La DGT conoce perfectamente el truco que casi todos los conductores creen tener para librarse del radar de tramo, pero la realidad es mucho más tozuda y dolorosa para el bolsillo. Muchos piensan que basta con pisar el freno justo antes de la segunda cámara, pero esa confianza es precisamente la trampa en la que caen, ya que el sistema no mide un instante de velocidad, sino el tiempo total que tardas en recorrer una distancia concreta. ¿Crees de verdad que puedes engañar a un simple cronómetro?
Esa falsa sensación de control es el talón de Aquiles de miles de infractores que, al recibir la notificación, se preguntan cómo ha podido pasar. La respuesta no está en la potencia de tu coche ni en tus reflejos al volante; la clave reside en una simple operación matemática que la autoridad vial ejecuta de forma automática y sin margen de error. La cuestión, por tanto, no es si te van a pillar, sino entender por qué es inevitable si no cumples la norma durante todo el trayecto.
¿CÓMO FUNCIONA REALMENTE EL RADAR QUE TE ‘CAZA’ KILÓMETROS DESPUÉS?
Imagina un punto de control A y un punto de control B, separados por varios kilómetros de autovía. Al pasar por el primero, una cámara con lector de matrículas registra la hora exacta, al milisegundo. Al llegar al segundo, otra cámara repite la operación, lo que permite al sistema calcular con una precisión absoluta la velocidad media mantenida durante todo ese segmento vigilado. No hay escapatoria posible; si el tiempo invertido es menor al estipulado para la velocidad máxima permitida, la sanción se genera automáticamente. Es una lógica pura que la Dirección General de Tráfico aplica sin contemplaciones.
Este método resulta mucho más justo y efectivo para garantizar la seguridad en tramos de alta concentración de accidentes o de condiciones peligrosas. A diferencia del radar fijo, que solo penaliza un exceso de velocidad puntual, el de tramo obliga a mantener una conducción responsable y constante a lo largo de todo el recorrido, ya que de nada sirve frenar bruscamente al final si durante varios kilómetros has circulado muy por encima del límite legal. Por eso la DGT apuesta cada vez más por este sistema disuasorio en puntos críticos de la red de carreteras.
EL ERROR DE CÁLCULO QUE TE CUESTA CIENTOS DE EUROS Y PUNTOS
El gran fallo del conductor no es tecnológico, sino de pura confianza en una leyenda urbana que se ha demostrado falsa una y otra vez. Muchos se confían al pensar que pueden «recuperar» el tiempo perdido yendo más despacio en el último tramo. Lo cierto es que esa pequeña reducción de velocidad apenas compensa el exceso mantenido durante la mayor parte del recorrido, y es ese error de cálculo el que se traduce en multas que pueden alcanzar los 600 euros y la pérdida de hasta seis puntos del carné. Es una apuesta muy arriesgada por un mito.
El sistema está diseñado precisamente para neutralizar ese comportamiento errático y peligroso de acelerar y frenar de forma intermitente. Lo que busca la DGT no es solo castigar el exceso, sino fomentar una circulación fluida y homogénea que reduzca el riesgo de alcances y maniobras imprudentes. Cada vez que un conductor intenta «engañar» al sistema, lo único que consigue es aumentar su propio estrés y el peligro para los demás vehículos que circulan correctamente. La sanción, en este caso, es la consecuencia inevitable de no entender la filosofía detrás de la norma.
MÁS ALLÁ DE LA VELOCIDAD MEDIA: LOS OTROS ‘OJOS’ DE LA DGT

Mientras tu atención se centra en calcular la velocidad media, es posible que un helicóptero Pegasus te esté grabando desde el cielo a cientos de metros de altura. Estos dispositivos son uno de los instrumentos más temidos por los infractores, porque su potente zoom les permite detectar no solo la velocidad, sino también el uso del móvil o la ausencia del cinturón de seguridad. El control de carreteras que ejerce la agencia de seguridad vial es integral y va mucho más allá de unos pórticos con cámaras fijas en la autovía.
Además, no debemos olvidar la presencia constante de los radares móviles y los vehículos camuflados de la Guardia Civil de Tráfico. Estos controles son impredecibles y se sitúan estratégicamente en puntos donde los conductores tienden a relajarse o a exceder los límites de velocidad. Por tanto, pensar que el único desafío es superar un tramo vigilado es una visión muy limitada de la realidad, ya que la DGT despliega una red de vigilancia dinámica y polivalente diseñada para cubrir todos los frentes posibles y recordar que la seguridad debe mantenerse en todo momento y lugar.
LA PSICOLOGÍA DEL CONDUCTOR: ¿POR QUÉ CAEMOS EN LA TRAMPA?
La respuesta a por qué tantos conductores siguen tropezando con la misma piedra tiene mucho que ver con un exceso de confianza y un profundo desconocimiento de la tecnología. Existe una tendencia humana a creer que podemos ser más listos que el sistema, un sesgo de optimismo que nos hace subestimar el riesgo real y sobrevalorar nuestra capacidad para controlar la situación. Este impulso nos lleva a ignorar la lógica aplastante que hay detrás del funcionamiento del radar de tramo y a pensar que nuestra «estrategia» será la excepción que confirme la regla.
El organismo de tráfico es plenamente consciente de este factor psicológico y, de hecho, lo utiliza como parte de su estrategia de disuasión. La propia existencia del mito y el posterior desengaño al recibir la multa actúan como un poderoso correctivo. El objetivo del ente regulador no es solo sancionar, sino generar un aprendizaje, lo que provoca que la experiencia de ser multado por este sistema cambie la percepción del conductor sobre su propia invulnerabilidad. Al final, la DGT no solo vigila la velocidad, sino que también moldea activamente el comportamiento en la carretera.
CONDUCIR SEGURO ES LA ÚNICA ESTRATEGIA QUE NUNCA FALLA
En última instancia, todo se reduce a una elección muy simple: o intentas encontrar lagunas en el sistema, con el riesgo de fracasar y ser sancionado, o asumes que la forma más inteligente de viajar es respetar las normas. La conducción segura no es una competición contra los cinemómetros, sino un pacto de responsabilidad con el resto de usuarios de la vía para garantizar que todos lleguemos a nuestro destino. Esta mentalidad es la única que ofrece una protección real, no solo frente a las multas, sino frente a los accidentes.
Quizás el verdadero «truco» no sea frenar a tiempo, sino entender que la velocidad máxima indicada en la señal no es un objetivo a batir, sino un límite pensado para protegernos a todos. Cuando un conductor interioriza que la normativa de la DGT busca salvar vidas, el debate sobre cómo burlar un radar de tramo pierde todo su sentido. La próxima vez que veas la señal de inicio de tramo controlado, recuerda que la única estrategia infalible es levantar el pie del acelerador y conducir con la tranquilidad de saber que estás haciendo lo correcto para ti y para los demás.