La alimentación en las residencias de las personas mayores ha dejado de ser un asunto de carácter secundario para haberse convertido en un verdadero problema de salud pública. Cada vez son más las voces que se alzan, desde los cocineros a los nutricionistas, las que hacen eco del hecho de que dietas que reciben los ancianos que están institucionalizados no siempre son las que realmente necesitan. La paradoja está en que si bien estos menús suelen cubrir la ingesta de calorías, muchas veces echan de menos los nutrientes cuya presencia garantiza un envejecimiento saludable.
2SALUD NUTRICIONAL PARA MAYORES

El proceso para mejorar no se trata solamente de aumentar el gasto, sino de organizar mejor los recursos; por ejemplo, sustituir un día de carne por un plato de legumbres no solo abarata el menú, sino que lo mejora claramente en su perfil nutricional. Pequeñas cosas como esa hacen que tengamos margen para mejorar postres o desayunos, por ejemplo, con alternativas más sanas.
También es fundamental llevar a cabo el hecho de aumentar el personal de cocina y, por encima de todo, contar con nutricionistas-dietistas que supervisen y adapten los menús a la realidad de las personas mayores. La falta de proteínas, por poner un ejemplo, puede favorecer la pérdida de masa muscular, un fenómeno que es crítico para la fragilidad y la esperanza de vida. En este caso la alimentación debe ir unida a la actividad física adaptada, con ejercicios de fuerza que contribuyan a la independencia y el bienestar.
No hay que olvidar la parte social de la comida. Puede ser una forma óptima de involucrar a las personas mayores en talleres, en la elaboración de un plato o en la transmisión de recetas tradicionales. La comida no es solo nutrición, sino también cultura, memoria y compañía; no incluir a las personas mayores también en este aspecto es una pérdida que va más allá de lo biológico.