lunes, 22 septiembre 2025

Juliet Segovia (47), Ex-azafata de vuelo, rompe el silencio: «Jamás probamos la comida del vuelo, la de los pilotos es la única segura por esta razón»

El motivo oculto por el que la tripulación de cabina recela de la bandeja que te sirven a bordo. La norma de seguridad alimentaria en la cabina de mando que podría salvar un vuelo entero.

La comida de los aviones siempre ha estado envuelta en un halo de misterio y, seamos sinceros, de cierta resignación culinaria. Sin embargo, lo que para millones de pasajeros es una simple anécdota de viaje, para la tripulación de cabina es un campo minado de secretos. Juliet Segovia, una ex-azafata con más de dos décadas surcando los cielos, lo resume con una contundencia que desarma, y es que según ella, la tripulación evita sistemáticamente el menú destinado a los pasajeros por razones de calidad y frescura. ¿Te has preguntado alguna vez por qué nunca los ves disfrutar de esa lasaña recalentada? La respuesta podría cambiar tu percepción del catering aéreo para siempre.

Esa desconfianza hacia los alimentos que se sirven a bordo tiene un porqué, y Juliet lo tiene claro al afirmar que «jamás probamos la comida del vuelo». Pero la verdadera clave de la seguridad alimentaria a 30.000 pies no reside en la bandeja de la clase turista, sino en la de los pilotos, donde se aplica un protocolo desconocido para la mayoría, ya que la comida de los pilotos es la única considerada completamente segura por una estricta regla de prevención. Este simple gesto, que pasa desapercibido para quienes viajan, es en realidad uno de los pilares fundamentales que garantizan que llegues sano y salvo a tu destino.

Publicidad

¿EL MENÚ DE AVIÓN? NI TOCARLO, GRACIAS

YouTube video

Imagina un plato preparado en tierra muchas horas, o incluso días, antes de ser consumido. Esa es la realidad de la comida que se sirve en la mayoría de los vuelos comerciales. Lejos de ser un manjar recién hecho, este menú de a bordo pasa por un largo proceso de ultracongelación, almacenamiento y posterior regeneración en hornos de convección, y por eso la pérdida de textura y sabor es una de las razones principales del rechazo de la tripulación. Los asistentes de vuelo, que conocen de primera mano las interioridades del catering aéreo, a menudo prefieren optar por alternativas que traen de casa o por la comida especialmente designada para ellos.

No es solo una cuestión de paladar, sino también de bienestar durante largas jornadas de trabajo. Un menú pesado o de digestión difícil puede afectar al rendimiento y la energía de la tripulación. Por eso, muchos veteranos como Juliet Segovia confiesan que su truco siempre fue llevar sus propios víveres, porque evitar posibles molestias gastrointestinales es una prioridad para el personal de cabina. Al final, la elección de su comida no es un capricho, sino una decisión pragmática para mantenerse en plena forma durante horas y a miles de kilómetros de casa.

EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE LA CABINA DE MANDO

Pocos lo saben, pero los dos pilotos al mando de un avión comercial tienen prohibido por protocolo ingerir el mismo plato. Esta regla de oro de la aviación no es una excentricidad, sino una medida de seguridad crítica para evitar que una posible intoxicación alimentaria pueda incapacitar a ambos a la vez. Mientras el capitán degusta el pollo, por ejemplo, el primer oficial tiene la obligación de consumir una opción completamente diferente, como la pasta o el pescado. De esta forma, la industria se asegura de que, ante cualquier problema con uno de los menús, siempre haya un piloto en perfectas condiciones para tomar el control.

Esta diferenciación en la comida de los pilotos va un paso más allá de la simple elección de platos distintos. En muchas aerolíneas, sus menús provienen incluso de cocinas o proveedores diferentes a los del pasaje. La calidad y el control sobre estos alimentos son mucho más estrictos, ya que la seguridad operacional del vuelo depende directamente de la salud y el bienestar de los pilotos. La próxima vez que pienses en la comida de un avión, recuerda que la bandeja que llega a la cabina de mando es, en esencia, un componente más de la seguridad a bordo, tan importante como el chequeo de los motores.

ASÍ FUNCIONA LA COCINA DE LOS CIELOS

YouTube video

La gran mayoría de los platos que consumes en un avión no se cocinan a bordo, sino en gigantescas instalaciones de catering cercanas a los aeropuertos. Allí, miles de raciones se preparan con antelación, se envasan y se someten a un proceso de enfriamiento rápido para mantener la seguridad microbiológica. La comida se transporta en camiones refrigerados hasta el avión, donde permanece almacenada en frío hasta que la tripulación la calienta justo antes del servicio. Este complejo proceso, aunque seguro, inevitablemente degrada las propiedades organolépticas de los alimentos, afectando a su sabor y jugosidad.

El desafío de la gastronomía en las nubes es doble: no solo hay que garantizar la seguridad, sino también luchar contra los efectos de la altitud en nuestro paladar. A 30.000 pies, la baja presión y la sequedad del aire de la cabina reducen nuestra capacidad para percibir los sabores salados y dulces hasta en un 30 %. Por esta razón, las empresas de catering aéreo a menudo sobresazonan la comida para que resulte más sabrosa en el aire. Lo que en tierra podría parecer un plato excesivamente condimentado, en el cielo se percibe como algo simplemente correcto.

ALTERNATIVAS CULINARIAS A 30.000 PIES DE ALTURA

Entonces, ¿qué come realmente la tripulación si evita con tanto ahínco el menú del pasaje? La respuesta varía según la aerolínea y la duración del vuelo. En muchas compañías, especialmente en las de largo recorrido, el personal de cabina dispone de su propia comida específica. Estos menús suelen ser más ligeros y equilibrados, pensados para sostener jornadas de trabajo que pueden superar las doce horas. Lejos de las complejas elaboraciones para el turista, la tripulación a menudo recibe platos más sencillos como ensaladas, sándwiches o raciones de fruta fresca.

Sin embargo, la opción más extendida entre los más veteranos es la más simple de todas: traerse su propia fiambrera de casa. Esta costumbre no solo les permite controlar al cien por cien lo que ingieren, sino que también les ofrece un pequeño respiro de la monotonía del catering aéreo. Un gesto tan humano como prepararse un tupper les conecta con su hogar, y es que disfrutar de su propia comida casera es para muchos un pequeño lujo y un anclaje a la normalidad. Esta es la prueba definitiva de que, a veces, la solución más sencilla es también la más inteligente.

LO QUE TU BANDEJA NO SE ATREVE A CONTARTE

YouTube video

La próxima vez que te encuentres sentado en tu asiento, esperando el traqueteo del carrito de la comida, observa a tu alrededor. La forma en que se gestiona la alimentación a bordo revela las prioridades de una industria centrada en la eficiencia y la seguridad por encima de todo. La bandeja que tienes delante es el resultado de un proceso industrial optimizado para alimentar a cientos de personas de forma segura y económica, pero la experiencia gastronómica inevitablemente queda relegada a un segundo plano frente a la logística. No es mala fe, es simplemente la naturaleza de la aviación de masas.

Quizás, la lección que nos deja la experiencia de personas como Juliet Segovia es que debemos ajustar nuestras expectativas. Un avión no es un restaurante con estrella Michelin, sino una maravilla de la ingeniería diseñada para transportarnos de forma segura. Y en ese contexto, el menú que se sirve es un servicio funcional, no una experiencia gourmet. Aceptar esta realidad puede que no mejore el sabor del pollo con arroz, pero sí te permitirá disfrutar más del verdadero milagro: el de volar. La próxima vez, quizás te apetezca más llevarte un buen bocadillo en la mochila, la mejor comida para un viaje.


Publicidad