La cerveza forma parte de nuestra cultura, de nuestros encuentros y de esos pequeños placeres cotidianos que nos regala la vida. Pero, ¿y si esa costumbre tan nuestra escondiera una advertencia con fecha de caducidad? El neurólogo Juan José Llama ha sido muy claro, y su afirmación, que el consumo de esta bebida popular debería reconsiderarse seriamente a partir de cierta edad, ha caído como un jarro de agua fría entre los aficionados a esta bebida dorada. ¿Qué sabe él que nosotros ignoramos?
A nadie le gusta que le toquen sus costumbres, y menos ese ritual de la cerveza después de una larga jornada. El propio Llama reconoce que «los amantes de la cerveza me van a odiar», pero su advertencia no es un capricho. Se basa en una realidad biológica que a menudo pasamos por alto, y es que según sus palabras, la neurotoxicidad del alcohol se acelera en cerebros más vulnerables por el paso del tiempo, un hecho que muchos prefieren no escuchar. ¿Estamos ante una exageración o una verdad incómoda?
EL PLACER DIARIO QUE ESCONDE UN RIESGO SILENCIOSO

Pocos gestos hay más arraigados en nuestro día a día que el de quedar para tomar algo. La costumbre de tomar una cerveza al salir del trabajo es un momento de desconexión socialmente aceptado y celebrado. El problema, sin embargo, no reside en el acto social en sí, sino en la peligrosa normalización de una rutina diaria que el cerebro no entiende de la misma manera que nosotros, pues un consumo diario de alcohol que el cerebro interpreta como una agresión constante y silenciosa, aunque solo sea una unidad, va dejando una huella imborrable con el paso de los años.
Constantemente oímos hablar de los supuestos beneficios del consumo moderado, pero la ciencia es cada vez más cauta. Lo que antes se consideraba una copa de vino saludable o una cerveza beneficiosa por sus antioxidantes, hoy se pone en tela de juicio. Para un cerebro joven y sano, el impacto es mínimo, pero el concepto de ‘moderación’ cambia con los años, y lo que antes era inocuo ahora puede interferir directamente en procesos cognitivos básicos sin que nos demos cuenta. La frontera entre el placer y el perjuicio se vuelve peligrosamente delgada.
¿QUÉ LE PASA A TU CEREBRO CON LOS AÑOS Y EL ALCOHOL?
A medida que envejecemos, nuestro órgano pensante no es el mismo. La neuroplasticidad, esa maravillosa capacidad del cerebro para crear nuevas conexiones, disminuye. Las neuronas se comunican de forma algo más lenta y la «reserva cognitiva» se reduce. En este escenario de vulnerabilidad natural, incluso el consumo de una sola cerveza puede tener un impacto magnificado, porque el etanol de las bebidas alcohólicas actúa como un acelerador de este declive natural, afectando a la memoria a corto plazo, la velocidad de procesamiento y la coordinación motora.
Mucha gente recurre a la clásica ‘birra’ para relajarse al final del día, creyendo que les ayuda a conciliar el sueño. Sin embargo, la realidad es justo la contraria. El alcohol puede inducir somnolencia al principio, pero su efecto metabólico posterior fragmenta el descanso. Esa caña que crees que te ayuda a dormir en realidad altera las fases del sueño profundo, impidiendo que el cerebro realice sus tareas de limpieza y consolidación de recuerdos, lo que a largo plazo es un verdadero desastre para la salud cognitiva y el bienestar emocional.
LA EDAD CRÍTICA: CUANDO EL HÁBITO SE VUELVE AMENAZA

Aquí llega el dato clave que da sentido a la advertencia del doctor Llama: la barrera de los 70 años. La cerveza que antes no tenía mayor efecto, ahora se convierte en un agente mucho más potente. ¿La razón? Nuestro organismo ya no es el mismo. A partir de esa edad, el metabolismo se ralentiza drásticamente, el hígado pierde eficiencia y la proporción de agua corporal disminuye, y por ello el cuerpo tarda mucho más en procesar el alcohol, manteniéndolo más tiempo en el torrente sanguíneo y prolongando su efecto tóxico sobre las neuronas.
Pero el peligro no termina ahí, ni mucho menos. Hay un factor silencioso y extremadamente peligroso que a menudo se ignora: la interacción farmacológica. A partir de los 70 años, es muy común estar bajo tratamiento para la hipertensión, el colesterol, la diabetes o problemas de circulación. Ese inocente vaso de cerveza puede ser la pieza que desajuste todo el puzzle, ya que el alcohol puede anular o potenciar peligrosamente los efectos de fármacos comunes, provocando desde mareos y desvanecimientos hasta problemas cardiovasculares graves.
MÁS ALLÁ DE LA MEMORIA: OTROS EFECTOS QUE NADIE TE CUENTA
Cuando pensamos en los daños del alcohol en el cerebro, casi siempre nos viene a la mente la pérdida de memoria. Sin embargo, hay otras consecuencias igual o más incapacitantes que suelen pasar desapercibidas. El cerebelo, responsable del equilibrio y la coordinación, es extremadamente sensible al etanol. Por eso, una sola cerveza puede aumentar exponencialmente el riesgo de sufrir una caída con consecuencias graves, como una temida fractura de cadera que puede cambiar por completo la autonomía de una persona mayor.
Otro aspecto fundamental es el impacto en el estado de ánimo. Aunque asociamos el tomar algo con la alegría y la socialización, el alcohol es un depresor del sistema nervioso central. Ese tercio o esa caña de cerveza que parece levantar el ánimo momentáneamente, en realidad puede estar minándolo a largo plazo. De hecho, el consumo continuado de alcohol, incluso en dosis bajas, está directamente relacionado con un mayor riesgo de desarrollar síntomas depresivos y apatía, mermando la calidad de vida de forma notable y dificultando la gestión emocional en una etapa vital ya de por sí compleja.
UN BRINDIS POR LA SALUD: ¿EXISTEN ALTERNATIVAS REALES?

La advertencia del neurólogo no busca convertirnos en abstemios antisociales, sino en personas informadas y conscientes. El placer de reunirse en una terraza, de charlar con amigos y de mantener una vida social activa es fundamental para un envejecimiento saludable. La clave no es aislarse, sino adaptar el brindis a las nuevas circunstancias, y por suerte el mercado de las cervezas sin alcohol ha mejorado su calidad de forma espectacular en los últimos años, ofreciendo opciones muy dignas que permiten disfrutar del sabor y el ritual sin asumir los riesgos del etanol.
Nadie dice que haya que renunciar para siempre a una cerveza ocasional en una celebración especial, si la salud general lo permite. El mensaje de fondo no es de prohibición, sino de prudencia y conocimiento. Se trata de entender que el cuerpo cambia y que lo que antes era un hábito inofensivo ahora requiere una reflexión. Al final, la decisión es personal, pero entender cómo funciona nuestro cuerpo en cada etapa de la vida nos da el poder de cuidarnos mejor y disfrutar de la madurez con plena salud, lucidez y, sobre todo, calidad de vida.