sábado, 27 septiembre 2025

“Despertarse con la boca seca no es normal”: el neumólogo Jorge Luz (65) alerta de apnea del sueño y riesgo cerebral

La apnea del sueño se ha convertido en una epidemia silenciosa que muchos ignoran entre ronquidos y un mal despertar, pero cuyas consecuencias resuenan mucho más allá del dormitorio. “Despertarse con la boca seca no es normal”, una advertencia lanzada por el neumólogo Jorge Luz (65) que debería hacernos reflexionar, y este síntoma aparentemente inofensivo podría ser la primera señal de un problema de salud grave que afecta a millones sin que lo sepan. ¿Y si esa sed matutina fuera una llamada de auxilio de tu cuerpo?

La alerta del doctor Luz sobre el riesgo cerebral asociado a este trastorno respiratorio del sueño no es una forma de infundir miedo, sino de despertar conciencias ante una realidad que a menudo pasa desapercibida. Lo que sucede noche tras noche en tu garganta tiene un impacto directo en tu órgano más vital, pues la falta de oxígeno intermitente durante la noche somete al cerebro a un estrés peligroso y constante. La pregunta es inevitable: ¿está tu descanso protegiéndote o poniéndote en peligro?

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¿UN SÍNTOMA UNIVERSAL O UNA ALARMA SILENCIOSA?

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Hemos normalizado tanto el despertarnos con la boca pastosa que rara vez nos preguntamos por qué ocurre, pero detrás de este hecho se puede esconder una apnea no diagnosticada. Millones de personas lo achacan al aire acondicionado, a una cena algo más fuerte de lo normal o simplemente a la edad, y muchos lo atribuyen a factores ambientales sin sospechar que su respiración se detiene repetidamente durante la noche. Esa sequedad no es un capricho del cuerpo, sino una consecuencia directa de una lucha nocturna por el aire.

La explicación fisiológica es más sencilla de lo que parece y revela la verdadera naturaleza de este problema de sueño. Cuando las vías respiratorias superiores se bloquean durante unos segundos, el cuerpo, en un acto reflejo para sobrevivir, busca una ruta alternativa para el aire, y esto obliga a la persona a respirar por la boca para compensar el colapso en la garganta, resecando inevitablemente todas las mucosas. No es solo sed, es la evidencia de que tu cuerpo ha estado en modo de emergencia mientras dormías.

EL RONQUIDO NO ES EL ÚNICO CULPABLE

Durante décadas, el foco se ha puesto en el ruido, pero la ausencia de este no garantiza un sueño saludable, ya que la apnea puede manifestarse de formas mucho más discretas. El cansancio crónico, esa sensación de no haber descansado aunque hayas dormido ocho horas, es una de sus caras más comunes, y hay personas con apnea severa que apenas roncan pero sufren cientos de microdespertares cada hora sin ser conscientes de ello. Esos pequeños cortes en el sueño impiden que el cerebro alcance las fases más profundas y reparadoras.

Esta fatiga diurna tiene consecuencias que van más allá del bostezo, afectando directamente a nuestro humor y rendimiento, pues una mala noche por culpa de la apnea se traduce en un mal día. La irritabilidad, la falta de concentración en el trabajo o incluso una menor capacidad para tomar decisiones son secuelas directas, y esos cambios de humor o la dificultad para enfocarse a menudo tienen su origen en una calidad del sueño deficiente provocada por estas interrupciones respiratorias.

CUANDO EL CEREBRO PIDE AUXILIO CADA NOCHE

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El «riesgo cerebral» del que alertan los especialistas no es una metáfora, es una amenaza bioquímica real que ocurre con cada episodio de apnea. El cerebro es un órgano extremadamente sensible a la falta de oxígeno, y cada vez que la respiración se detiene, la saturación de oxígeno en la sangre cae en picado, pues cada pausa respiratoria provoca un descenso en los niveles de oxígeno en sangre, lo que supone un golpe directo y repetido a las neuronas.

A largo plazo, esta agresión nocturna deja cicatrices profundas y aumenta drásticamente el riesgo de sufrir accidentes que pueden cambiar una vida para siempre. La evidencia científica acumulada en los últimos años es contundente, y la evidencia científica más reciente vincula la apnea del sueño no tratada con un mayor riesgo de ictus y un deterioro cognitivo acelerado a largo plazo. Proteger nuestro cerebro empieza, sin duda, por proteger la calidad de nuestro descanso.

¿QUIÉN ESTÁ EN EL PUNTO DE MIRA DE ESTE ENEMIGO INVISIBLE?

El imaginario colectivo dibuja a la persona con apnea como un hombre de mediana edad con sobrepeso, y aunque este perfil es frecuente, la realidad es mucho más diversa. La anatomía de la mandíbula, el tamaño de las amígdalas o la propia genética juegan un papel crucial, y aunque la obesidad es un factor de riesgo conocido, personas delgadas también pueden sufrirla por causas puramente estructurales. Nadie está completamente exento, por lo que la autocomplacencia es peligrosa.

Además, el diagnóstico de la apnea ha tenido históricamente un sesgo de género, dejando a muchas mujeres sin un diagnóstico correcto durante años. Sus síntomas pueden ser diferentes, a menudo más sutiles, como la fatiga, el insomnio, las cefaleas matutinas o la ansiedad, y en las mujeres las manifestaciones a menudo se confunden con depresión o estrés, retrasando un diagnóstico que es vital para su salud cardiovascular y cerebral a largo plazo.

RECUPERAR EL SUEÑO ES RECUPERAR LA VIDA

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Si la boca seca, el cansancio persistente o los ronquidos forman parte de tu día a día, el primer paso es desterrar la idea de que «es normal» y consultar a un especialista. Lejos de pruebas complejas e invasivas, el diagnóstico de la apnea se ha simplificado enormemente en los últimos años, y una simple prueba de sueño, conocida como polisomnografía, es suficiente para confirmar el diagnóstico y medir su gravedad. El conocimiento es la herramienta más poderosa para actuar.

Dar el paso para tratar este trastorno es una de las mejores inversiones en calidad de vida y salud futura que una persona puede hacer, porque controlar la apnea va mucho más allá de dormir mejor. Los tratamientos modernos, como los dispositivos de presión positiva continua en la vía aérea (CPAP), son increíblemente eficaces, pues estos aparatos no solo eliminan las pausas respiratorias, sino que devuelven la energía vital y protegen al cerebro y al corazón de un deterioro silencioso pero implacable.


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