rodolfo Collado está llevando a la práctica su filosofía. El grupo, compuesto por diez miembros con una media de 82 años de edad, ha recorrido Estados Unidos, Francia y muchos rincones de la geografía chilena. En cada lugar muestran alegría, música y movimiento, demostrando así que la creatividad no tiene fecha de caducidad. “Lo pasamos chancho cantando, bailando”, relata Collado, reivindicando el derecho de los mayores al disfrute y a compartirlo con los demás.
Este proyecto no es solo artístico, es social. Collado lo explica como un proyecto innovador desde una perspectiva claramente comunitaria: las presentaciones de baile llegan a los hogares de ancianos, a las universidades, a los espacios públicos y muestran un modo de poder generar un puente intergeneracional. Este “puente” como él lo llama, es un camino de doble sentido: los jóvenes aprenden y se nutren de la experiencia de las personas mayores y estas se nutren de la energía que les aportan los jóvenes. Ahí está la riqueza de la relación entre edades: en el intercambio de saberes, de afectos, de visiones.
Del mismo modo, el grupo emplea la música como recurso terapéutico. En sus visitas a residencias de mayores, un bolero, una cueca o incluso un arrevienten de consumo de la repercusión llegue a un» éxito moderno como «Despacito «provocan memorias y emociones en sus oyentes. Collado lo equipara con la acción de «un disco duro»: las canciones hacen revivir recuerdos, potencian capacidades que parecían dormidas. Esa «musicoterapia» espontánea provoca sonrisas, refuerza la autoestima, prueba que el arte puede ser un motor del bienestar.