Jordi González ha vuelto a ponerse frente a las cámaras tras un tiempo de ausencia que estuvo marcado tanto por una decisión personal como por un grave problema de salud que lo apartó de los focos a principios de año. El comunicador catalán, que durante décadas ha sido una de las caras más reconocibles de la televisión en España, se ha reencontrado con el público desde TV3 al frente del programa Col·lapse. Con una frase tan solemne como simbólica, arrancó su nueva etapa profesional con un guiño a su larga trayectoria: “Nueve mil veinticinco noches después, en mi idioma y en TV3, te digo: ‘Buenas noches’”. Sus palabras sirvieron como declaración de intenciones de alguien que ha sabido reinventarse, que cuenta con la experiencia de más de cuarenta años de oficio y que, pese a haber barajado la posibilidad de retirarse definitivamente, ha preferido aceptar un proyecto que le devolvía la ilusión.
2El secreto de ‘Supervivientes’

En una entrevista concedida a El País, Jordi ya había dejado entrever ese punto de inflexión. Reconocía que, después de cuatro décadas de trabajo ininterrumpido, se planteó seriamente dejarlo todo y disfrutar de la vida sin obligaciones. Sus palabras fueron contundentes: “Después de 40 años haciendo televisión y teniendo en cuenta que tengo más pasado que futuro y que tengo dinero, pensé: ‘Voy a dejar de trabajar y voy a vivir a lo loco lo que me queda de vida’. Pero llegó esta propuesta y me flechó completamente el proyecto”. Este giro personal demuestra que, aunque se sintiera decepcionado por el rumbo de la televisión comercial y por la presión de las audiencias, aún tenía la motivación suficiente para aceptar un nuevo reto que se ajustaba a lo que buscaba en este momento de su carrera.
La confesión sobre la publicidad en Supervivientes no solo refleja una queja individual, sino que también pone de relieve un debate más amplio sobre el modelo televisivo actual. La necesidad de maximizar los ingresos publicitarios en formatos de prime time ha llevado a que los contenidos se adapten constantemente a las pausas comerciales, con una narrativa fragmentada que afecta al ritmo de los programas y a la experiencia del espectador.
Lo que Jordi señala es un problema que muchos seguidores del reality ya comentaban en redes sociales: la frustración de ver interrumpidas las pruebas más espectaculares o las discusiones más tensas en el momento de mayor expectación. Su testimonio confirma que estas decisiones no solo irritan al público, sino que también incomodan a los profesionales que se ven obligados a romper la dinámica del directo por cuestiones ajenas al contenido. El caso de Jordi tiene además una dimensión personal que explica por qué decidió alejarse de la televisión. A principios de este año atravesó un problema de salud serio que le obligó a frenar y replantearse sus prioridades. Aunque no se ha extendido en los detalles, sí reconoció que esta experiencia le hizo pensar en la necesidad de vivir de manera diferente y dar más espacio a lo que realmente le motiva. La suma de esta situación personal y del desgaste acumulado en un formato que le había dejado de aportar lo que buscaba como profesional, terminó inclinando la balanza hacia su retirada temporal. No obstante, la oportunidad de Col·lapse en TV3 surgió en el momento adecuado, con un proyecto que le devolvía la ilusión y la sensación de control sobre lo que hacía.