Talgo está a punto de engordar la lista de inversiones de la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales), la entidad pública adscrita al Ministerio de Hacienda. Y, como no podía ser de otra manera, para acceder a tan selecto club de empresas —la SEPI perdió más de 500 millones el año pasado con sus inversiones—, Talgo ha presentado unas cuentas semestrales de auténtico terror. No solo demuestra que pierde dinero con cada tren que construye, sino que ha duplicado sus gastos financieros y ha incumplido todos los acuerdos imaginables, ya sea en la entrega de trenes o en los ratios financieros exigidos por los bancos.
Un buen resumen de esta nueva entrega de la literatura de terror contable que es Talgo se encuentra en un párrafo extraído directamente de sus cuentas. El texto empieza con un optimismo desbordante al afirmar: «El Grupo ha continuado ejecutando los contratos que tiene en cartera, con un alto nivel de actividad industrial que impulsó el importe neto de la cifra de negocio hasta alcanzar los 270 millones de euros». No obstante, en un giro dramático de los acontecimientos, el mismo párrafo culmina con: «Lo que supone un 22 % menos que los 346 millones de euros del primer semestre de 2024».
Al leerlo, uno no puede evitar pensar que, menos mal que la empresa tuvo «un alto nivel de actividad industrial», porque de lo contrario… quién sabe qué habría sido de Talgo. Pero no hay problema: el nuevo inversor, la SEPI, tiene predilección por este tipo de compañías problemáticas. De hecho, no solo perdió más de 500 millones el año pasado, sino que estimó por primera vez un deterioro del valor de sus empresas superior a los 12.000 millones de euros.
Talgo pierde dinero con cada tren que construye
Uno de los principales problemas de Talgo es que su actividad industrial genera pérdidas. Esto se aprecia claramente en dos partidas fundamentales para cualquier empresa. La primera, el beneficio de explotación —la ganancia obtenida de la actividad principal tras descontar los gastos operativos—, que mostró unas pérdidas de casi 37 millones de euros en el primer semestre de 2025.
Algunos podrían pensar que se trata de un año malo, considerando que en los primeros seis meses de 2024 la cifra fue de 28 millones positiva. Pero no: 2024 fue casi peor en términos de negocio para la compañía. Para comprenderlo, hay que mirar otra partida todavía más relevante: el flujo de caja operativo, es decir, el efectivo generado o consumido directamente por las actividades comerciales principales. Para muchos expertos, incluidos algunos de la talla de Warren Buffett, esta es la medida crucial de la salud financiera de una empresa.
En el caso de Talgo, esta partida fue negativa en junio de 2024 (-100 millones), en diciembre de 2024 (-123 millones) y, por supuesto, también en 2025 (-45 millones). Por ello, la situación de aquel año probablemente era peor. Las pérdidas de 2024 se deben principalmente a que la compañía no había cobrado una parte importante de los ingresos declarados para ese año. Además, la cifra de este año debería ser más negativa, de no ser porque la partida de proveedores —dentro del capital circulante— resulta extrañamente positiva; normalmente es negativa, porque se debe dinero a los proveedores.
Los costosos incumplimientos de Talgo
Estos problemas operativos derivan en incumplimientos muy costosos para Talgo. Primero, en el ejecución de los plazos de entrega a sus clientes. El coste de un tren es enorme, y para amortizarlo es imprescindible que la máquina funcione cuanto antes. Por eso se establecen unos plazos muy estrictos y llevan aparejados sanciones elevadas.
Eso es exactamente lo que ocurrió con Renfe, que inició una demanda por penalización «por retrasos en la entrega del tren Avril de Muy Alta Velocidad» por un valor de 116 millones de euros. Esta cifra no solo supuso un duro golpe en forma de provisiones, sino también «una reducción relevante del patrimonio del Grupo», acercándolo peligrosamente a la quiebra.
Además, los problemas operativos y de ingresos provocaron otro revés: Talgo incumplió uno de los compromisos financieros de su deuda —los llamados covenants—, relacionados con un ratio financiero (el cual no se especifica). Esto obligó al grupo a devolver gran parte de la deuda a corto plazo con las entidades de crédito, agravando dramáticamente su situación financiera. En concreto, la deuda a corto plazo pasó abruptamente de 54 millones a 236 millones de euros.
En definitiva, esta es solo una parte de la historia. Talgo también enfrenta la reducción de pedidos en Alemania y la finalización inesperada de un contrato en California. La empresa, no obstante, presume de haber aumentado su cartera de pedidos, que pronto alcanzará los 7.104 millones de euros. Aunque, dados los números actuales, no está claro si lo más sensato sería aumentar la producción de trenes o reducirla. Lo que sí queda patente es que Talgo es, sin duda, una empresa perfecta para la SEPI.