El truco de frenar justo antes del radar fijo es una trampa mortal en la que todos hemos caído, pero sus días de eficacia han terminado. Seamos sinceros, es un acto reflejo: ves la señal azul, levantas el pie del acelerador, compruebas el velocímetro y, una vez superado el poste, vuelves a pisarle con una sonrisa de alivio. Pero, ¿y si te dijera que esa pequeña victoria es justo lo que la DGT espera que hagas? la Dirección General de Tráfico ha diseñado una estrategia casi infalible para cazar a los que se relajan demasiado pronto, convirtiendo esa recta que tienes por delante en un campo minado.
Esa costumbre tan extendida de burlar el control de velocidad fijo se ha vuelto en nuestra contra. Imagina la escena: pasas el cinemómetro, te sientes a salvo y aceleras para recuperar el ritmo, pensando que el peligro ha pasado. Es en ese preciso instante de confianza cuando caes en la verdadera trampa, porque un segundo radar móvil, estratégicamente camuflado, espera paciente apenas un kilómetro más adelante para registrar tu exceso de velocidad. La jugada es maestra, y la notificación de la sanción, inevitable.
¿PENSABAS QUE CON FRENAR ERA SUFICIENTE? LA DGT TIENE UN AS BAJO LA MANGA
Durante años, los conductores han jugado al gato y al ratón con la DGT, provocando el conocido «efecto acordeón» en las inmediaciones de un radar fijo. Este comportamiento, además de peligroso, convertía la función disuasoria del dispositivo en algo meramente testimonial en un punto kilométrico concreto. Por eso, la DGT analizó este patrón de frenada y aceleración brusca para diseñar un contraataque eficaz, una respuesta que no solo busca sancionar, sino corregir una de las conductas más arriesgadas en carretera.
La solución no podía ser más simple y, a la vez, más brillante: si el conductor se relaja tras el primer aviso, pongamos un segundo vigilante donde no se lo espera. Así nació el concepto del radar en cascada, un sistema que aprovecha nuestra propia psicología para funcionar. No se trata de una tecnología nueva, sino de una reorganización de los recursos existentes, demostrando que la inteligencia estratégica es tan importante como la tecnología para mejorar la seguridad vial y garantizar que los límites de velocidad se respetan en tramos más largos.
LA ANATOMÍA DEL ENGAÑO: ASÍ FUNCIONA EL SISTEMA EN CASCADA
El mecanismo es diabólicamente sencillo y se apoya en dos elementos clave. El primero es el radar fijo, perfectamente señalizado y conocido por todos, que actúa como cebo para que el conductor modere su velocidad momentáneamente. El segundo, y más importante, es un radar móvil camuflado que se sitúa entre 500 metros y un par de kilómetros después del primero, justo en el punto donde la mayoría vuelve a pisar el acelerador con alegría. Es una pinza perfecta que cierra cualquier escapatoria.
La ubicación de este segundo control de velocidad no es casual. Los agentes de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil eligen puntos donde la confianza del conductor es máxima: largas rectas después del radar fijo, zonas con buena visibilidad o tramos cuesta abajo. El objetivo es que, una vez superada la amenaza visible, no haya nada que te haga sospechar del verdadero peligro. De esta forma, el segundo dispositivo sanciona a una velocidad que el conductor considera segura y anónima, pero que sigue siendo ilegal.
VELOLÁSER: EL VIGILANTE INVISIBLE QUE NO TE ESPERAS
Gran parte del éxito de esta estrategia se debe a la tecnología empleada. Los protagonistas suelen ser los temidos Veloláser, los cinemómetros más pequeños y versátiles de la DGT. Su tamaño, apenas más grande que un teléfono móvil, permite ocultarlos en casi cualquier lugar. Pueden estar acoplados magnéticamente a una señal, escondidos en el guardarraíl o montados en un discreto trípode tras un arbusto. Este tipo de radar es el arma perfecta para la emboscada, ya que su invisibilidad garantiza que el conductor no tenga ninguna posibilidad de detectarlo a tiempo.
A diferencia de los coches patrulla con el dispositivo instalado, los Veloláser no emiten ninguna señal que pueda ser captada por los detectores y, a menudo, su posición es tan novedosa que ni siquiera aparece en las aplicaciones de aviso. Esta capacidad de sorpresa es fundamental para el sistema de radar en cascada. El conductor se fía de la tecnología que le avisa del primer poste, pero queda completamente expuesto al segundo control de velocidad, que opera en silencio y con una precisión implacable, haciendo que la multa sea prácticamente inevitable.
¿ES LEGAL ESTA PRÁCTICA? LO QUE DICE LA NORMATIVA
Ante la efectividad de este método, muchos conductores se preguntan por su legalidad. La respuesta es rotunda: sí, es completamente legal. La normativa de Tráfico no establece ninguna limitación sobre la distancia que debe haber entre dos controles de velocidad, ni prohíbe el uso de dispositivos móviles sin señalización previa. De hecho, la DGT justifica esta práctica argumentando que su objetivo no es «cazar», sino asegurar que la velocidad se mantenga estable a lo largo de un tramo considerado peligroso, no solo en un punto.
La defensa de este sistema por parte de las autoridades se basa en la seguridad vial. Argumentan que los cambios bruscos de velocidad son un factor de riesgo que puede provocar alcances y otras situaciones peligrosas. Por lo tanto, el radar en cascada no busca castigar el descuido en un punto, sino el comportamiento irresponsable de quien solo cumple la norma cuando se siente observado. La ley ampara a la DGT para vigilar la velocidad con los medios que considere oportunos, siempre que los cinemómetros cuenten con la homologación y calibración correctas.
MÁS ALLÁ DE LA MULTA: EL VERDADERO OBJETIVO ES SALVAR VIDAS
Aunque la notificación de una multa siempre genera frustración, es importante mirar más allá de la sanción económica. La estrategia del radar en cascada, por muy tramposa que parezca, tiene un fin último que nos beneficia a todos: reducir la siniestralidad. Los tramos donde se instalan estos sistemas no se eligen al azar, sino que suelen ser puntos negros o zonas con un alto índice de accidentes. Por tanto, forzar al conductor a mantener una velocidad constante y legal en estas áreas salva vidas, que es el verdadero propósito de la vigilancia en carretera.
Al final del día, la carretera es un espacio compartido donde la confianza y la imprudencia tienen consecuencias directas sobre los demás. Quizás, la lección que nos deja este ingenioso sistema de la DGT es que la mejor forma de evitar cualquier tipo de radar no es un frenazo a destiempo, sino algo mucho más simple y efectivo. La clave no está en el pedal del freno, sino en la conciencia, porque la conducción responsable es el único «truco» que garantiza que todos lleguemos a nuestro destino sanos y salvos.