Cuando Eva Lil Hestrom, licenciada en Ciencias Ambientales, habla de tóxicos en el hogar, no lo hace desde el alarmismo fácil, sino desde la experiencia de años ayudando a familias a vivir más seguras. Su interés nació en las aulas, cuando escuchó al Dr. Nicolás Olea explicar que el cartón de la pizza o la sartén antiadherente podían ser tan dañinos como invisibles. “Me voló la cabeza”, admite. Desde entonces, su misión ha sido abrir los ojos a quienes creen que la contaminación está solo en la calle, nunca en su salón o en la cocina de todos los días.
El aire de tu casa puede estar más sucio que el de la calle

Puede sonar sorprendente, pero es real: “el aire del interior de nuestras casas puede estar incluso más contaminado que el aire exterior”, recuerda Hestrom. La razón está en lo cotidiano: pinturas que liberan compuestos, muebles que se degradan, ventanas cerradas demasiado tiempo… Y lo que flota en ese aire acaba en el polvo que se acumula en estanterías y rincones. Polvo que no es inocente: “1 gramo de polvo doméstico puede tener hasta 5 mg de sustancias nocivas”.
Y luego está el moho. Esa “alergia a la humedad” que muchos mencionan no existe como tal: lo que tienes es alergia a las esporas del moho, que aprovecha la mínima humedad para colonizar tus paredes.
El enemigo con mejor disfraz: los perfumes

Hestrom no duda en señalarlo: “los perfumes son un tóxico que está omnipresente en todos los hogares del planeta”. Están en jabones, cremas, limpiadores, velas, pañales… y, sí, también en ese papel higiénico “con aroma” que promete frescura. El problema es que muchos contienen ftalatos, compuestos que alteran las hormonas y dejan huella en la salud: desde problemas de fertilidad hasta desequilibrios metabólicos.
La verdad es que cuesta imaginar que un olor agradable pueda esconder algo así, pero es justamente ahí donde reside el engaño.
Plásticos y cocina: lo que no ves, también lo comes

La frase de la experta es clara y directa: “todos los plásticos sueltan sustancias; no las ves, pero las estás comiendo con el alimento”. Botellas, tuppers, envoltorios… con el tiempo y el calor liberan compuestos como el bisfenol A (BPA). Aunque su prohibición en envases ya está anunciada, su historia de daños viene de lejos.
Y si hablamos de sartenes, el teflón tampoco sale bien parado. Sus compuestos perfluorados (PFOA) son disruptores hormonales con efectos a largo plazo. La alternativa, según Hestrom, es más sencilla y duradera: acero inoxidable quirúrgico o vidrio borosilicato. Materiales de toda la vida, resistentes y sin sorpresas.
Electrodomésticos y sofás: no todo es tan inocente

El microondas y la air fryer despiertan suspicacias. Un truco curioso para comprobar si el primero es hermético es meter un móvil encendido dentro y llamarlo; si suena, la radiación se escapa.
Y lo mismo pasa con lo que no sospechas: el sofá donde te tiras a descansar o la alfombra mullida del salón. Muchas veces contienen retardantes de llama y tejidos antimanchas que, con el calor, liberan gases o provocan irritaciones.
Cinco pasos sencillos para un hogar menos tóxico
Hestrom no solo describe el problema, también ofrece soluciones prácticas, fáciles de aplicar sin volverse paranoico:
- Abre las ventanas cada día, aunque sea un rato.
- Pasa la aspiradora; la escoba solo mueve el polvo.
- Deshazte de productos que incluyan las palabras “perfume, fragancia o aroma”, salvo que sean naturales.
- Cambia plásticos por vidrio en todo lo que toque alimentos o bebidas.
- Usa jabón de siempre. No necesitas químicos de quirófano para limpiar tu cocina.
Y es que el cambio empieza por lo más sencillo: mirar con otros ojos tu propia casa.