jueves, 25 septiembre 2025

El actor de ‘7 Vidas’ que confesó haber odiado a su personaje: «Acabé hasta el gorro de él»

El relato de cómo un actor icónico llegó a sentirse atrapado por el personaje que le catapultó a la fama. La intrahistoria de una de las comedias más queridas de la televisión española y la difícil decisión de uno de sus protagonistas.

El legado de 7 Vidas sigue tan vivo como el primer día, y es que pocos recuerdan que el actor Santi Millán confesó haber odiado a su personaje, llegando a afirmar que «acabé hasta el gorro de él». Sumergirse en la historia de esta mítica sitcom es abrir un baúl de recuerdos para toda una generación, pero también es descubrir las complejidades que se esconden detrás de la sonrisa de un personaje. ¿Qué lleva a un intérprete a distanciarse del papel que le dio el reconocimiento masivo? A veces, la respuesta es mucho más sencilla y humana de lo que imaginamos.

Aquella confesión de Santi Millán sobre Sergio, su personaje en 7 Vidas, resuena todavía hoy como un eco de honestidad en una industria donde no es oro todo lo que reluce. Imagina estar en la cima, ser el rostro de una de las series españolas más exitosas y, de repente, sentir que necesitas escapar, una sensación de agotamiento que te empuja a romper con lo que más aman tus seguidores. Esta es la crónica de un adiós necesario, el relato de cómo un actor valiente decidió poner punto y final a una etapa dorada para no morir de éxito.

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EL ‘FRUTERO’ QUE CONQUISTÓ ESPAÑA

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Corría el año 2002 cuando Sergio irrumpió en el universo de 7 Vidas, convirtiéndose rápidamente en una pieza clave del engranaje cómico. Su desparpajo y sus enredos amorosos con Vero, interpretada por Eva Santolaria, nos regalaron momentos inolvidables, y es que Santi Millán supo dotar al personaje de una humanidad que traspasaba la pantalla. Era imposible no querer a ese «frutero» caradura que representaba a una juventud desinhibida y con ganas de comerse el mundo, un arquetipo que conectó de inmediato con el público de la aclamada comedia de situación.

Su popularidad creció como la espuma, llevando a Millán a un nivel de fama que pocos alcanzan en nuestro país. El personaje de Sergio se convirtió en un fenómeno, y su presencia en esta ficción española era sinónimo de risas aseguradas y de audiencias millonarias, pero ese éxito arrollador también empezó a tejer una red invisible alrededor del actor. Sin que nadie se diera cuenta, la línea que separaba a la persona del personaje comenzaba a difuminarse, un peaje que muchos artistas pagan cuando un papel se vuelve más grande que ellos mismos.

¿POR QUÉ ABANDONAR UN ÉXITO TAN GRANDE?

La pregunta que muchos se hicieron en su momento sigue siendo pertinente: ¿por qué dejar un proyecto que funciona a la perfección? La respuesta reside en la ambición artística y en la necesidad de no quedarse estancado. Santi Millán, un actor forjado en el teatro y con una inquietud creativa inagotable, sabía que el camino fácil no siempre es el más gratificante. Quedarse en la comodidad de la serie de Telecinco habría sido una apuesta segura, pero su instinto le pedía volar más alto.

El vértigo de abandonar un éxito masivo es una prueba de fuego para cualquier profesional. Mientras la audiencia seguía disfrutando de las peripecias de los personajes de 7 Vidas, en la mente de Millán probablemente ya germinaba la idea de explorar nuevos registros, y es que la decisión de marcharse se cocinó a fuego lento, fruto de una reflexión personal sobre su futuro. No se trataba de renegar del personaje que le había dado todo, sino de una necesidad vital de seguir creciendo como intérprete y no convertirse en una caricatura de sí mismo.

Muchos actores hablan del peligro de la «jaula de oro», ese lugar confortable pero limitante en el que te instala un personaje de éxito arrollador. Santi Millán fue consciente de ese riesgo y decidió tomar las riendas de su carrera, aunque eso supusiera un salto al vacío, porque renunciar a Sergio fue un acto de valentía que definió su trayectoria posterior. A largo plazo, aquella difícil decisión demostró ser un acierto que le permitió consolidarse como uno de los actores más versátiles y queridos de nuestro panorama audiovisual, mucho más allá de la mítica sitcom.

LAS SOMBRAS DE UN PERSONAJE DEMASIADO GRANDE

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El fenómeno de Sergio en 7 Vidas fue de tal calibre que, durante años, para mucha gente Santi Millán era, simplemente, «el frutero. Una etiqueta cariñosa, sin duda, pero también una losa que podía limitar sus oportunidades futuras en el mundo de la interpretación, ya que el personaje había adquirido una vida propia que amenazaba con devorar al actor. Esta simbiosis entre creador y criatura es un arma de doble filo: te da una popularidad inmensa, pero a cambio te exige un peaje emocional y profesional muy alto.

Por eso, la confesión de «acabar hasta el gorro» no debe entenderse como un menosprecio al personaje, sino como un grito de autoafirmación. Era la voz del actor pidiendo paso, la necesidad de demostrar que había mucho más detrás de esa fachada de galán de barrio que tanto nos hizo reír, pues Santi Millán necesitaba matar simbólicamente a Sergio para poder seguir viviendo artísticamente. Este proceso de «desintoxicación» del personaje fue fundamental para que el público pudiera redescubrirlo en otros registros completamente diferentes, consolidando una carrera rica y variada.

LA VIDA DESPUÉS DE LA SERIE DE TELECINCO

Lejos de la comodidad que le ofrecía la exitosa ficción, se embarcó en proyectos arriesgados que le permitieron mostrar otras facetas. Desde dramas intensos a programas de entretenimiento donde ejerce de presentador, Millán ha construido un currículum envidiable, y es que su trayectoria post-Sergio es la prueba de que hay vida más allá de un gran éxito televisivo. Ha sabido jugar sus cartas con inteligencia, alternando proyectos comerciales con propuestas más personales, lo que le ha granjeado el respeto de la crítica y el cariño incondicional del público.

Su paso por 7 Vidas fue una escuela inmejorable y una plataforma de lanzamiento extraordinaria. Sin embargo, supo entender que aquel trampolín no podía convertirse en su único destino, porque el verdadero triunfo de Santi Millán fue no conformarse y seguir buscando nuevos retos. Hoy, al mirar atrás, vemos a un artista completo que supo gestionar su fama con una visión de futuro admirable, un ejemplo para muchos actores que se enfrentan a la misma encrucijada en el punto álgido de sus carreras.

UN ADIÓS NECESARIO PARA SEGUIR CRECIENDO

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Aquel adiós a una de las comedias más importantes de nuestra televisión no fue el final de nada, sino el principio de todo. Fue la declaración de intenciones de un actor que se negaba a vivir de las rentas y que anhelaba seguir explorando los límites de su oficio, ya que su renuncia a la comodidad de un personaje icónico le abrió las puertas a un universo de posibilidades. En perspectiva, su decisión fue un movimiento maestro que le permitió tener una carrera longeva y diversa, algo que quizás no habría sido posible si se hubiera aferrado a la seguridad de la mítica serie.

A veces, para seguir avanzando, hay que dejar atrás los lugares donde fuimos felices. Santi Millán se despidió de Sergio no por falta de cariño, sino por un exceso de respeto hacia su profesión y hacia sí mismo. Entendió que el mayor riesgo no era marcharse, sino quedarse anclado en un personaje para siempre, y es que al final, la valentía de decir «basta» en el momento justo es lo que diferencia a un actor de éxito de una verdadera leyenda. Y su historia, ligada para siempre a la de 7 Vidas, es el mejor ejemplo de ello.


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