La historia del Un, dos, tres… está llena de momentos icónicos que paralizaban a toda España frente al televisor, pero pocos conocen el increíble secreto que escondía una de sus mascotas más efímeras. ¿Imaginas que un simple muñeco pudiera poner en jaque las relaciones entre dos países? Pues sucedió, y es que la mascota conocida como El Chollo casi desata un conflicto diplomático con Argentina por un motivo que hoy nos parecería insólito.
Aquel episodio, olvidado por muchos, demuestra hasta qué punto el mítico programa de Chicho Ibáñez Serrador era un fenómeno de masas con una repercusión inimaginable. Detrás de las azafatas, los premios y la calabaza Ruperta, se movían hilos muy sensibles, y la elección de un personaje aparentemente inofensivo se convirtió en un asunto de Estado que obligó a TVE a actuar con una rapidez inusitada. Sigue leyendo, porque esta anécdota es mucho más que una simple curiosidad televisiva.
EL NACIMIENTO DE UN CHOLLO… Y DE UN PROBLEMA
En 1977, el Un, dos, tres… ya era una institución, y sus creadores siempre buscaban nuevas formas de sorprender a la audiencia. Fue entonces cuando decidieron introducir a «El Chollo», un personaje sonriente y bonachón que representaba los mejores premios del programa, y es que su figura aparecía asociada a viajes exóticos, coches o apartamentos en la playa, generando una expectación inmediata entre los concursantes y el público. Su diseño era sencillo: un muñeco con sombrero de gaucho, pañuelo al cuello y una amplia sonrisa.
El propósito de este nuevo integrante era puramente comercial y visual, un gancho para mantener la tensión en la fase de la subasta del legendario concurso. Nadie en el equipo de Chicho Ibáñez Serrador podía sospechar que esa figura, pensada para alegrar a las familias, y cuyo nombre se convirtió rápidamente en sinónimo de buena suerte en el plató, traería consigo un inesperado dolor de cabeza que llegaría desde el otro lado del Atlántico, amenazando la paz del exitoso formato de TVE.
EL GEMELO INESPERADO DEL MUNDIAL ’78
Pocos meses después del debut de El Chollo, Argentina se preparaba para acoger el Mundial de Fútbol de 1978, un evento de enorme calibre. La mascota oficial de aquel campeonato era «Gauchito», un niño futbolista vestido con el uniforme de la selección albiceleste, y es que el parecido entre Gauchito y El Chollo era tan asombroso que resultaba imposible negarlo. Ambos compartían el sombrero, el pañuelo, la fisonomía y esa expresión de pícara felicidad.
La similitud no era una simple coincidencia artística; para Argentina, era un asunto muy serio. En plena dictadura militar de Videla, el Mundial era una herramienta de propaganda y Gauchito un símbolo de orgullo nacional, y el gobierno argentino consideró que el personaje del Un, dos, tres… era un plagio flagrante que banalizaba uno de sus emblemas más importantes. La controversia estaba servida y no tardaría en estallar, poniendo al programa de la calabaza en una situación muy delicada.
LA TENSIÓN CRUZA EL ATLÁNTICO
Lo que empezó como un rumor o un comentario en la prensa se convirtió en un problema mayúsculo. El gobierno argentino, a través de sus canales diplomáticos, no se anduvo con rodeos, y es que la queja formal llegó directamente a las altas esferas de Televisión Española, exigiendo la retirada inmediata de la mascota por considerarla una copia inaceptable de su Gauchito. El tono era serio y la situación, completamente surrealista para los responsables del show televisivo.
La presión sobre Chicho Ibáñez Serrador y los directivos de TVE fue enorme. En un contexto político internacional ya de por sí complejo, un incidente de este tipo era lo último que necesitaban, y el riesgo de que el asunto escalara a un conflicto diplomático real era palpable. El Un, dos, tres… se enfrentaba a su primera gran crisis internacional, y la solución debía ser rápida, contundente y, a poder ser, ingeniosa para no dañar la imagen del exitoso concurso.
CHICHO IBÁÑEZ SERRADOR MUEVE FICHA
Lejos de enrocarse en una defensa imposible, Chicho Ibáñez Serrador demostró una vez más por qué era un genio de la televisión. Entendió la gravedad del asunto y la sensibilidad del gobierno argentino, y es que tomó la drástica pero inteligente decisión de hacer desaparecer a El Chollo del programa para siempre, sin dar mayores explicaciones a una audiencia que, en gran parte, desconocía el conflicto que se estaba gestando. El muñeco se esfumó del plató de un día para otro.
Pero la jugada maestra no fue solo eliminarlo, sino la forma en que reinventó la situación. Para llenar su hueco, el equipo del Un, dos, tres… creó a su némesis: «El Antichollo», y es que esta nueva mascota, idéntica en forma pero de color negro y con expresión triste, representaba los peores premios. De este modo, Chicho no solo solucionó el problema, sino que además añadió un nuevo elemento de humor y tensión al formato de éxito, convirtiendo una crisis en una oportunidad.
EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE LA RUPERTA
Con la desaparición de El Chollo y el nacimiento de su contraparte, la polémica se disipó con la misma rapidez con la que había surgido. La audiencia española acogió con naturalidad al nuevo personaje, y es que la memoria del público es efímera y el ritmo frenético del Un, dos, tres… ayudó a pasar página sin que la mayoría se percatara del verdadero motivo de aquel cambio tan repentino en el programa que paralizaba España cada semana.
El incidente quedó como un capítulo secreto en la biografía de uno de los programas más grandes de nuestra historia. Demuestra el impacto cultural de un espacio que traspasaba fronteras de las maneras más insospechadas, y es que el Un, dos, tres… era mucho más que un concurso, era un fenómeno donde hasta la mascota más inocente podía tener implicaciones geopolíticas. Una anécdota fascinante que revela que, a veces, la realidad detrás de las cámaras supera con creces la ficción del plató.