viernes, 26 septiembre 2025

«Ese dolor de hombro que ignoras es el síntoma de cáncer de pulmón que te podría salvar la vida, pero sigues sin ir al médico»: Dr. Javier Ponce (64), oncólogo

Una molestia común que esconde una verdad que pocos se atreven a mirar. La advertencia de un oncólogo con décadas de experiencia que resuena como un eco.

Pocos saben que un diagnóstico de cáncer puede comenzar con un gesto tan cotidiano como masajearse el hombro dolorido. Aquel pinchazo que achacas a una mala postura mientras duermes podría ser en realidad la primera manifestación de un tumor maligno que crece silenciosamente en tu interior, una verdad incómoda que preferimos esconder bajo la alfombra de las excusas. ¿Y si esa molestia fuera la oportunidad de oro para actuar a tiempo? ¿Seguirías ignorándola?

La impotencia que siente el doctor Javier Ponce es palpable cuando insiste en que el problema no es la enfermedad, sino nuestra pasividad. Según sus palabras, la mayoría de los pacientes llegan a su consulta demasiado tarde por ignorar estas señales, un retraso fatal que puede costar la vida y que transforma una enfermedad oncológica potencialmente tratable en una sentencia. Su advertencia es un puñetazo directo a nuestra conciencia.

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¿UN SIMPLE DOLOR O UNA ALARMA BIOLÓGICA?

Diferenciar entre una contractura y una señal de alerta es más sencillo de lo que imaginas.
Diferenciar entre una contractura y una señal de alerta es más sencillo de lo que imaginas. Fuente Freepik.

Normalizamos el dolor hasta convertirlo en parte de nuestro día a día, un compañero de viaje molesto pero aceptado. Sin embargo, lo cierto es que un dolor persistente en el hombro, que no mejora con reposo ni antiinflamatorios, debería encender todas las alarmas en nuestro sistema de autoprotección, sobre todo si no recordamos un golpe o un mal gesto que lo justifique. Este tipo de cáncer no avisa con fuegos artificiales, sino con susurros.

Este síntoma tan específico no es para nada aleatorio ni casual, sino que tiene una explicación médica muy concreta. Se origina cuando un tipo específico de tumor pulmonar, conocido como tumor de Pancoast, presiona los nervios que se dirigen directamente al brazo y al hombro desde la parte superior del pulmón. No es una patología tumoral cualquiera, es una que se manifiesta lejos de su origen.

EL TIEMPO, ESE ENEMIGO SILENCIOSO QUE JUEGA EN TU CONTRA

La frase «ya iré al médico la semana que viene» es probablemente una de las más peligrosas que existen en nuestro vocabulario. En la lucha contra el cáncer, cada semana que pasa sin un diagnóstico oncológico certero reduce drásticamente las opciones de tratamiento y, por supuesto, el pronóstico de supervivencia. El tiempo que tú crees que ganas posponiendo la visita es, en realidad, un tiempo precioso que le regalas a la enfermedad.

Es profundamente humano pensar que «eso a mí no me va a pasar», un mecanismo de defensa que nos protege del miedo. Pero esa negación es el mejor aliado de la enfermedad, permitiendo que un posible cáncer de pulmón avance sin ser detectado mientras nosotros buscamos excusas en el estrés, el teletrabajo o esa clase de pádel del martes. La realidad es que el cáncer no discrimina, y la inacción es su mejor cómplice.

LOS OTROS SÍNTOMAS QUE TAMPOCO ESTÁS ESCUCHANDO

Tu cuerpo te habla de muchas formas, pero a menudo solo escuchamos lo que queremos oír.
Tu cuerpo te habla de muchas formas, pero a menudo solo escuchamos lo que queremos oír. Fuente Freepik.

El cuerpo humano es sabio y, por lo general, casi nunca envía una única y solitaria señal de aviso para algo tan grave. Junto a ese dolor en el hombro, una tos que no se cura, una ronquera extraña o una inexplicable pérdida de peso son susurros que anuncian una posible neoplasia pulmonar que estás eligiendo no oír. Escuchar tu cuerpo no es un acto de hipocondría, sino de supervivencia ante un posible cáncer.

Ignorar un solo síntoma es relativamente fácil, pero hacer oídos sordos a tres o cuatro a la vez es un peligroso acto de irresponsabilidad con tu propia vida. La combinación de varios de estos indicios aumenta exponencialmente la probabilidad de que estemos ante un carcinoma en desarrollo, y no ante un simple resfriado mal curado o el cansancio acumulado de la semana. Un posible cáncer no se va de vacaciones.

«LA CULPA NO ES DEL DOLOR, ES DE LA INACCIÓN»

El doctor Ponce lo tiene meridianamente claro: la verdadera tragedia no es tener cáncer, sino descubrirlo demasiado tarde por pura y simple desidia. La tecnología médica actual permite combatir el tumor con un notable éxito, pero solo si se detecta en sus fases iniciales, cuando aún se encuentra localizado y no se ha extendido a otras partes del cuerpo. La ciencia puede hacer milagros, pero necesita que le des una oportunidad.

Ahora párate a pensar, ¿cuántas veces has dicho «no será nada» mientras te frotabas instintivamente ese hombro que no deja de molestar? Esa pequeña e inocente frase de autoconvencimiento es la puerta que le abres a una posible afección maligna para que se instale cómodamente en tu vida sin que te des cuenta de su presencia. La negación no hace que el problema desaparezca, solo lo hace más grande y fuerte.

EL DÍA QUE DECIDES IR AL MÉDICO ES EL PRIMERO DEL RESTO DE TU VIDA

Tomar las riendas de tu salud es el acto de amor propio más grande que existe.
Tomar las riendas de tu salud es el acto de amor propio más grande que existe. Fuente Freepik.

Esa llamada para pedir cita con tu médico de cabecera puede ser la más difícil, pero también, sin ninguna duda, la más importante que hagas en mucho tiempo. Independientemente del resultado, afrontar la posibilidad de un diagnóstico de cáncer te devuelve el control sobre tu cuerpo y sobre tu futuro, acabando con la destructiva incertidumbre del «y si…». El miedo se combate con información, no con ignorancia.

Quizás, y ojalá sea así, ese dolor de hombro sea solo una contractura sin la más mínima importancia, una simple anécdota que olvidarás en unos días. Pero también puede ser la llave que te permita cerrar la puerta al cáncer a tiempo, y solo hay una manera de saberlo con total y absoluta certeza, y es dejando de una vez por todas de ignorar lo que tu cuerpo lleva, quizás, demasiado tiempo gritándote en silencio.


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