En cada entrega de Sueños de Libertad, emergen los conflictos intrínsecos y extrínsecos de una familia condenada a las apariencias, a las pasiones a flor de piel y a lealtades traicionadas, terminando lo que debiera ser un espacio de encuentro y consuelo, en una escena de guerra e irrupción de los sentimientos más profundos. La muerte de doña Ángela conmociona a todos, pero lejos de cerrar las viejas heridas, las abre en sus llagas, multiplicando las dudas.
1UN ADIÓS QUE DESGARRA Y DIVIDE A DOÑA ÁNGELA

La despedida de doña Ángela en ‘Sueños de Libertad’, lejos de traduirse en un gesto de recogimiento, se torna en un espejo que pone de manifiesto las tensiones acumuladas, pues el silencio de Damián en la iglesia es más pesado que cualquier palabra de consuelo. Su vértigo resulta desconcertante para todos, porque hace evidente que la unidad familiar es más una fachada que una característica innata. Ni él ni su hijo ocultan los motivos, y lo que desborda hasta la brutalidad hiere más que el misterio mismo.
Tasio en ‘Sueños de Libertad’ que lleva la culpa a modo de fardo imposible de deshacerse, vive el funeral en una angustia que ya se queda corta. Su confesión posterior a Gaspar muestra la fragilidad de un hombre que no sabe como redimirse. La muerte de su madre pesa sobre sus hombros como una condena, como una escotilla que lo hunde en un sentimiento de fracaso personal. La imagen de Tasio desplomándose, es la de un hijo incapaz de perdonarse, aunque los demás nunca lo condenaran abiertamente.
A la vez, Luz y Cristina, las dos mujeres por cuyas letras había muerto el padre y que son bien de la pertenencia, protagonizan un loable intercambio en escena. La entrega de la carta de don Pedro no son palabras de tristeza, sino un punto de fuga de un diálogo con su traducción en un desgarro abierto. Lo que podía haber sido un toajo o una escalerita que lleva al entendimiento se convierte en otro muro más alto entre ambas.