Automasaje de cuello: una técnica sencilla para aliviar tensiones y sentirte más relajado en pocos minutos.
El cuello es un imán de tensión. No es raro que muchos lo sientan rígido, con hombros tensos, dolor de cabeza o esa molestia constante que parece que nunca los deja en paz y que hasta dificulta las tareas más simples del día a día. Si pasas largas horas frente al ordenador o realizas esfuerzos repetitivos con la parte superior del cuerpo, seguramente ya lo sabes: estas tensiones se acumulan sin avisar. Por eso, aprender a realizar un automasaje de cuello se convierte en un recurso increíblemente práctico. No necesitas cita en un spa ni depender de otra persona; con tus propias manos puedes aliviar estrés y relajarte en casa.
El procedimiento que se muestra en el video se divide en tres fases principales: calentamiento, maniobras con aceite y estiramientos finales, cada una pensada para preparar, relajar y movilizar la musculatura del cuello y los hombros.
1. Calentamiento: dando la bienvenida a tus músculos

Antes de comenzar, conviene calentar hombros y cuello. Los giros de hombros son perfectos: movimientos circulares lentos hacia atrás y hacia adelante, acompañados de respiración profunda. Hazlo unas 20 veces en cada dirección. Sí, puede parecer mucho al principio, pero tu cuello lo agradecerá.
Luego vienen las contracciones de hombros: sube los hombros hacia las orejas, retén el aire unos segundos y suéltalo con fuerza, dejando que la tensión se disuelva. Repite unas 10 veces. Es casi como si le dieras un “reset” a la musculatura.
Por último, las percusiones activan los músculos: pequeños golpecitos con un puño semicerrado sobre el hombro y la base del cuello, concentrándote en las zonas más rígidas. La idea no es doler, sino que los músculos vibren ligeramente y la circulación se despierte antes de aplicar el aceite.
2. Maniobras con aceite: el toque profundo

Con la zona preparada, aplica un poco de aceite sobre los hombros y cuello. Comienza con frotaciones lineales desde los hombros hasta la base del cráneo, suavemente pero de forma constante. Luego sigue con amasamiento de trapecios, abarcando toda la zona y prestando atención a los puntos más rígidos o contracturados.
La presión lineal ayuda a movilizar la musculatura: coloca los dedos lo más atrás posible y desplázalos hacia adelante, como si quisieras “traer” el músculo contigo. Complementa con fricciones ascendentes y descendentes en el cuello, y finalmente usa los pulgares para hacer círculos desde la columna hasta la zona bajo las orejas. Ajusta la presión a tu tolerancia: suficiente para sentir alivio, sin causar dolor.
3. Estiramientos y finalización: cerrando con calma
Para terminar, realiza estiramientos que prolonguen la sensación de relajación: lleva la barbilla al pecho y sujeta la parte posterior del cráneo un minuto; inclina la oreja hacia el hombro sosteniendo la zona temporal, uno o dos minutos por lado; y haz giros lentos del cuello, en sentido horario y antihorario, respirando profundo para evitar mareos.
Hacer este automasaje diariamente, aunque sean solo unos minutos, puede marcar una gran diferencia: alivia la tensión acumulada, mejora la postura y previene molestias crónicas en la zona cervical. Es un gesto sencillo pero poderoso que ayuda a cuidar tanto tu cuerpo como tu mente.
Al final, más que un masaje, es un momento para ti: para respirar, sentir tus músculos relajarse y notar cómo el cuello y los hombros se vuelven más ligeros. Una pequeña rutina que, día tras día, convierte el estrés acumulado en bienestar tangible.
Y lo mejor de todo es que puedes adaptar este automasaje a tu ritmo. No hace falta que sea perfecto ni que sigas los pasos al pie de la letra. Escucha tu cuerpo, disfruta del momento y conviértelo en un pequeño ritual diario. Con constancia, notarás cómo tus hombros y cuello realmente te lo agradecen.