miércoles, 1 octubre 2025

Pedro J. Ramírez desaprovecha sus memorias para pedir perdón por el 11M

A sus 73 años, el periodista logroñés Pedro J. Ramírez publica la segunda parte de sus memorias bajo el título ‘Por decir la verdad’, editada por Planeta. Sin embargo, el libro representa una oportunidad perdida: Ramírez opta por no hacer autocrítica ni pedir perdón por su papel central en la campaña de desinformación tras los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid.

Una etapa clave en su trayectoria profesional que marcó profundamente la política, el periodismo y la sociedad española. Durante aquellos días oscuros de marzo, tras la masacre en los trenes de cercanías que costó la vida a 193 personas, Pedro J. Ramírez lideró desde El Mundo una cruzada mediática que abonó la teoría conspirativa de que ETA había estado detrás de los atentados.

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A pesar de la evidencia policial y judicial que señalaba a un grupo yihadista como autor del ataque, Ramírez sostuvo durante años una narrativa que pretendía vincular los atentados a la banda terrorista vasca, con el propósito de cuestionar el resultado de las elecciones generales celebradas apenas tres días después.

Aquella insistencia tuvo efectos devastadores: embarró el clima político hasta hacerlo casi irrespirable, fomentó un ambiente guerracivilista y contribuyó decisivamente a la derrota del Partido Popular no sólo en 2004, sino también en los comicios de 2008. En vez de aprovechar sus memorias para asumir errores, Ramírez opta por la amnesia selectiva.

‘Por decir la verdad’ evita el mea culpa, y cuando se le ha planteado la cuestión durante su reciente gira promocional, el veterano periodista ha preferido esquivar el bulto. Su tour mediático —en programas del grupo Atresmedia, antaño feroz enemigo suyo— ha incluido apariciones destacadas.

En ‘El Hormiguero’ exhibió sus ya clásicos tirantes de un modo casi infantil y lanzó una petición a Pedro Sánchez para que no se perpetúe en el poder, aunque olvidó hacer lo propio con otros líderes políticos como Isabel Díaz Ayuso o Juanma Moreno.

En ‘Más de uno’, ante Carlos Alsina, Ramírez reconoció que los popes del periodismo español no son autocríticos, pero no explicó por qué él mismo no aplica esa reflexión. En ese mismo espacio, ante Marta García Aller, se negó a pedir perdón por el 11M.

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Pedro J. Ramírez en Onda Cero. Foto: Atresmedia.

Tampoco lo hizo en ‘La Sexta Xplica’, donde José Enrique Monrosi le solicitó explícitamente una reflexión autocrítica. La negativa fue, de nuevo, tajante.

11M

La resistencia a revisar su actuación contrasta con la relevancia de sus errores. La campaña de intoxicación sobre el 11M no fue un simple desliz periodístico: fue un ataque a la verdad con implicaciones políticas de enorme calado.

En los años posteriores al atentado, la derecha social, animada por esa narrativa conspirativa, tomó las calles al grito de que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se habían aliado con ETA para arrebatar al PP el poder. El delirio minó la confianza ciudadana en las instituciones democráticas y en la prensa.

Es cierto que Pedro J. Ramírez ha firmado algunas de las páginas más brillantes del periodismo español en 45 años como director. Su carrera está jalonada por grandes exclusivas, como las investigaciones que precipitaron la caída de Felipe González o la del rey Juan Carlos I, así como —en diferido— la de Mariano Rajoy. Pero esos méritos no pueden ni deben ocultar que también ha chapoteado en el amarillismo y ha protagonizado algunos de los episodios más oscuros de la prensa reciente. El 11M no fue un error cualquiera, fue una herida profunda que aún hoy sigue supurando en la memoria colectiva.

Distanciado del que fuera su compañero de trincheras mediáticas, Federico Jiménez Losantos, el exdirector de El Mundo está intentado pasar página sin rendir cuentas.

LA VERDAD

La falta de autocrítica sobre el 11M no es sólo una omisión: es una declaración de intenciones. Pedro J. Ramírez ha elegido no enfrentarse al episodio que más ha comprometido su credibilidad y legado como periodista. Al titular sus memorias ‘Por decir la verdad’, cabría esperar un ajuste de cuentas honesto con su trayectoria, especialmente en lo que respecta a una de las mayores tragedias de la historia reciente de España.

Sin embargo, el libro es más bien un ejercicio de justificación, cuando no de olvido interesado. Se puede comprender que alguien quiera preservar su reputación. Lo que resulta menos comprensible es invocar la verdad mientras se silencia uno de los errores más graves de toda una carrera. La verdad no es selectiva, ni puede despacharse con frases huecas. La verdad requiere responsabilidad. Y esa, en el caso del 11M, Ramírez aún no la ha asumido.


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