La idea de recuperar visión a base de ejercicios oculares se ha vuelto bastante popular. Seguro lo has visto en redes: mirar de cerca y después a lo lejos, mover los ojos en círculos o en distintas direcciones… Propuestas hay muchas, pero la gran pregunta es inevitable: ¿sirven de algo? El especialista en salud visual Sebastián La Rosa lo explica sin rodeos y ayuda a separar lo que tiene fundamento de lo que es puro mito.
Músculos del ojo: alivio, pero sin milagros

La mayoría de los ejercicios conocidos se centran en los músculos extraoculares, los que usamos para mover los ojos hacia arriba, abajo o a los lados. Son útiles para liberar tensión e incluso mejorar la postura, pero poco más.
“Siempre está bien ejercitar y relajar esos músculos, pero es absolutamente improbable que un músculo tenga la fuerza para cambiar la forma de tu ojo; y si lo hiciese, no lo haría de manera constante”, aclara La Rosa.
En otras palabras: mover los ojos no va a corregir miopía, hipermetropía o astigmatismo. Eso sí, puede darte una sensación de descanso después de muchas horas frente a la pantalla.
Acomodación: un aliado frente a la presbicia

Donde sí hay esperanza es en los ejercicios de acomodación. El ojo tiene una lente interna, el cristalino, que se contrae para enfocar de cerca y se relaja para ver de lejos. Con la edad, esa flexibilidad se va perdiendo: es la temida presbicia o vista cansada.
“Hacer ejercicios que entrenen esta acomodación sí puede mejorar nuestra presbicia porque trabajan sobre la causa del problema: los músculos que controlan el cristalino”, subraya el especialista.
Estos entrenamientos no son la fuente de la eterna juventud, pero sí pueden retrasar la necesidad de usar gafas de cerca de manera continua.
Miopía: límites claros y pequeños logros
El caso de la miopía es distinto. Aquí el problema está en la forma del ojo, que suele alargarse. Durante años se creyó que era consecuencia del esfuerzo constante de mirar de cerca.
“Tu cerebro se adapta a interpretar las imágenes que le ponés seguido enfrente. Esto quiere decir que no podemos modificar el largo del ojo, pero sí podemos modificar cómo nuestro cerebro interpreta la imagen”, explica La Rosa.
Así, aunque los ejercicios no corrigen la miopía, sí pueden entrenar la visión lejana y ayudar a frenar su avance en niños. Además, entrenar el enfoque lejano puede evitar dolores de cabeza ligados al esfuerzo visual.
El ojo vago: donde sí hay resultados claros
Un terreno donde los ejercicios son realmente efectivos es el del ojo vago o amblíope. Si un ojo ve menos que el otro y no se trabaja, puede acabar afectando incluso a la postura y provocando dolores musculares.
La técnica es simple: tapar el ojo fuerte unos minutos al día mientras se lee o se observa algo a lo lejos. De esa forma, el ojo más débil se ve obligado a trabajar y poco a poco gana capacidad y coordinación.
Lentes y cirugías: corrigen, pero no curan
La Rosa recuerda que las gafas, las lentillas o cirugías como el LASIK solucionan los síntomas, pero no la raíz del problema: el alargamiento del ojo.
“Esa elongación implica mucho más estrés para las estructuras del ojo. Aumenta el riesgo de desprendimiento de retina o de degeneración macular ligada a la miopía”, advierte. También señala otro peligro: los cambios en el ángulo ocular, que elevan la probabilidad de padecer cierto tipo de glaucoma.
Ni milagros ni soluciones mágicas
En conclusión, los ejercicios oculares sí pueden ser útiles en casos concretos como la presbicia o el ojo vago, y servir de apoyo en la miopía, sobre todo en niños. Pero esperar que sustituyan gafas o una cirugía es engañarse.
“Lo importante es entender qué se puede mejorar y qué no. Los ejercicios son una herramienta más, pero nunca una solución mágica”, sentencia Sebastián La Rosa.