La DGT lo tiene más que claro: el ‘síndrome del carril izquierdo’ es una de las manías más irritantes y peligrosas de la conducción en España. Seguro que lo has vivido en tus propias carnes, esa sensación de impotencia al ver un coche anclado a la izquierda, circulando a una velocidad constante e impidiendo el flujo natural del tráfico, pues la Dirección General de Tráfico ha decidido intensificar la vigilancia sobre esta práctica que genera situaciones de riesgo innecesarias. ¿Es simple desconocimiento o un acto de egoísmo al volante?
Esta costumbre, casi una tradición no escrita en nuestras autovías y autopistas, tiene consecuencias que van más allá del enfado del resto de conductores. Hablamos de una multa contundente que muchos ignoran, pues la sanción por ocupar el carril izquierdo de forma indebida asciende a 200 euros, una cifra que debería hacer reflexionar a más de uno antes de adueñarse de un carril que no le corresponde. La DGT insiste en que su uso es exclusivamente para adelantar, no para viajar cómodamente.
¿POR QUÉ NOS AFERRAMOS AL CARRIL IZQUIERDO?
Más allá de la norma, hay razones psicológicas que explican este comportamiento tan común.
Muchos conductores caen en esta práctica por una mezcla de comodidad y una falsa sensación de seguridad o velocidad. Piensan que al mantenerse ahí evitarán el tráfico más lento de la derecha o los vehículos que se incorporan, cuando en realidad están creando un tapón, pues este comportamiento a menudo nace de la simple pereza de no realizar la maniobra de regreso al carril derecho. Esta dejadez, que puede parecer inofensiva, es una de las fuentes de mayor estrés y conflicto en carretera.
El problema se agrava porque este conductor no suele ser consciente del peligro que genera a su alrededor. Obliga a otros vehículos a realizar maniobras bruscas, como frenazos inesperados o, peor aún, adelantamientos por la derecha, algo expresamente prohibido y muy peligroso, ya que la circulación indebida por este carril multiplica el riesgo de alcances y colisiones laterales. La fluidez del tráfico se resiente y la seguridad vial, el objetivo principal de la DGT, queda seriamente comprometida.
LO QUE DICE LA LEY (Y QUE MUCHOS OLVIDAN)
La norma es cristalina y no admite interpretaciones, aunque parezca que una parte de los conductores la ha olvidado por completo. El Reglamento General de Circulación es tajante en su artículo 31, pues como recuerda constantemente la DGT, la normativa establece la obligación de circular normalmente por el carril situado más a la derecha, dejando los demás para facilitar la fluidez y, principalmente, para realizar adelantamientos. No es una sugerencia, es una imposición legal por el bien de todos.
Por supuesto, existen excepciones claras que justifican el uso de los carriles izquierdos, pero son situaciones muy concretas. Puedes y debes usarlos cuando las circunstancias del tráfico o de la vía lo aconsejen, siempre que no entorpezcas la marcha de otro vehículo que te siga, pues el propósito del carril izquierdo es adelantar a vehículos más lentos o facilitar incorporaciones, regresando al derecho tan pronto como sea seguro hacerlo. La DGT persigue a quienes lo convierten en su carril de crucero particular.
LA VIGILANCIA SE INTENSIFICA: ASÍ TE PUEDEN MULTAR
No es solo una advertencia, los medios para detectar esta infracción son cada vez más eficaces.
La creencia de que esta es una infracción difícil de captar es un error que puede salir muy caro. La DGT dispone de un arsenal tecnológico y humano para vigilar el comportamiento de los conductores desde el aire y a pie de asfalto, pues los helicópteros Pegasus, los drones y los agentes en vehículos camuflados son los principales medios para detectar a estos infractores. Graban la secuencia completa, demostrando que el vehículo no estaba adelantando, lo que hace la prueba irrefutable.
Cuando un agente de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil o un sistema automatizado de la DGT detecta esta conducta, la consecuencia es directa. Se tramita la denuncia correspondiente sin necesidad de parar al vehículo en el acto, ya que la evidencia queda registrada, porque la infracción se califica como grave y conlleva una multa de 200 euros, aunque no implica la retirada de puntos del carné. Una suma considerable por una manía que se puede corregir con un simple gesto de volante.
MÁS ALLÁ DE LA MULTA: UN PROBLEMA DE SEGURIDAD Y FLUIDEZ
El impacto de esta mala costumbre va mucho más allá del bolsillo del infractor. Es un catalizador de situaciones de alto riesgo. El vehículo que circula correctamente y más rápido se ve forzado a pegarse al coche infractor, generando tensión, o a realizar la peligrosa maniobra del adelantamiento por la derecha, pues esta práctica provoca alcances, frenazos bruscos y adelantamientos antirreglamentarios que son un foco de siniestralidad. Un simple acto de incivismo se convierte en una amenaza para la seguridad vial.
Además, esta conducta es una de las principales causas de los conocidos «atascos fantasma». Un solo coche circulando por debajo de la velocidad adecuada en el carril izquierdo obliga a reducir la velocidad a decenas de vehículos que vienen detrás, creando un efecto acordeón, ya que un solo conductor obstaculizando el carril rápido puede generar una retención de kilómetros sin que exista un accidente o una causa aparente. Por eso la DGT insiste tanto en la importancia de una correcta utilización de los carriles.
CONDUCIR BIEN ES CONDUCIR PARA TODOS
La carretera es un espacio compartido y un pequeño gesto puede cambiarlo todo.
Al final, todo se reduce a una cuestión de empatía y de conciencia colectiva. La carretera no es un circuito privado, sino un espacio que compartimos con miles de personas. Respetar las normas no es solo una forma de evitar una multa de la DGT, sino una muestra de respeto hacia el resto, pues facilitar la fluidez y la seguridad beneficia a todos los usuarios de la vía, haciendo los viajes más seguros y agradables. Un pequeño cambio en nuestros hábitos tiene un impacto enorme en la convivencia.
Dejar de lado el ‘síndrome del carril izquierdo’ es tan sencillo como recordar una regla básica que nos enseñaron en la autoescuela. No se trata de una competición, sino de colaborar para llegar a nuestro destino. Quizás así, volante a volante, esta «manía tan española» deje de serlo, porque la mejor conducción es aquella que piensa no solo en uno mismo, sino también en los demás. Y eso, más que cualquier normativa, es lo que de verdad nos hace mejores conductores.