Dolor de rodilla: un problema más común de lo que parece. El Dr. Ales Ulishchenko lo dice sin rodeos: las rodillas son una de las primeras piezas del cuerpo en pasarnos factura con el paso de los años. Según sus datos, 7 de cada 10 personas a partir de los 30 empiezan a notar molestias articulares. Al principio son leves, un crujido al subir escaleras, una rigidez al levantarse del sofá… pero si no se hace nada, esos avisos se transforman en dolores cada vez más limitantes.
Y aquí llega la mala noticia: el cartílago no se regenera. “Hoy no existen métodos, ni siquiera quirúrgicos, capaces de restaurarlo por completo”, advierte el especialista. Cuando se destruye del todo, la única opción es colocar una prótesis de titanio. Una especie de “segunda oportunidad” que permite volver a caminar, sí, pero con limitaciones. Por eso insiste tanto: el objetivo real debe ser cuidar las rodillas antes de llegar a ese extremo.
Una rodilla nunca está sola

España recuerda algo que solemos olvidar: la rodilla no funciona aislada, es solo una pieza de un engranaje mayor. “En consulta me ocurre a menudo que trato el hígado y, sin tocar la rodilla, el dolor desaparece. Parece un milagro, ¿verdad? Pero no lo es. Son conexiones biomecánicas y osteopáticas que enseño a mis alumnos”, comenta.
Su planteamiento es claro: mirar el cuerpo en conjunto. La postura, la forma de caminar, los órganos internos… todo influye en cómo se comportan nuestras articulaciones.
¿Por qué duelen las rodillas?
Las causas son variadas, pero el doctor resume las más comunes:
- Sobrecargas. Una pelvis desalineada o un pie girado pueden repartir mal el peso y desgastar más rápido un lado del cartílago.
- Lesiones. Giros bruscos o caídas pueden romper meniscos y ligamentos, dejando una rodilla inestable.
- Inflamaciones. Desde bursitis hasta enfermedades autoinmunes que dañan la articulación.
- Artrosis. El desgaste progresivo del cartílago. Si se detecta pronto, hay margen de trabajo, pero en fases avanzadas el dolor será de por vida y solo la prótesis pone fin al sufrimiento.
La sangre, el alimento que falta

El gran problema del cartílago es que no tiene vasos sanguíneos. Depende por completo de la microcirculación que llega hasta él. “Si logramos que la sangre fluya y nutra la articulación, los tejidos se recuperan y el dolor desaparece”, afirma.
Un ejercicio sencillo para todos
El doctor propone una técnica de masaje en la parte trasera de la rodilla, la llamada fosa poplítea, por donde circulan los vasos que alimentan la articulación.
Se hace así: coloca el pulgar en esa zona, apoya la otra mano sobre la rodilla y busca una especie de “volumen” entre ambas. Poco a poco, el dedo empieza a moverse hacia la zona de mayor tensión, como si lo atrajera un imán.
Durante el ejercicio, pueden sentirse pinchazos, calor o un ligero ardor. Lejos de alarmarse, eso es buena señal: significa que los vasos están respondiendo. “Con esta técnica mágica restauras la nutrición”, dice el especialista. “La rodilla solo pide alimento: si lo recibe, se recupera sola”.
Prevenir antes que lamentar
El mensaje final del Dr. Ulishchenko es casi una llamada de atención: escuchar al cuerpo antes de que sea tarde. No esperar a que la rodilla se bloquee ni a que cada paso sea un suplicio. “Quiero que la gente entienda que la rodilla no es un engranaje suelto. Forma parte de un todo, y solo desde esa visión integral se puede mantener sana de verdad”.
Cuidar las articulaciones no significa únicamente hacer ejercicio o evitar el sobrepeso; también es aprender a moverse mejor, a respetar los límites del cuerpo y a darle los cuidados que necesita cada día. Al fin y al cabo, las rodillas son nuestras columnas de apoyo, y su bienestar marcará, en gran medida, la calidad de nuestra vida futura.