La demencia es una de las palabras que más pavor nos da escuchar a medida que cumplimos años, un ladrón silencioso de lo que somos. Pero, ¿y si nuestro propio cuerpo nos enviara una señal de alarma mucho antes de que la memoria comience a fallar? La neuróloga Inés Valdés lo tiene claro y su afirmación es tan reveladora como inquietante; la forma en la que caminas después de los 50 puede ser el primer síntoma de demencia. Una advertencia que nos obliga a mirar al suelo.
Piénsalo un momento, esos pequeños cambios que achacamos a la edad, esa lentitud que asumimos como normal al pasar la barrera del medio siglo. Según la Dra. Valdés, podríamos estar ignorando un mensaje directo de nuestro cerebro sobre su salud; la aparición de pasos más cortos y arrastrados no siempre es una simple consecuencia de envejecer. Quizás la clave para entender el futuro de nuestra mente no esté en complejos test, sino en algo tan cotidiano como un paseo.
CUANDO EL CUERPO GRITA LO QUE LA MENTE EMPIEZA A CALLAR
A menudo, nos obsesionamos con los olvidos o la dificultad para encontrar una palabra, pero el cuerpo tiene su propio lenguaje para alertarnos de un problema neurológico. Como señala la Dra. Inés Valdés, neuróloga con una vasta experiencia en enfermedades neurodegenerativas; el cerebro humano dedica una cantidad ingente de recursos a una tarea aparentemente automática como es caminar. Por eso, cuando algo empieza a fallar en él, la marcha se resiente de forma visible.
Este fenómeno se debe a que el control motor y las funciones cognitivas superiores, como la planificación o la atención, comparten circuitos neuronales. Es una realidad que nos invita a estar más atentos a nuestros mayores y a nosotros mismos. Esta observación, como insiste la Dra. Valdés, puede ser crucial; una detección temprana gracias a estos signos físicos sutiles puede cambiar drásticamente el pronóstico y la calidad de vida. Es una primera línea de defensa ante el deterioro cognitivo.
¿QUÉ DICEN TUS PASOS SOBRE TU CEREBRO?

La advertencia de la neuróloga Inés Valdés, «la forma en la que caminas después de los 50 puede ser el primer síntoma de demencia», se apoya en cambios muy concretos. No hablamos de un simple tropiezo, sino de un patrón que se instaura poco a poco; la reducción de la longitud del paso y una velocidad notablemente más lenta son dos de los indicadores más fiables. Es como si el cerebro, afectado por una condición neurodegenerativa, perdiera la confianza para dar zancadas largas y firmes.
Pero hay más detalles en los que fijarse y que refuerzan la sospecha de que no es un achaque más, sino un posible signo de demencia. Fíjate en si aumenta la base de sustentación, es decir, si se camina con los pies más separados de lo normal. O si aparecen pequeños bloqueos o dudas al iniciar la marcha; la vacilación al empezar a andar o al girar es un síntoma motor muy característico de ciertas fases tempranas, un reflejo de lo que ocurre en el cerebro.
EL MAPA CEREBRAL QUE DIBUJAN NUESTROS PIES
La explicación es puramente neurológica y revela la complejidad de nuestro organismo. La Dra. Inés Valdés recuerda que caminar de forma fluida requiere una sincronización perfecta de múltiples áreas cerebrales, incluidas las encargadas de la función ejecutiva; los lóbulos frontales, responsables de planificar y ejecutar movimientos, son de los primeros en verse afectados en ciertos tipos de demencia. Por eso la marcha, y no la memoria, puede ser el primer canario en la mina.
Cuando la demencia empieza a afectar a estas áreas, el cerebro tiene dificultades para procesar toda la información necesaria para dar un simple paso: calcular distancias, mantener el equilibrio, adaptarse al terreno. Es una sobrecarga para un sistema que empieza a ser deficiente. Tal y como explica la Dra. Valdés; el patrón de marcha se convierte en un espejo del estado de las redes neuronales que gobiernan no solo el movimiento, sino también el pensamiento.
MÁS ALLÁ DE LA FORMA DE CAMINAR: OTROS SÍNTOMAS SIGILOSOS

El cerebro es un todo interconectado, y los problemas rara vez se manifiestan de una única forma. La Dra. Inés Valdés insiste en que, junto a los cambios en el caminar, suelen aparecer otras banderas rojas sutiles que a menudo pasamos por alto; dificultades para gestionar el dinero, desorientación en lugares conocidos o cambios inexplicables en el humor son alarmas que pueden anticipar la demencia. Son piezas de un puzle que debemos aprender a montar.
Por eso, la frase de la neuróloga, «la forma en la que caminas después de los 50 puede ser el primer síntoma de demencia», debe entenderse en un contexto más amplio. Observa si esa persona que ahora camina más lento también ha perdido la iniciativa, muestra apatía o le cuesta seguir el hilo de una película; la pérdida de interés por aficiones que antes eran una pasión es otro de esos síntomas sociales y anímicos precoces.
LA PREVENCIÓN ACTIVA: ¿PODEMOS REESCRIBIR EL GUIÓN?
La ciencia ha demostrado que mantener un estilo de vida activo es una de las herramientas más poderosas para proteger nuestra salud cerebral. La Dra. Inés Valdés es una firme defensora de este enfoque proactivo en sus consultas; el ejercicio físico regular, una dieta como la mediterránea y mantener la mente activa con nuevos retos ayudan a reducir el riesgo de demencia o, al menos, a ralentizar su avance de forma considerable.
Así que la próxima vez que veas a alguien caminar, o seas consciente de tus propios pasos, no lo tomes como un acto trivial. Es un chequeo constante, un diálogo silencioso entre tus pies y tu cabeza. Estar vigilantes, sin alarmismos pero con conocimiento, nos empodera; cuidar nuestro cerebro es una carrera de fondo que empieza mucho antes de que aparezcan los primeros olvidos importantes, y cada paso que damos cuenta en esa maratón por la vida.

                                    





 



