Desde hace ya cierto tiempo, la longevidad y el envejecer se han convertido en una apuesta por una existencia más plena, enriquecida, capaz y consciente. El verdadero reto no consiste en llegar a ser viejo, sino que se ha ido enfocando en la forma en la que llegamos a esa etapa vital. Se trata de hacerlo con capacidad, lucidez y vitalidad.
Precisamente en este sentido, la Dra. Sari Arponen ofrece un punto de vista que se aleja de la visión trágica del envejecimiento para ofrecer un enfoque más integrador que combina la ciencia con la responsabilidad individual. Este planteamiento parte de una idea clara: alargar la vida no puede suponer hacerlo desde una base de fragilidad, la clave es la transformación en un ser antifrágil, al que la adversidad le permite crecer.
1UN CAMBIO DE PARADIGMA EN ENVEJECER

El envejecer suele estar relacionado con ese deterioro ineludible que asociamos de manera errónea y siguiendo estereotipos edadistas. Sin embargo, la Dra. Arponen da un giro radical a este concepto con datos: la edad que determina el límite de salud biológica no es la edad cronológica. Esto quiere decir que nosotros podemos incidir eficazmente en nuestros procesos de envejecimiento, lo que se traduce en que podemos ralentizar e incluso revertir algunos de los efectos que ocasiona el envejecimiento.
Se reafirma así que la fragilidad no es solo un fenómeno médico. La gran comodidad de la vida moderna ha conseguido crear una sociedad que envejece de forma física y emocionalmente frágil, por lo cual la propuesta es introducir «estresores controlados» (ayuno, ejercicio intenso, frío) que entrenen al organismo para hacerlo más fuerte.
Una afirmación que suscriben ejemplos existentes que incluso muestran cómo rejuvenecer es posible. Una persona puede tener 50 años y estar más sana que a los 40. El objetivo no es vivir 160 años, tal como afirman algunos visionarios con carencias sociales, sino que lleguemos a los 80 o 90 en buenas condiciones físicas y mentales.