viernes, 3 octubre 2025

«Tu banco te está aplicando una comisión ‘zombi’ por una cuenta que ni sabías que tenías, y es 100% legal», denuncia Frank Soler (34), abogado bancario

Una deuda inesperada puede estar creciendo en una cuenta que creías olvidada. La clave está en un producto financiero que contrataste hace años y ya cancelaste.

Puede que tu banco te esté aplicando una comisión por algo que ni siquiera recuerdas tener, una especie de cargo fantasma que engorda en silencio. El abogado bancario Frank Soler (34) lo ha bautizado como la comisión «zombi», y es que muchos clientes descubren deudas generadas por productos que ya no utilizan, una situación mucho más común de lo que podríamos imaginar. Pero ¿cómo es posible que esto suceda a plena luz del día y con el amparo de la ley?

Lo más inquietante de esta práctica, como denuncia Soler, es que «tu banco te está aplicando una comisión ‘zombi’ por una cuenta que ni sabías que tenías, y es 100% legal». Esta afirmación, que parece sacada de una película de terror financiero, es una realidad para miles de españoles. La trampa reside en que la legalidad de estos cargos se ampara en los contratos firmados originalmente, lo que deja al consumidor en una clara y preocupante posición de desventaja. ¿Estamos totalmente desprotegidos?

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¿CÓMO NACE UNA CUENTA ‘ZOMBI’? EL ORIGEN DEL PROBLEMA

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Todo comienza, casi siempre, de una forma inocente y aparentemente ventajosa, al contratar un producto complejo como un préstamo hipotecario. Para poder gestionarlo, tu entidad financiera te exigió abrir una cuenta operativa específica. El problema surge porque esta cuenta instrumental estaba bonificada y exenta de gastos mientras el préstamo estaba vivo, creando en ti una falsa y peligrosa sensación de gratuidad que se mantendría para siempre. Nadie te advirtió de lo que vendría después.

El día que firmas la última letra de la hipoteca sientes una liberación inmensa, pero sin saberlo, puedes haber activado una bomba de relojería. Al liquidar el producto principal, esa cuenta accesoria se desvincula y adquiere vida propia. Es en ese preciso momento cuando el banco la convierte en un producto independiente con sus propias condiciones y comisiones, algo que las entidades rara vez se molestan en comunicar de forma proactiva y transparente al cliente bancario.

LA LETRA PEQUEÑA QUE NADIE LEE, PERO TODOS FIRMAN

¿Recuerdas cada una de las cláusulas que firmaste hace quince años? Probablemente no, y ahí está el núcleo de la cuestión. El sistema financiero se apoya en una maraña de contratos con un lenguaje denso y complejo. En algún rincón de ese documento que firmaste con prisa e ilusión se escondía la clave, esa que ahora permite a tu banco actuar con total libertad. La cláusula especificaba las condiciones de la cuenta una vez finalizara la vinculación principal, pasando a ser un producto estándar con costes.

La indefensión del consumidor es evidente, pero la legalidad es incontestable, y es un hecho que frustra a muchos. Cuando un cliente afectado acude a reclamar, la respuesta de su banco es siempre la misma: remitirle a las condiciones generales del contrato. Por este motivo, la entidad bancaria argumenta que el cliente aceptó las futuras comisiones al firmar el acuerdo inicial, aunque en aquel momento esa cuenta fuera simplemente un requisito instrumental y gratuito para poder acceder a otro servicio.

EL SILENCIO DEL BANCO: UNA ESTRATEGIA CUESTIONABLE

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Una vez que la cuenta «resucita» con sus nuevas condiciones, la entidad financiera no suele enviar una notificación clara y destacada para informar del cambio. ¿Por qué no lo hace? Simplemente, porque la ley no le obliga de una forma estricta. Así, los cargos por mantenimiento comienzan a aplicarse mes a mes en una cuenta sin saldo, generando un descubierto técnico y una deuda que crece silenciosamente sin que el titular sea consciente de ello. Es una estrategia pasiva pero muy efectiva.

El susto llega mucho tiempo después, a menudo de la peor manera posible. El cliente descubre la deuda cuando pide un nuevo préstamo y figura en un registro de morosidad, o al recibir una carta que le reclama una cantidad sorprendente. Para entonces, la pequeña comisión mensual se ha convertido en una deuda considerable por los intereses de demora, dejando al afectado con una sensación de impotencia y rabia contra un sistema que permite estas situaciones tan opacas.

«ES 100% LEGAL», PERO ¿ES ÉTICO? EL DEBATE ESTÁ SERVIDO

El argumento de Frank Soler es claro: que algo sea legal no significa que sea justo, y este es un ejemplo perfecto. Las asociaciones de consumidores llevan años denunciando estas prácticas, considerándolas abusivas por la falta de transparencia proactiva del banco. Sostienen que, aunque el contrato original lo ampare, la buena fe contractual exigiría a la entidad notificar fehacientemente al cliente del cambio de condiciones para que este pueda decidir si quiere mantener esa cuenta o cancelarla.

Este escenario refleja el desequilibrio de poder que a menudo existe entre el ciudadano de a pie y su banco. La banca se escuda en la legalidad y en la responsabilidad del cliente de conocer lo que firma. Sin embargo, los críticos argumentan que esta postura ignora la realidad: el consumidor medio carece de los conocimientos financieros para prever estas consecuencias a largo plazo. Se crea así una zona gris donde el banco se beneficia de la desinformación y el olvido de sus propios clientes.

BLINDARSE ANTE EL ENEMIGO INVISIBLE: CÓMO PROTEGER TU DINERO

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La única forma de evitar caer en esta trampa es adoptar una postura proactiva con tus finanzas personales y no dar nada por sentado. Si has cancelado recientemente o hace años una hipoteca, un depósito o cualquier producto que tuviera una cuenta asociada, no asumas que se cerró automáticamente. Llama a tu banco o acude a una oficina bancaria y pregunta explícitamente por el estado de todos los productos a tu nombre para asegurarte de que no queda ningún cabo suelto.

Es fundamental solicitar siempre un certificado de cancelación de la cuenta para tener una prueba documental que te proteja en el futuro. Pide que te confirmen por escrito que no tienes ninguna obligación pendiente con ese banco. Puede parecer un exceso de celo, pero es un pequeño gesto que te ahorrará grandes disgustos. Al fin y al cabo, la responsabilidad final de proteger tu patrimonio recae en ti, y en un entorno financiero tan complejo, ser precavido no es una opción, sino una absoluta necesidad.


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