domingo, 5 octubre 2025

Dra. Irene Narváez, salud metabólica: «Un hígado graso puede aumentar tu riesgo de diabetes, tu riesgo de infarto e incluso tu riesgo de cáncer»

- Un enemigo silencioso que podemos prevenir y revertir con hábitos simples.

La Dra. Irene Narváez, cardióloga especializada en riesgo cardiovascular y salud metabólica, habla sobre algo que casi nadie ve venir: el hígado graso. Y la verdad es que nos deja pensando. Esta enfermedad afecta a una de cada cuatro personas, pero lo más inquietante es que la mayoría ni lo sospecha, porque no suele dar síntomas… hasta que ya es tarde.

“El hígado graso es un enemigo silencioso. No avisa, no duele, pero puede aumentar tu riesgo de diabetes, de infarto e incluso de cáncer”, dijo Narváez. Y justo después añadió algo que, honestamente, alivió mucho: “La buena noticia es que, si lo detectamos a tiempo, puede ser completamente reversible”. Es como recibir un aviso de alarma que, en lugar de asustarte, te da tiempo de actuar.

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Su canal no es solo un espacio de información médica; es un lugar para entender lo que pasa dentro de nuestro cuerpo y tomar decisiones sin sentirnos perdidos en jerga técnica. Porque la verdad, muchas veces la medicina suena complicada y eso hace que la gente no haga nada.

¿Qué pasa dentro del hígado graso?

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Una dieta tipo mediterránea puede ayudar a revertir el hígado graso. Fuente: Canva

El hígado es como un laboratorio interno que nunca descansa. Está en el lado derecho del abdomen y cumple un montón de funciones vitales: filtra, produce proteínas, regula la energía… pero tiene un límite. Y ese límite es la grasa. Cuando el hígado se sobrecarga, empieza la primera fase de la enfermedad, llamada esteatosis hepática.

Si no hacemos nada, la grasa provoca inflamación —lo que los médicos llaman esteatohepatitis— y, con el tiempo, el órgano se endurece. Esto se llama fibrosis. La etapa final es la cirrosis, irreversible y con riesgo de insuficiencia hepática o cáncer. Lo curioso es que los síntomas suelen aparecer solo en este punto avanzado. Es como si el cuerpo nos avisara tarde, cuando el incendio ya está encendido.

Hay dos tipos de hígado graso: el alcohólico, que aparece por beber demasiado, y el no alcohólico, mucho más común y ligado a cómo vivimos cada día. Narváez lo resume así: “Una alimentación llena de azúcares, ultraprocesados, grasas trans, obesidad, resistencia a la insulina y sedentarismo son los culpables principales”. En otras palabras, lo que comemos, cómo nos movemos y cómo manejamos el estrés afecta directamente a nuestro hígado.

Cuatro formas de cuidarlo y darle la vuelta

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Dormir bien reduce el estrés y favorece la recuperación hepática. Fuente: Canva

La buena noticia es que sí se puede hacer algo. Narváez propone cuatro pilares que realmente funcionan, respaldados por evidencia científica:

1. Alimentación y reposo digestivo
Aquí la base es lo que ponemos en el plato. Azúcares simples, harinas refinadas y grasas trans deberían desaparecer. En su lugar, se recomienda una dieta tipo mediterránea: mitad del plato con verduras, frutas enteras, legumbres, pescado azul y aceite de oliva virgen extra. Además, un reposo digestivo de 12 a 14 horas permite que el cuerpo use sus reservas de glucógeno y que el hígado gestione mejor la grasa. Incluso perder un 7% a 10% del peso corporal puede marcar una gran diferencia.

2. Ejercicio físico
“El músculo es tu mejor aliado metabólico… es como un multivitamínico natural y gratuito”, dice Narváez. Caminar 30-45 minutos diarios, mejor si hay cuestas, y hacer un par de sesiones de fuerza a la semana ya ayuda muchísimo. No hace falta ser un atleta, basta con moverse de manera constante.

3. Suplementos bajo supervisión médica
Algunos suplementos, como la vitamina E o el resveratrol, pueden ayudar, pero solo con indicación médica. Tomarlos sin control puede ser contraproducente.

4. Sueño y manejo del estrés
El estrés y la falta de sueño elevan el cortisol, dificultando que el hígado procese la grasa. Dormir entre 7 y 9 horas, desconectar pantallas antes de dormir y practicar mindfulness, respiración profunda, yoga o terapia semanal son pequeños hábitos que, con el tiempo, transforman mucho la salud del hígado.

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Al final, lo que la Dra. Narváez nos recuerda es que no se trata de pastillas milagrosas. Se trata de decisiones cotidianas, de esos pequeños gestos diarios que parecen insignificantes, pero que realmente pueden cambiar tu vida. Comer mejor, moverse, descansar y manejar el estrés… suena simple, pero créeme, funciona. Y eso es esperanza real.


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