sábado, 27 septiembre 2025

Dra. Sara Setti, especialista en medicina aplicada al cerebro: «Las enfermedades neurodegenerativas están aumentando un 300%»

- La especialista advierte que la neuroinflamación acelera el deterioro cerebral y pide priorizar la prevención.

Las enfermedades del cerebro ya no son un problema lejano que aparece con la vejez. Hoy, cada vez más personas están experimentando signos de deterioro mucho antes de lo que solía ocurrir. La Dra. Sara Ceti, especialista en medicina de precisión aplicada al cerebro, lo dice sin rodeos: vivimos en un “mundo 100% inflamatorio”, y ese entorno está acelerando la llegada de patologías como el Alzheimer, la demencia y los trastornos del espectro autista.

El enemigo silencioso: la neuroinflamación

Lobulo frontal en riesgo Merca2.es
La falta de energía matutina puede ser una señal temprana de disfunción cerebral. Fuente: Canva

Detrás de esta crisis se encuentra un fenómeno poco visible, pero poderoso: la neuroinflamación. Se trata de un fuego interno, una especie de brasero que arde lentamente en el tejido cerebral. Y aquí está lo más inquietante: el cerebro, a diferencia de otros órganos, no tiene capacidad de regenerarse. Una vez que la inflamación hace daño, ese daño se queda.

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“Lo grave —explica la Dra. Ceti— es que el Alzheimer comienza hasta veinte años antes de que podamos diagnosticarlo. Para entonces, hemos perdido un tiempo precioso”. No es casualidad que estas enfermedades estén aumentando en un 300%. “Es gravísimo”, insiste, “porque el cerebro es el órgano que nos nombra como especie”.

Primeras señales que solemos ignorar

Cansancio al despertar Merca2.es
La conexión entre intestino y cerebro es bidireccional y vital para la salud. Fuente: Canva

La falta de energía al despertar es una de las señales más comunes y más minimizadas. ¿Quién no ha pensado alguna vez “es normal estar cansado”? Sin embargo, para la especialista, no lo es. “No puede ser que un adulto en plena edad productiva tenga solo tres horas de energía de calidad al día”, comenta.

Ese cansancio no es solo fatiga: suele estar vinculado a fallos en las mitocondrias, las pequeñas centrales eléctricas de nuestras neuronas. Y si ellas no funcionan, el cerebro entero paga las consecuencias.

Otra alarma temprana está en el lóbulo frontal, esa parte del cerebro que nos ayuda a enfocarnos, a tomar decisiones y hasta a empatizar. Cuando empieza a fallar, lo notamos en la desmotivación, la dificultad para concentrarnos o la sensación de estar desconectados de los demás. ¿Te suena familiar? Según la Dra. Ceti, esta disfunción se ha vuelto casi cotidiana.

¿Por qué ocurre esto? Tres piezas clave

La especialista explica los mecanismos con claridad:

  1. Metabolismo: el Alzheimer está íntimamente ligado a la resistencia a la insulina. De hecho, ya se le llama “diabetes tipo 3”. Si el cerebro no recibe bien la señal de insulina, se queda literalmente sin combustible.
  2. Intestino y cerebro, una autopista de doble vía: solemos hablar del eje intestino-cerebro, pero pocas veces al revés. Un golpe en la cabeza, por ejemplo, puede alterar la microbiota intestinal en apenas dos horas. Y en niños con autismo, las alteraciones de la microbiota aparecen de manera casi sistemática.
  3. El triángulo indivisible: neurología, inmunología y metabolismo no pueden separarse. Intentar entender al cerebro sin mirar al resto del cuerpo es, en palabras de la Dra. Ceti, quedarse con solo una pieza del rompecabezas.

Un cambio de mirada urgente

YouTube video

“Hay que poner de moda el cerebro”, afirma la doctora. Suena casi a eslogan, pero encierra una verdad profunda: necesitamos hablar más de prevención y menos de diagnósticos tardíos.

El primer paso, dice, es dejar atrás lo que nos intoxica: dormir mal, vivir bajo estrés constante, alimentarnos con ultraprocesados y permanecer sentados la mayor parte del día. Después, toca nutrir al cerebro como merece. Los nutrientes marinos ricos en EPA y DHA, las vitaminas del grupo B, la colina, la vitamina D y minerales como el zinc o el selenio no son un capricho de moda; son gasolina pura para nuestras neuronas.

A esto se suma mantener viva la curiosidad. El cerebro nunca deja de aprender, incluso en edades avanzadas. Y, por supuesto, respetar el sueño profundo, ese momento en que nuestro sistema glinfático se pone a limpiar la basura acumulada durante el día. La luz blanca y las pantallas, advierte la especialista, están saboteando este proceso esencial.

Más allá de las decisiones individuales

No todo es cuestión de voluntad personal. El entorno social también enferma. “La injusticia social daña y es neuroinflamatoria”, recuerda la Dra. Ceti. A veces, cuidar el cerebro implica tomar decisiones difíciles: cambiar de trabajo, salir de una relación o mudarse.

El mensaje final de la especialista es claro: cuidar el cerebro no es un lujo, es un deber urgente. “Tenemos que fortalecer su bioquímica y entender que el futuro de nuestra especie depende de ello”.


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