Las intrigas en el castillo de ‘La Promesa’ vuelven a hacer estallar la mecha en los conflictos de familia y de sociedad con los que los personajes se hallan marcados por el destino. La decisión del barón de Valladares de echar a Catalina ha tambaleado los cimientos de la casa, pero no de la manera cómo todos lo esperaban. En lugar de exigir la expulsión de toda la familia, su propósito es únicamente para ella, dejando al marido y a los hijos como los que amparan el techo noble, a todos, menos a ella. El golpe no pone únicamente a prueba el orgullo de Catalina, sino que amenaza, también, con convertir en ruinas el frágil equilibrio en la jerarquía de la casa.
3LA TENSIÓN EN LA SERVIDUMBRE EN LA PROMESA

Continuando en las mismas zonas de servicio, los conflictos abren fronteras, también se multiplica la tensión. Petra transporta malestar físico que, aunque diagnosticado como simple tortícolis, es incapaz de dejarla tranquila. El malestar corporal deriva en irritabilidad que corrompe su carácter y el tratamiento hacia el resto de criados o criadas. Lo que parece ser una simple dolencia se transforma en un inconveniente que se complementa con la vida diaria y el clima laboral.
Simona y Candela no dejan de lado el mal humor de Lope: con la curiosidad que les caracteriza, intentan averiguar qué le sucede, convencidas de que hay algo grave que le atormenta. Aun cuando la insistencia se convierte en chispas que provocan la discusión con mayor virulencia de la que se imaginaban, en el afán de reproches y palabras crueles, Vera y Lope terminan por enfrentarse y ambos se hallan involucrados en el episodio que rompe la idea de una servidumbre unificada.
Lo que era un simple intercambio de opiniones, deriva en la pelea que deja heridas abiertas. La convivencia entre criados, que persiste cuando todo se apoya en la complicidad y la confianza, se frena en las limitaciones que supone la acumulación de tensiones no verbalizadas y secretos jamás compartidos. La pelea no afecta únicamente a los implicados directamente.