El chorizo ha cargado con una culpa que, según reputados expertos, quizás no le corresponde del todo. Nos obsesionamos con su grasa mientras pasamos por alto a otros enemigos silenciosos que campan a sus anchas en nuestra dieta, y es que a menudo el verdadero problema del colesterol se esconde en un vaso de zumo de naranja que tomas cada mañana. ¿Y si te dijera que ese gesto tan aparentemente saludable está boicoteando tus analíticas mucho más que este clásico embutido español?
Esta es la sorprendente advertencia del Dr. Marcos Herrera, un endocrino de 61 años que lleva décadas observando la evolución de nuestros hábitos. Según su experiencia, «te preocupas por el chorizo y lo que te está destrozando el colesterol es esa bebida ‘sana’ que te tomas en ayunas», ya que lo que de verdad dispara los triglicéridos es el azúcar libre de esa bebida aparentemente inofensiva. Una afirmación que nos obliga a mirar nuestro desayuno con otros ojos y a cuestionar lo que dábamos por sentado.
LA GRAN MENTIRA DEL DESAYUNO ‘SALUDABLE’
Nos han vendido el zumo de naranja y los batidos de frutas como la quintaesencia de la vitalidad, un chute de vitaminas para empezar el día con energía. Pero el Dr. Herrera nos advierte de la cara B de esta costumbre, ya que el cuerpo metaboliza el azúcar de un zumo de forma muy diferente a la de una pieza de fruta entera. Al exprimir la fruta, eliminamos la fibra, que es precisamente la que ralentiza la absorción del azúcar. Sin ella, la fructosa llega de golpe al torrente sanguíneo, provocando un pico de glucosa que el cuerpo no sabe cómo gestionar.
Ese impacto metabólico es brutal y silencioso. El hígado se ve desbordado por esa avalancha de azúcar y, como explica el endocrino, no le queda más remedio que ponerse a trabajar a marchas forzadas. El problema es que el hígado convierte ese exceso de fructosa en grasa, afectando directamente a tu perfil lipídico. Por eso, mientras te regodeas pensando en las vitaminas de tu bebida, en realidad estás abonando el terreno para que tus niveles de triglicéridos y colesterol LDL (el «malo») se disparen sin control.
EL CHORIZO: ¿VILLANO O VÍCTIMA DE UN MALENTENTIDO?
Analizamos el papel real del chorizo en una dieta equilibrada, más allá de los mitos sobre sus grasas.
Seamos claros: nadie dice que el chorizo sea un alimento para consumir a diario en grandes cantidades. Sin embargo, su demonización ha sido, según el Dr. Marcos Herrera, a todas luces exagerada. El quid de la cuestión no está en un alimento concreto, sino en el patrón general de nuestra alimentación, porque las grasas saturadas de un alimento tradicional no son el único factor determinante del colesterol. De hecho, la ciencia reciente apunta a que la relación entre la grasa saturada dietética y la enfermedad cardiovascular es mucho más compleja de lo que se pensaba.
Además, este placer culinario posee una cualidad que sus detractores suelen olvidar: su poder saciante. Un par de rodajas de un buen chorizo ibérico en una tostada aportan proteínas y grasas que nos mantienen llenos durante más tiempo, a diferencia del fugaz efecto del azúcar líquido. En palabras del Dr. Herrera, un consumo moderado de este embutido aporta saciedad, evitando que piques otros ultraprocesados. Es una simple cuestión de lógica: es menos probable que asaltes la máquina de vending a media mañana si tu desayuno ha sido consistente.
EL AZÚCAR, ESE ENEMIGO SILENCIOSO QUE SÍ TE ESTÁ PASANDO FACTURA

«El azúcar es el gran inflamatorio de nuestra era», sentencia el Dr. Marcos Herrera. Cuando le señalamos la grasa del chorizo como la culpable de todos nuestros males, estamos desviando la atención del verdadero problema. Y es que la inflamación crónica provocada por el azúcar daña las arterias mucho más que la grasa de una buena charcutería española. Este proceso inflamatorio es el que realmente facilita que el colesterol se oxide y se adhiera a las paredes arteriales, formando la peligrosa placa de ateroma.
El problema se agrava porque el azúcar no solo está en los zumos de brick o en los batidos que compras pensando que son ‘fit’. Se esconde en el pan de molde, en los cereales del desayuno, en los yogures de sabores y en salsas que usamos a diario. Por eso, la advertencia del endocrino va más allá del desayuno, ya que el problema reside en los azúcares añadidos y libres que consumimos sin darnos cuenta a lo largo del día. Es una suma constante que, gota a gota, va minando nuestra salud cardiovascular sin que nos percatemos.
CUANDO LA TRADICIÓN GANA LA PARTIDA A LO ‘FIT’
Parece una paradoja, pero un desayuno más tradicional puede ser mucho más beneficioso que uno moderno cargado de promesas saludables. El Dr. Herrera lo ilustra con un ejemplo claro, porque una tostada con aceite y una loncha de un buen embutido puede ser metabólicamente más interesante que un batido de frutas. La primera opción ofrece un equilibrio de macronutrientes (hidratos lentos, grasas saludables y proteínas) que estabiliza el azúcar en sangre, mientras que la segunda provoca una montaña rusa glucémica.
La clave, una vez más, está en el contexto y la moderación. Nadie en su sano juicio basa su dieta en el chorizo, pero sí hay millones de personas que inician su día con una bomba de azúcar líquido creyendo que es la opción más sana. Según el experto, el error está en añadir calorías líquidas y azucaradas a nuestra dieta pensando que son un extra saludable. No lo son. Son una carga para el hígado y un pasaporte directo a problemas metabólicos que van mucho más allá de una cifra en la báscula.
LA REGLA DE ORO DEL DR. HERRERA: MENOS VASOS Y MÁS PLATOS

El mensaje final del Dr. Marcos Herrera es tan sencillo como revolucionario: vuelve a comer la comida de verdad. Prioriza los alimentos en su estado natural y desconfía de todo aquello que venga en un bote con una etiqueta prometedora. Es fundamental entender que debemos priorizar siempre la comida que se mastica frente a la que se bebe para un correcto control del apetito. Masticar envía señales de saciedad al cerebro que los líquidos simplemente no pueden replicar, lo que nos lleva a consumir más calorías sin darnos cuenta.
Quizás el próximo día que dudes en disfrutar de un buen chorizo por miedo a su grasa, la pregunta que deberías hacerte no es si ese bocado te hará daño. La pregunta correcta, la que de verdad importa, es qué has bebido para desayunar esa mañana. A lo mejor descubres que el villano de tu película no era el que siempre habías pensado y que la solución pasa por cambiar el vaso por una manzana. Ni más ni menos.