En un mundo en el que corremos sin parar, con el estrés marcando el paso y las emociones muchas veces desconectadas del cuerpo, Idan propone algo casi contracultural: volver al origen. Su propuesta suena sencilla, pero es profunda. Después de más de 20 años de experiencia y de formarse en el método Greenberg en Israel, desarrolló su propia metodología, La Vía del Cuerpo, que lleva el aprendizaje y el crecimiento personal directamente al lugar donde todo empieza: el cuerpo. Para él, este no es solo un recipiente, sino “un campo de transformación”.
Idan lo tiene claro y lo dice sin rodeos: “El cuerpo recuerda mucho más que la mente”. Mientras la cabeza se las ingenia para enterrar, olvidar o reprimir experiencias, el cuerpo las guarda en silencio, las fija en los tejidos, en la biología misma. “Vivimos en una sociedad muy mentalizada —explica—, identificándonos casi exclusivamente con la inteligencia racional. Sin embargo, el cuerpo habla otro idioma: más simple, más directo, y conectado con la propia inteligencia de la vida”.
Trauma y coraza: las huellas invisibles

El concepto de trauma es la base de su trabajo. Como recuerda Idan, “trauma” significa “herida” en griego. No se trata tanto del hecho en sí, sino de lo que queda después: esa secuela emocional que moldea la manera en que pensamos, sentimos y nos mostramos al mundo. “Un trauma es un desorden interior que distorsiona tu autenticidad”, resume.
Para sobrevivir al dolor, la gente construye estrategias, máscaras, mecanismos de defensa. Idan las llama “la coraza”: patrones de conducta, tensiones corporales y creencias que se forman para protegernos. “El perfeccionismo que duele, la timidez extrema, la ansiedad o el impulso de agradar no son rasgos naturales, son respuestas a heridas no resueltas”, afirma. Estas estructuras nos hacen rígidos y nos empujan a repetir viejas historias, como vivir atrapados en un bucle.
El cuerpo habla a través del síntoma
“Los síntomas son como la punta del iceberg”, dice Idan. Dolores de espalda, migrañas, problemas digestivos… muchas veces son gritos del cuerpo que tienen raíces emocionales. Una migraña, por ejemplo, puede esconder el perfeccionismo aprendido de niño, el miedo a no ser aceptado, la exigencia constante. Incluso traumas silenciosos —como la sensación de “no me ven”— pueden marcar profundamente y llevar a estrategias para captar atención o cariño.
La sensación sentida: una puerta al inconsciente

El enfoque de Idan va más allá de calmar síntomas. Busca ir a la raíz. Y para eso hay que aprender a escuchar. “El que siente es el cuerpo”, repite. Su herramienta clave es la “sensación sentida”: prestar atención a las señales físicas —ese nudo en el estómago, una opresión en el pecho, un gesto involuntario— cuando algo emocional nos toca.
En sus sesiones, Idan utiliza el tacto como un puente. Combina diálogo, manipulaciones corporales (a veces intensas, como el deep tissue; otras muy sutiles, como el trabajo energético) e indicaciones para respirar y enfocar la atención. “Lo que resiste persiste; lo que se acepta se transforma”, recuerda citando a Jung. El objetivo es simple y a la vez profundo: crear un espacio seguro para permitir lo que en su momento no se pudo permitir.
Un proceso flexible y personalizado
No hay un único camino. Según Idan, algunas personas sienten cambios en 4 o 12 sesiones; otras necesitan hasta 20 para procesos más profundos. “El éxito no se mide en números, sino en bienestar; cuando la persona está bien o cuando el síntoma desaparece”, explica.
Un llamado al bienestar integral
Idan critica con firmeza la normalización del estrés, las contracturas, el insomnio. “No es normal eso que no es normal”, insiste. Para él, los síntomas son la manera del cuerpo de decirnos: “Oye, te estoy tratando de sacar algo que tienes en la mente, pero te lo expreso en el cuerpo”.
Su método no se queda en la dimensión física. Integra lo emocional, lo mental y lo espiritual para que “todos los circuitos psíquicos y físicos fluyan” y la persona pueda sentir un bienestar real, completo, no solo la ausencia de síntomas.
Con La Vía del Cuerpo, Idan lanza una invitación clara: salir de la cabeza, volver al cuerpo y transformar las heridas en un camino de autenticidad y salud plena. Un recordatorio de que, a veces, la verdadera revolución es volver a sentir.