La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha dado la voz de alarma y el Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe) ha corroborado lo que algunos sufrían: estamos ante el fraude tipo digital del que ya se había prevenido con el diseño brillante de páginas falsas y la situación psicológica favorable de no dejar escapar, “la ganga del año”. Y las consecuencias para el incauto son siempre las mismas, un dinero que desaparece, un producto que nunca es recibido.
3UN TERRENO FÉRTIL PARA EL FRAUDE DIGITAL

El caso de Lidl no puede ser considerado aislado ni anecdótico. Gobierna España las clasificaciones como uno de los países europeos más golpeados por el phishing y el fraude online. Según los datos más recientes, cada minuto se produce un ataque digital en nuestro país. Esta cifra muestra la medida en que los ciberdelincuentes perciben a España como un escenario ideal para sus operaciones.
Las razones son múltiples según la OCU. De un lado, el alto uso de internet y del comercio electrónico lleva a que millones de usuarios sean potenciales usuarios. De otro lado, la confianza en marcas conocidas permite que los fraudes se mantengan invisibles hasta que son irreversibles. A todo ello se añade un inquietante factor tecnológico: la irrupción de la inteligencia artificial ha permitido crear páginas falsas y mensajes de phishing cada vez más convincentes, que son capaces de engañar incluso a usuarios experimentados.
Pero el fraude digital no es un problema aislado de consumidores concretos. Rocea un negocio millonario que mueve enormes cantidades de dinero y que financia redes criminales internacionales. Cada víctima no sólo pierde su dinero sino que alimenta un engranaje delictivo que se expande dado que la facilidad para ocultar identidades y mover fondos en el ámbito digital lo facilita.